Hereditary
Los demonios familiares de Ari Aster

País: Estados Unidos
Año: 2018
Dirección: Ari Aster
Guion: Ari Aster
Título original: Hereditary
Género: Terror
Productora: Distribuida por A24. PalmStar Entertainment, Windy Hill Pictures
Fotografía: Pawel Pogorzelski
Edición: Lucian Johnston, Jennifer Lame
Música: Colin Stetson
Reparto: Toni Collette, Gabriel Byrne, Alex Wolff, Milly Shapiro, Ann Dowd, Christy Summerhays, Morgan Lund, Jarrod Phillips, Bus Riley, Austin R. Grant
Duración: 126 minutos

País: Estados Unidos
Año: 2018
Dirección: Ari Aster
Guion: Ari Aster
Título original: Hereditary
Género: Terror
Productora: Distribuida por A24. PalmStar Entertainment, Windy Hill Pictures
Fotografía: Pawel Pogorzelski
Edición: Lucian Johnston, Jennifer Lame
Música: Colin Stetson
Reparto: Toni Collette, Gabriel Byrne, Alex Wolff, Milly Shapiro, Ann Dowd, Christy Summerhays, Morgan Lund, Jarrod Phillips, Bus Riley, Austin R. Grant
Duración: 126 minutos

Tras una tragedia inesperada, la familia Graham se precipita paulatinamente por un pozo de delirio y desesperación.

Aunque estemos acostumbrados a pensar que lo terrorífico va de la mano de lo que nos resulta menos familiar, quizás no haya nada tan terrorífico como la familia. Mientras que casi toda dimensión de lo humano parece estar sujeta a variaciones culturales e históricas, la familia como colectividad aparece misteriosamente en casi toda sociedad que se nos ocurra, latiendo como un órgano anacrónico que nos recuerda nuestro ineludible pasado animal y nuestra dependencia biológica de cada uno, incrustada con fuerza en nuestro tejido social por más transformaciones y reinvenciones a las que queramos someternos colectivamente. Frente a la miríada caótica de las vidas individuales y el paso lento pero seguro de una civilización a otra, en la dimensión desconocida entre el sujeto y el estado, pervive y late la fuerza de la familia. Por más libres y modernos que nos creamos, los arcaicos lazos de sangre y la espectral simpatía de la cercanía familiar nos une, nos oprime y nos sacude con la misma fuerza con la que siempre lo ha hecho.

Por ello no ha de sorprendernos que Ari Aster presentara el proyecto de Hereditary (2018) a la productora A24 como un drama familiar, sin querer definirla directamente como una película de terror. Si olvidamos por un momento los prejuicios y las convenciones del género, y recordamos el potencial terrorífico y siniestro de la familia, no hay por qué postular una diferencia injustificada entre lo uno y lo otro. Es precisamente esto lo que acaba por demostrar Ari Aster al seguir las peripecias y explorar los traumas de la familia Graham, quienes, tras ser sacudidos por la tragedia, se deslizan poco a poco por una espiral de delirio y paranoia, en lo que bien puede ser caracterizado como una trama de terror sobrenatural o de rencillas familiares. En Hereditary, estas son una y la misma cosa.

La afición de la madre de los Graham por las maquetas de casas alude a la sensación general de manipulación e indefensión que cae sobre los personajes.

No es de sorprender por tanto que la mayor parte de la fuerza de la película nazca de la negociación y la transferencia entre esas dos dimensiones, la sobrenatural y la familiar, resaltando el cariz construido y colectivo de las fuerzas mágicas que parece que agobian a los protagonistas, así como el aura mágica y fantasmagórica de los traumas, las confrontaciones y las tóxicas relaciones dentro de la familia Graham. Cuando Hereditary logra con más solvencia su cometido es cuando es más difícil diferenciar el lado humano del lado sobrehumano de la trama, a los protagonistas de fantasmas deambulando por la casa, el terror que les acecha como una maldición espectral o como la angustia existencial que brota en una familia desestructurada.

En una época de excesiva conciencia y artificio en el género, lo vulgar quizás sean las múltiples convenciones y lugares comunes que hacen del terror algo cada vez más divertido pero superficial y predecible.

Ari Aster hace uso de dos herramientas fundamentales para canalizar toda esta fuerza simbólica. En primer lugar, una minuciosamente cuidada fotografía y atención a la iluminación ambiental, en una película que se desarrolla casi en su totalidad en la penumbra de la mansión de los Graham, que ayuda a evocar la sensación general de vulnerabilidad y alienación de los personajes, a medida que parecen sepultados físicamente por las paredes de su inmensa casa. La extrema opulencia de la familia se muestra literalmente incapaz de contener un mal que crece dentro y no fuera de las paredes de la vivienda. En segundo lugar, un formidable elenco repleto de talento infunde de matices a los personajes de Hereditary, de mano de forma muy destacada de Toni Collette, pero también de un Gabriel Byrne que nunca defrauda y a una Ann Dowd (El cuento de la criada) que merece que la veamos más por la gran pantalla. Por parte del talento joven, Milly Shapiro resulta tan espeluznante como prometía la campaña de marketing de la película, así como Alex Wolff se eleva al protagonista secreto sin ningún tipo de previo aviso.

Alex Wolff es, seguramente, el mayor descubrimiento de la película.

Pero no todo es igual de siniestro y de fantástico en Hereditary, y la película pierde el hilo en algunos puntos cruciales. Si es la estrecha interrelación entre el drama familiar y la trama sobrenatural lo que proporciona a la película la gran mayoría de sus aciertos, es en los momentos en los que oscila con exceso a alguno de los dos polos cuando pierde gran parte de su magia y se desvela como menos inteligente de lo que creíamos. Aunque su final subvierte más de una expectativa y nos sacude con más de una escena grotesca, es precisamente su apuesta final por una de las dos dimensiones (no hace falta revelar cuál) la que hace peligrar el proyecto entero de perder su sofisticación y emborronar sus matices. De igual forma, cabe formar el argumento de que Hereditary genera un sinfín de poderosas asociaciones y evocaciones, pero erra el tiro al intentar aterrizarlas en verdaderas conexiones y en contactos significativos. A todo ello ha de sumarse, por supuesto, la dificultad a la que a algunos nos compromete tener que identificarnos con un puñado de pijos a los que, si nos descuidamos, podemos llegar a concluir que se merecen todas las penurias que les pasan.

Y a pesar de todo, aunque pueda sonar un tanto vulgar, la virtud definitiva de Hereditary (me disculparán) es que da un miedo que te cagas. Una gran inventiva visual y un excelente sentido del suspense se unen al escalofriante diseño de escenarios y las diferentes técnicas cinematográficas y narrativas que representan y aluden a los diferentes elementos amenazantes de la trama, logrando un eficaz efecto final de peligro e incomodidad que nos recordará a los mejores ejemplos del género. En una época de excesivo artificio en el terror, donde una sólida comunidad de aficionados y creadores lo han llevado a una excesiva autoconciencia y onanismo, lo vulgar quizás sean las múltiples convenciones y lugares comunes que hacen del género algo cada vez más divertido pero superficial y predecible, y por ende cada vez menos terrorífico. En este ambiente, los genuinos sustos y momentos espeluznantes de Hereditary, que nos sumerge en una profunda dimensión de espanto y desasosiego meticulosamente inducida por los diferentes talentos de su director, sientan como un soplo de aire fresco para los fanáticos del género y para los curiosos por igual. Eso sí, siempre que uno esté dispuesto a que se le encoja más de una vez el estómago.

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