Fresh
El sentido de la carne

País: Estados Unidos
Año: 2022
Dirección: Mimi Cave
Guion: Lauryn Kahn
Título original: Fresh
Género: Thriller, Drama, Terror, Comedia
Productora: Hyperobject Industries, Legendary Pictures
Fotografía: Pawel Pogorzelski
Edición: Martin Pensa
Música: Alex Somers
Reparto: Sebastian Stan, Daisy Edgar-Jones, Andrea Bang, Charlotte Le Bon, Brett Dier, Dayo Okeniyi, Jonica T. Gibbs, Sunghee Lapell, Alina Maris, Jojo T. Gibbs
Duración: 114 minutos

País: Estados Unidos
Año: 2022
Dirección: Mimi Cave
Guion: Lauryn Kahn
Título original: Fresh
Género: Thriller, Drama, Terror, Comedia
Productora: Hyperobject Industries, Legendary Pictures
Fotografía: Pawel Pogorzelski
Edición: Martin Pensa
Música: Alex Somers
Reparto: Sebastian Stan, Daisy Edgar-Jones, Andrea Bang, Charlotte Le Bon, Brett Dier, Dayo Okeniyi, Jonica T. Gibbs, Sunghee Lapell, Alina Maris, Jojo T. Gibbs
Duración: 114 minutos

La ópera prima de Mimi Cave es un thriller rejuvenecido que potencia el sentido fílmico a través del dinamismo en el montaje y la fotografía. Briznas de «American Psycho» y Cronenberg alimentan el estreno de la cineasta con una ambición nunca antes vista.

La carne y la piel humana han sido un punto central en temáticas variopintas dentro de la historia del cine reciente. Como símbolo del cristianismo fílmico tenemos aquella escatológica obra donde las costillas de Jesucristo se abrían después de un latigazo desgarrador en La pasión de Cristo (Mel Gibson, 2004). Asimismo, dentro del mundo de la ciencia ficción retrofuturista, encontramos en esencia el concepto de body horror con el que autores como David Cronenberg se consagraron —curioso que su obra culmen Crash (David Cronenberg, 1996) se diferencie del título de esta película por tan solo dos letras—. También en los abismos del terror slasher con Posesión infernal (Sam Raimi, 1981) o del terror cósmico de Carpenter —es característico cómo se usa el concepto del cuerpo humano en La cosa (El enigma de otro mundo) (John Carpenter, 1982)— el valor de la piel parecía un ente más en la pantalla. Y cómo olvidar a aquel asesino con motosierra que fabricaba lámparas y guantes mediante el tejido natural de sus víctimas. La matanza de Texas (Tobe Hooper, 1974) fue el punto central de esta obsesión de los psicópatas con la dermatología, o la anatomía humana —concediéndonos un poco de humor al hablar de tantos asuntos grotescos—. El caso es que la antropología —no paramos con las bromas— ha servido no solo para las obsesiones ajenas a nosotros: el culto al cuerpo, el detallismo de partes propias como síntoma de un ego que describe otros síntomas psicopáticos, también han aparecido en obras como American Psycho (Mary Harron, 2000), filme —dirigido por otra mujer— donde el thriller nos abría a la historia del típico american playboy y su obsesión por las formas humanas como crítica a ciertos escalones sociales y hasta la obsesión cinematográfica por la exposición sexualizada de las mujeres.

La carne, entonces, ha sido enfocada en el mundo contemporáneo del cine como un indicio del deseo, una parte del querer traspasar esta fina capa que nos recubre a todos para lograr el éxtasis de lo abstracto. Pero también se ha mostrado como una vaga sensación sostenida de repugnancia, conteniendo la peor cara de nuestros anhelos así como la constante sensación de tristeza que nos inunda. En una sociedad cada vez más carcomida por la soledad, el individualismo y la desconexión, Mimi Cave nos trae a la pantalla lo que es una película visceral y nauseabunda, pero también con su pequeño corazoncito —o al menos en su primera media hora—. No vamos a extendernos mucho en sinopsis, porque creemos que a Fresh hay que entrar con una ignorancia cómplice a sorpresas. Así que mencionamos simplemente que esta obra protagonizada por Sebastian Stan y Daisy Edgar-Jones transcurre a modo de romance moderno a través de Tinder, en una ciudad cualquiera de los Estados Unidos y con la completa sensación de que esto le puede ocurrir a uno mismo o una misma —el segundo caso siendo más plausible—. «Creía que ya no se conocía a la gente en la vida real» como eslogán de una película que hunde sus narices en el engaño y expresa vilmente esta sensación de sobrestímulo que hace que se pierda lo primario. Que explora los lugares más oscuros de lo que nos toca vivir hoy como seres sociales.

Entre el lascivismo y el romance, entre lo visceral y lo racional, Fresh describe un retrato joven donde la carne choca con la carne sin sentido alguno.

La dirección de esta joven directora cuenta con un magnífico trabajo de fotografía y montaje. Amparada en el DOP Pawel Pogorzelski —cuyo trabajo ha sido laureado por compartir equipo con Ari Aster en sus dos películas— y con la labor en edición de Martin Pensa, el largometraje da vueltas sobre sí mismo en conceptos y temáticas que pueden ser repetitivos, pero que gracias al dinamismo no se vuelven redundantes. Ciertos movimientos de cámara, las transiciones a escenas mediante el recurso del giro en espiral o el barrido, o el uso de perspectivas que van más allá del plano/contraplano —ya puede verse una misma toma general, luego un plano detalle y el regreso a la dualidad antes mencionada—, construyen para el guion un salvavidas realmente eficaz. Y es que el simple hecho de crear una película con estas pequeñas nociones de innovación, que traspasan lo común, hacen que la solidez narrativa de lo escrito se comprenda como algo más, como teniendo la sensación todo el rato de lo que vemos es distinto y que por ello vale la pena.

Esto tampoco quita que haya ciertas cosas que chirrien. Y es que afirmamos que la calidad escrita sí puede ser sondable, pues si abriésemos el libreto como si de un cirujano y la piel se tratase, podríamos ubicar pequeñas concesiones que no terminan de encajar. Dividiendo la estructura narrativa en inicio, nudo y desenlace, encontramos que la primera parte —que sobresale de toda regla cinematográfica al excederse en tiempo— produce el establishment suficiente para conocer a sus personajes y entender las motivaciones de cada uno. Posteriormente, el nudo se pone interesante, el detonante se activa y aquí surge el dilema de la carne, las motivaciones de uno y otro personaje chocan y entre medio aparecen más personajes con más motivaciones. Todo parece ir bien hasta aquí, pero será al llegar al clímax de la obra donde todo el esfuerzo que hemos visto en lo visual y lo técnico terminen por no ser recompensados con la historia. Es en el desenlace donde todo se enfría, donde la carne se pasa de su punto y terminas por comerte un filete tostado. Robert McKee no estaría orgulloso en última labor de la que es su guionista, Lauryn Kahn, quien después de establecer las nociones básicas para hacer un buen largometraje, se pierde en la fugacidad del querer terminar atropelladamente.

Quizá este sea el único «pero» que podríamos señalar de lo que crea Fresh, que tampoco deja de lado lo que significa Fresh. Y es que al abordar temas, podríamos mencionar una extensa lista de aspectos politizados y actuales que interceptan Kahn y Cave desde la posición en la que están. Como en el caso de Una joven prometedora (Emerald Fennell, 2020), el retrato femenino aquí sale de la nevera y es principal canalizador de las frustraciones que la sociedad establece sobre ellas. Desde la cosificación llevada a lo absurdo —como es obvio y entenderéis al ver la película—, pasando por la desprotección que sufren todos los días tanto en la realidad de las calles como en la inseguridad de internet. Son dos mujeres las que escriben un mensaje directo que también atenta contra el poder oligárquico y apunta las excentridades de los ricos. Ácida y, descriptivamente, directa con lo que toca. No ya solo como un salvoconducto hacia la sororidad —que también—, sino como un golpe en la mesa liviano, que no basa todo su relato en denunciar, pero que cuenta una historia mientras lo hace. Entre el lascivismo y el romance, entre lo visceral y lo racional, Fresh describe un retrato joven donde la carne choca con la carne sin sentido alguno. Donde los cuerpos solo sirven como producto y, de fondo, la esencia de nosotros mismos queda descrita en la fotografía y la descripción de una app de citas. Tenemos cada vez más cerca el amor, pero también tenemos cada vez más cerca el odio.

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