Revista Cintilatio
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Fuga (2018) | Crítica

Olvidar el camino de vuelta
Fuga, de Agnieszka Smoczynska
Una interesante aproximación a la identidad como elemento doliente del ser humano. En manos de la polaca Agnieszka Smoczyńska, la película adquiere un tono subtextual que trasciende la imagen literal, pero que llega a resultar excesivamente confusa.
Por David G. Miño x | 29 agosto, 2020 | Tiempo de lectura: 5 minutos

No pocas veces ha enfrentado el cine el tema de la pérdida de memoria. Este punto de partida ofrece, por lo general, un suspense intrínseco que guionistas y directores pueden usar para manejar a su antojo las emociones del espectador, aunque para ello ha de establecerse ese pacto tácito con el público que permita suspender la incredulidad para entrar en un juego que, de entrada, ya parece una gran trampa. En Fuga (Agnieszka Smoczyńska, 2018) —que participó en la sección oficial de Sitges en su año— no estamos ante un caso así, ni tan simple ni tan vacío de contenido, sino ante uno en el que la cineasta ofrece un punto de vista nuevo partiendo de un lugar común: una mujer aparece desubicada y sucia caminando por la vía de un tren, se mezcla entre la multitud y orina en el suelo ante su sorprendida audiencia. A partir de ese momento, saltamos dos años hacia delante, en el momento en que esa mujer reaparece, sin memoria, cambiada tanto por fuera como, intuimos, por dentro. Lo que marca la diferencia con otros filmes es que la preocupación de la obra se dirige de un modo central hacia la persona en la que se ha convertido la afectada por la amnesia, y no hacia aquella que fue y ya no es. Funcionando como una interesantísima metáfora del tiempo y el trauma como elementos disruptores, ofrece un viaje hacia delante en el camino del redescubrimiento de la identidad.

Escrita y protagonizada por Gabriela Muskała, el filme acierta cuando explora las causas de la rotura del pasado con el presente, mientras ofrece una suerte de terror atmosférico —más por las formas que por el contenido— que inquieta a la vez que preocupa: no pierde de vista en ningún momento el drama humano que supone ver a una mujer rodeada finalmente de una familia que ella simplemente considera un montón de extraños. Pero la realidad es que esconde un fino subtexto encargado de exponer la posibilidad de que la fuga disociativa que padece la protagonista —un tipo de amnesia que lleva a la persona a olvidar aspectos importantes de su vida, normalmente relacionada con algún tipo de trauma o estrés— sea una metáfora que encaje directamente con el inconformismo vital, con la incomodidad constante que sufren los inadaptados, los que están fuera de lugar.

A través de una serie de set pieces montadas con excelente gusto estético —pero ciertamente confusas en lo narrativo—, Smoczynska quiere involucrar a su público en la pregunta que flota en el aire en todo momento: ¿estamos viendo la realidad, o una representación mental de Alicja/Kinga (nombre actual vs. nombre real del personaje de Muskała)? O lo que es más importante, ¿acaso tiene relevancia? Usando el punto de vista subjetivo, lo que eleva la película por encima de la media es su capacidad evocadora, su gusto por transportar una desorientación literal a una puramente simbólica. A pesar de todo ello, en sus momentos menos inspirados puede pecar de cierto conformismo existencial, no profundizando con todos sus recursos en temas como la muerte, el abandono, el amor o el sexo. Pareciera que, con semejante estructura, pudiera aportar más al continuo «quien soy / quien quiero ser»: aunque no acabe resultando del todo insatisfactoria, se siente como una oportunidad de menor calado del prometido.

La cineasta demuestra ser poseedora de un agudo ojo capaz de funcionar con precisión cuando tiene el tiro bien enfocado, consiguiendo un magnetismo instantáneo cuando introduce sus verdaderas bazas.

Como decimos, requiere de un esfuerzo consciente por parte del espectador para entrar en el juego subtextual que propone, aunque no exento de cierto encanto y poderío fotográfico. Con escenas realmente inspiradas —el momento con el ciervo, el desnudo de Alicja/Kinga en su antigua/nueva casa de profundas implicaciones filosóficas, la secuencia en la playa que casi recuerda al cine de Hong Sang-soo— se engrandece en el recuerdo hasta construir un vacío identitario que insta a profundizar en el concepto del ello y el superyó freudianos. La maternidad, por otro lado, aparece como uno de sus grandes temas en cuanto a la relación de la mujer con la responsabilidad filial en sí misma, y en cómo entra en conflicto con los esquemas tradicionales de género. Así, la cineasta demuestra ser poseedora de un agudo ojo capaz de funcionar con precisión cuando tiene el tiro bien enfocado, consiguiendo un magnetismo instantáneo cuando introduce sus verdaderas bazas. Nada de lo que propone Smoczynska está realmente mal encauzado, sino escondido bajo varias capas de cripticismo que pueden inducir a cierta desconexión por parte del espectador poco dado a la interpretación. A pesar de no ser la quintaesencia del cine de arte y ensayo, sí permite acercarse a la realidad polaca de la identidad desde un prisma atrayente en su forma. La oportunidad la tiene ganada, la victoria depende del punto de vista.