Revista Cintilatio
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Here Before (2020) | Crítica

El choque de la pérdida
Here Before, de Stacey Gregg
El debut en el largometraje de Stacey Gregg brilla en una primera mitad que explora la maternidad fracturada con excelente pulso y magnífico sentido del espacio para acabar desviándose hacia un terreno que la aleja del simbolismo que había construido.
Sitges | Por David G. Miño x | 16 octubre, 2021 | Tiempo de lectura: 3 minutos

Detrás de un trauma siempre quedan pedazos esparcidos por el suelo: el modo en que cada uno se agacha para recogerlos depende de la perspectiva, de la predisposición, de la fortaleza, del ánimo, incluso de las ganas de vivir y de reír. Si es la muerte de un ser querido la que lo causa todo, no hay muchas alternativas más que bajar al barro con las manos desnudas a tratar de juntar los cristales de lo que alguna vez fue algo hermoso, cortándote, sangrando, manteniendo toda la compostura que se tenga al alcance. Si el que se ha ido es un hijo, ni barro, ni cristales, ni pedazos, ni compostura: solo negro y la vana esperanza de agarrarse a algún clavo al rojo vivo que sobresalga por el camino. Stacey Gregg ofrece con esta Here Before una mirada al pasado y su poso en el presente, al ruido blanco que permanece en la cabeza de una madre que ha perdido a su hija, y que tiene tanta fe en volver a encontrarla en alguna parte como certeza de que, sin ella, la vida se le quedó medio vacía. Andrea Riseborough, una actriz superlativa con una facilidad innata para exteriorizar los conflictos interiores, da vida a esta mujer que trata de aguantar el paso de los días con su mejor sonrisa, pero que verá como el mundo se le viene encima cuando ve a su niña en la hija de sus nuevos vecinos, una jovencita que dice tener recuerdos que reconoce en su propia historia perdida.

Stacey Gregg arrancaba con una obra espacial y singular que, con el paso de los minutos, termina cayendo en una trampa que la arrastra a lo común.

Andrea Riseborough ofrece una interpretación memorable.

La obra se va edificando poco a poco sobre unos cimientos sólidos y universales, capaces de tocar en lo emocional por la habilidad con que Gregg expone sus argumentos fílmicos sobre una historia de reencarnaciones y un hilo conductor de familias perdidas. Todo este primer tramo conecta con el espíritu maternal más primario del espectador, que se ve reflejado en una madre que se debate entre la certeza de que su hija se ha ido y que nunca más volverá, y la posibilidad remota de que esa extraña niña tenga en su interior lo que ella más desea. El conflicto entre las dos realidades, la racional y la puramente emocional, tanto como la crisis de la familia rota a través de los diferentes modos de enfrentar el duelo y las discusiones que generan da como resultado el discurso más interesante que articula Here Before, que ve como diluye su propia identidad cinematográfica conforme se va acercando a un desenlace y una aproximación final a los hechos que toma un camino mucho más convencional que la aleja del camino reflexivo, denso y simbólico que parecía tomar durante una excelente primera hora de metraje. A pesar de describir el mundo emocional de la maternidad herida con magnífico pulso y un sentido de la verdad muy potente, determinados eventos que el guion saca a relucir en este tercer acto cuestionan la inocencia en la infancia que se había construido, la extrañeza atmosférica prácticamente se desvanece —y era esta una baza absolutamente indispensable para entrar de lleno en el universo de Here Before— y la catarsis interpersonal se sustituye por un relato casi convencional donde las piezas encajan sin demasiado artificio ni meditación. Stacey Gregg arrancaba con una obra espacial y singular que, con el paso de los minutos, termina cayendo en una trampa que la arrastra a lo común. Aunque no se abandone al desastre, siempre nos quedará la espina de que Here Before podría haber sido una obra de referencia dentro del estudio de la maternidad en el cine.