Estoy pensando en dejarlo
Los experimentos de Charlie Kaufman

País: Estados Unidos
Año: 2020
Dirección: Charlie Kaufman
Guion: Charlie Kaufman (Novela: Ian Reid)
Título original: I'm Thinking of Ending Things
Género: Intriga, Drama
Productora: Likely Story
Fotografía: Lukasz Zal
Edición: Robert Frazen
Música: Jay Wadley
Reparto: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette, David Thewlis, Guy Boyd, Colby Minifie, Jason Ralph, Abby Quinn, Teddy Coluca, Ashlyn Alessi, Hadley Robinson, Dj Nino Carta
Duración: 134 minutos

País: Estados Unidos
Año: 2020
Dirección: Charlie Kaufman
Guion: Charlie Kaufman (Novela: Ian Reid)
Título original: I'm Thinking of Ending Things
Género: Intriga, Drama
Productora: Likely Story
Fotografía: Lukasz Zal
Edición: Robert Frazen
Música: Jay Wadley
Reparto: Jessie Buckley, Jesse Plemons, Toni Collette, David Thewlis, Guy Boyd, Colby Minifie, Jason Ralph, Abby Quinn, Teddy Coluca, Ashlyn Alessi, Hadley Robinson, Dj Nino Carta
Duración: 134 minutos

La última producción para Netflix del aclamado guionista y director nos recuerda por qué es uno de los creadores más originales de Hollywood, pero nos hace desear haber visto casi cualquiera de sus otras películas.

Los que aprendimos a amar el cine con Charlie Kauffman hemos tenido que hacer hueco, con los años, a un escepticismo sano sobre las últimas etapas de su obra. Si bien es cierto que el talento y la originalidad del escritor estaban más que claros en sus primeros trabajos como guionista, cuando decidió ponerse la gorra de director muchos llegaron a la conclusión de que Kaufman parecía perseguido por la tentación de tomarse demasiado en serio y que sus guiones se beneficiaban de la ejecución de otras mentes creativas con mejor visión comercial y algo más de ligereza en el tono que él mismo. No cabe duda de que el éxito de Kaufman como guionista se debía a la fabulosa sinergia que exhibía con grandes directores como Spike Jonze en el caso de Cómo ser John Malkovich (1999) y la criminalmente infravalorada Adaptation (El ladrón de orquídeas) (2002), y como Michel Gondry en Human Nature (2001) y ¡Olvídate de mí! (2004), la que le valió a Kaufman un merecido Óscar a mejor guion original.

Pero desde entonces sus intentos por ponerse a los mandos del barco fueron un tanto irregulares, con la grandiosa y exagerada Synecdoche, New York (2008) proporcionándonos poco más que un irritante dolor de cabeza, y la por otro lado fabulosa visión realizada en Anomalisa (2015) que aterrizó, comprensiblemente, lejos del público general. Desgraciadamente, Estoy pensando en dejarlo (2020), la última producción del escritor-director con Netflix, se parece más a la primera que a la segunda. Si buscamos señales y pistas que nos recuerden por qué nos enamoramos de la originalidad y el talento de Kaufman en un principio, no cabe duda que en Estoy pensando en dejarlo encontramos un gran número de ellas. Si por el contrario pretendemos que su particular universo imaginario de retorcidas referencias culturales, intensos problemas existenciales y fina habilidad por dibujar las relaciones humanas se coagulen esta vez en un relato articulado y comprensible, y no se descalabren en una masa ininteligible de visiones crípticas, Estoy pensando en dejarlo nos decepcionará ampliamente.

La interpretación de Jessie Buckley resulta sorprendentemente buena para un personaje cuya identidad o unidad nunca quedan establecidas.

El filme supone un desafío particular a la hora de resumir su trama. No necesariamente porque haya una ausencia general de trama, que por momentos la hay, sino porque es complicado hacer justicia a sus puntos de partida cuando no queda claro en ningún momento cómo de en serio se los toma la propia película. Podríamos decir que Estoy pensando en dejarlo sigue a una joven interpretada por Jessie Buckley el día que va a conocer a los padres de su novio Jake (Jesse Plemons), en una granja perdida en mitad de la nada, en una noche de violenta ventisca. Pero mientras se suceden las escenas podemos empezar a tirar por la borda todo lo que creíamos saber, en la medida en que se inocula la duda de qué personajes son reales y cuáles son un mero figmento de la imaginación de otros; qué está ocurriendo en el presente y qué en el pasado o en el futuro; qué líneas de diálogo nos invitan a la profundidad de la psique de sus protagonistas y cuáles les condenan a meras máquinas de reproducción de frases preestablecidas. Estoy pensando en dejarlo se parece sin duda a un sueño: es incoherente y gratuita en sus salidas por la tangente, y su recuerdo se desvanece con rapidez una vez hemos salido del trance.

Viendo Estoy pensando en dejarlo no cabe duda de que Kaufman tiene algo importante que decirnos, así como que le faltan los medios para transmitirlo con éxito.

Nada de ello no quiere decir que Kaufman no se atreva, como nos tiene acostumbrados, a contonearse con éxito con algunos de los temas tabú de la industria cinematográfica. Al menos entre la ventisca literal y la figurada que rodean a la película pueden entreverse valientes ejercicios de submarinismo libre en cuestiones como el envejecimiento, la muerte, la soledad o las dinámicas de dominación en la pareja. Kaufman hace uso de un amplio abanico de técnicas y un gran sentido del surrealismo para presentarnos, en algunos momentos más lúcidos del film, escenas brevemente estelares que se merecen nuestra admiración sencillamente por romper tan radicalmente con lo que estamos acostumbrados. Hay incluso momentos genuinamente cómicos, e imágenes tan desproporcionadas y surrealistas que no pueden sino generar admiración por la mente que las ha concebido. También ayudan en gran medida un iluminado elenco de actores en lo más alto de sus carreras, presidido por Toni Collette recordándonos el terror que nos provocó en Hereditary (Ari Aster, 2018) y una fantástica Jessie Buckley sacando oro del material tan complejo y confuso que se le ha dado.

Los momentos surrealistas de la película pierden fuelle cuando no es evidente a qué elementos reales se contraponen.

Uno se atrevería a decir que Kaufman ha ido «full David Lynch» en Estoy pensando en dejarlo, pero ante todo para recordar los propios baches con los que Lynch tropieza de vez en cuando. Y es que cuando uno pretende hacer uso del tono de la poesía libre y las técnicas del cine experimental para completar una visión lo suficientemente compleja que un acercamiento más sencillo no lograría, tiene que aceptar que es parte de la naturaleza de los experimentos que ocasionalmente, si no habitualmente, desembocan en resultados defectuosos. Viendo Estoy pensando en dejarlo no cabe duda de que Kaufman tiene algo importante que decirnos, así como que le faltan los medios para transmitirlo con éxito. No es necesario saber si se trata de un cineasta cansado, aburrido consigo mismo e incapaz de encontrar nuevos desafíos o si por el contrario se está tomando demasiado en serio. Sea como fuere, Kaufman comete el pecado definitivo del director: cargar al espectador con la tarea de rellenar sus agujeros y solucionar sus problemas.

Y, pese a todo, Kaufman nos sigue recordando por qué nos enamoramos del cine con su obra. Los que aprendimos el potencial del séptimo arte con clásicos como Cómo ser John Malkovich u ¡Olvídate de mí! estaremos siempre dispuestos a acompañarle a sus más retorcidos laberintos y sus más arduos infiernos sencillamente como muestra de la eterna deuda que le tenemos al cineasta neoyorquino. Pero una vez que el confuso viaje de Estoy pensando en dejarlo se ha acabado y podemos respirar aire libre, lo que sea que hemos creído sacar de la película se desvanecerá en unos instantes y no podremos evitar volver, con un tanto de nostalgia pero también con apreciación, al cálido recuerdo de un experimento quizás más atrevido y sin duda más exitoso como Adaptation (El ladrón de orquídeas). Mientras tanto, Charlie Kaufman puede seguir haciendo lo que le de la gana.

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