Decían Aleksey Chupov y Natalya Merkulova en la presentación de Captain Volkonogov Escaped (2021) a través de un vídeo proyectado previo a la película, que «no es un drama social histórico, sino un cuento de hadas sobre hechos del pasado». Ambientada en 1938 en la Unión Soviética de Iósif Stalin, en los años en los que la llamada Gran Purga fue más cruenta y cientos de miles de vidas fueron exterminadas arrancando confesiones falsas a base de torturas a los «saboteadores» y a los «enemigos del pueblo», la obra centra su atención en un capitán del Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos, el Volkonogov del título, que sabe que tiene sus días contados, y que tras huir para salvar la vida, tratará de encontrar el perdón por todas las fechorías en las que participó sacando declaraciones falsas a los pobres diablos que caían en sus manos y en las de los suyos. De este modo, Captain Volkonogov Escaped adquiere la forma de un relato sobre la redención, que conecta el sentimiento de abandono institucional, las terribles prácticas para conservar el poder, la eterna duda entre las órdenes y la moral que tantos y tan grandes autores han explorado con anterioridad —puedo pensar en la conexión que el filme de Chupov y Merkulova ostenta con claridad con la obra de Fiódor Dostoyevski, en cuanto a la búsqueda de esa responsabilidad social que conecta con la individual— o la decisión de encontrar la paz incluso en el basurero más inmundo.
La película, de este modo, ejemplifica de un modo intenso y atrayente, personificado además en la poderosa presencia de Yuriy Borisov —al que vimos recientemente en la también magnífica Compartimento Nº 6 (Juho Kuosmanen, 2021)— una búsqueda de la liberación interior, la del capitán, en la que el camino hacia el perdón tiene que pasar, necesariamente, por la propia aceptación, y en la que el componente dicotómico que plantea la lucha contra unos ideales, los de la patria, contra los de una ética personal que ya no quiere llevar el uniforme rojo chocan frontalmente y hacen saltar unas chispas con las que, como público, uno se puede identificar permitiendo que sea la película, el «cuento de hadas» de Aleksey Chupov y Natalya Merkulova, el que vaya descubriendo poco a poco el dolor interior de Volkonogov y con cuánto anhelo necesita resarcirse. Los recursos cinematográficos que integra para ello, que van desde flashbacks hasta otros que me ahorraré para no restar impacto a su ejecución, proporcionan el punto de excentricidad dentro de la sencillez de su esqueleto, aunque es cierto que, al margen de esta discreción, deja escenas para el recuerdo como la que implica el baile de la prisyadka, pura emoción, o la del verdugo, puro terror.
Un movimiento a medio camino entre el sarcasmo y la limpieza de discurso que se salda con una disertación directa y un trasfondo inequívoco.
Como decimos, Captain Volkonogov Escaped está narrada haciendo uso de una estructura simple que facilita entrar en ella, a pesar de que precisamente esta pulcritud y progresión ordenada de los hechos provocan una diégesis poco estimulante, que se sigue con interés gracias a, en parte la magnífica premisa, en parte al buen hacer interpretativo de Borisov y compañía, pero que basa sus golpes narrativos en la repetición del bloque argumental principal: Volkonogov en busca de familiares de los agraviados para contarles la verdad y buscar el perdón. Pero la verdad es que, contra todo pronóstico, la identidad que aporta la obra, alejada de los estándares occidentales habituales en cuanto al tratamiento de la acción y a la dosificación de su ritmo, se va muy por encima de lo esperado y trasciende, como bien decían Chupov y Merkulova, el drama social histórico al uso y se siente como una pieza mucho más singular, imprevisible en lo semántico, sensible incluso, reconfortante en su interior y muy atenta a los movimientos emocionales de sus personajes, de los que no aparta la mirada ni un solo momento y ante los que se rinde capturando el dolor y la alegría, la esperanza y la derrota: un movimiento a medio camino entre el sarcasmo y la limpieza de discurso que se salda con una disertación directa y un trasfondo inequívoco. Captain Volkonogov Escaped es un cuento de hadas, sí, pero no deja de ser al mismo tiempo una pieza de museo en la que contemplar el estatismo en que se quedaron atrapados unos muchos a merced de unos pocos, un bloque de hielo en el que una sola palabra de alivio puede derretir los pecados. Un salto, genuino y sin mirar atrás, al vacío.