Voz e identidad: mejores personajes de Daniel Day-Lewis
El habla como aliento de vida

Muchos actores se meten en la piel de sus personajes, pero Daniel Day-Lewis usa el lenguaje como el esqueleto que lo sostiene todo. Repasamos cuatro de sus interpretaciones más memorables desde el punto de vista de la dicción y el uso del idioma.

La voz es un pilar de la interpretación, pero que un personaje permanezca en la memoria popular gracias a cómo el artista usa el lenguaje es otro nivel. El maestro de los acentos Daniel Day-Lewis nos deja atónitos con su método interpretativo: la creación de personajes únicos mediante el lenguaje. Quizá otros actores en los mismos papeles habrían dado resultados excelentes, pero no tendríamos los vívidos retratos que el actor londinense hace convincentes a través de sus aspectos lingüísticos. En orden cronológico, vamos a explorar cuatro de sus papeles más logrados, incluyendo los tres que le valieron sendos premios Óscar. Abundan en este estudio los acentos americanos, que nos ayudarán a ampliar nuestra visión de la ensalada lingüística estadounidense.

Christy Brown — Mi pie izquierdo  (Jim Sheridan, 1989)

¿Recuerdas haber aprendido a hablar o a escribir? ¿Podrías señalar un momento en el que te dieras cuenta de que ya sabías hacerlo? ¿Te imaginas crecer sin poder mostrar a la gente que eres capaz de ambas cosas? Imagínate que cuando por fin te ven hacerlo, no les parece nada menos que un milagro.  Esta conmovedora película tiene muchas lecturas, pero la del lenguaje es una de las más necesarias, ya que el papel principal se desmoronaría y podría incurrir en una terrible falta de respeto de no haber clavado el idiolecto de Christy Brown, escritor y artista que sufría de parálisis cerebral. Rechazando cualquier noción de que yo tenga conocimiento en este tema, lo máximo que puedo comentar es que existen impedimentos del habla obvios en pacientes de parálisis cerebral. Las dificultades de los músculos faciales para articular sonidos suponen una barrera para que el paciente se haga entender. A la dificultad o imposibilidad de mover los músculos del aparato fonador (en labios, lengua y cuerdas vocales) se le llama disartria.

Daniel Day-Lewis aceptó el casi inasumible desafío de interpretar a una persona real que luchó toda su vida contra esta condición, con solo el pie izquierdo libre de parálisis. La disartria da lugar a una forma de hablar muy particular, muy «entrenada» por los obstáculos constantes. El logro de conseguir reproducir los puntos de articulación fuera del lugar habitual, el aire expulsado después de producir lenguaje, y el esfuerzo del cuerpo entero para pronunciar cada sílaba merece el Óscar recibido.

Pero también está el acento de clase trabajadora de Dublín que poseía Christy. Si lo vemos en entrevistas audiovisuales, podremos oír la «música» de la entonación dublinesa en algunas frases. Donde una persona con disartria puede tener menos dificultades es en las vocales, ya que solo son aire expulsado. Es ahí donde reconoceremos que el artista habla con las ligaduras propias del acento de Dublín y otras zonas de Irlanda. Por ejemplo, pronunciando «right» como «roych» o «like» como «loik». Se ve incluso más claramente en la posteriorización de «a» y «u», que sería pronunciarlas casi como en castellano. Ejemplos: «but» pronunciado /bʊt/ en lugar de /bət/; y «and» pronunciado /ɑnd/ en lugar de /ænd/.

Daniel Day-Lewis logró mantener todos esos elementos en su papel, a través de la dificultad de enseñar a su cuerpo a limitar sus movimientos, y de cambiar por completo el ritmo de su respiración. En el siguiente vídeo, fíjate en cómo Day-Lewis pronuncia «writing» como «wroiting», reduce la «a» de «mental» y usa el pronombre átono «me» en lugar del posesivo «my», todo ello muy típico de la dialectología irlandesa.

Debemos tener en cuenta que Christy Brown nació con parálisis cerebral, mientras que Day-Lewis no la padece. A pesar de su fiel interpretación, él lo tuvo mucho más fácil para producir sonidos del habla. Esto resulta en una dicción más clara por parte del actor, pero que debería servir para recordarnos que los logros de Brown eran extraordinarios y estaban presentes en cada expresión. Para aprender más sobre él, os recomendamos su autobiografía, que comparte título con la película: Mi pie izquierdo (Christy Brown, 1954)

Bill «El Carnicero» Cutting — Gangs of New York  (Martin Scorsese, 2002)

Como implica la canción original The Hands that Built America, los irlandeses siguieron un largo camino desde sus colinas para llegar a los «cañones de vidrio y acero» de Nueva York. Al nacer allí las generaciones siguientes, varios elementos de los acentos de la isla de Eire se fueron transmitiendo y combinando con los de otras nacionalidades, dando lugar con el tiempo al reconocible acento neoyorquino.

Bill Cutting es fascinante en este sentido por cómo se encuentra en una fase intermedia en esta evolución. Los aspectos irlandeses se notan en las ligaduras de varias vocales, como podemos apreciar en «like» = «loik» y en «life» = «loif». También notaremos que la æ propia de palabras como «man» o «cat» se redondea hacia una ɑ.

En contraste, los aspectos americanos aparecen claros y tajantes en la pronunciación no rótica de la «r» final. Esto quiere decir que no pronuncia esas «r» como harían los irlandeses (o como hacemos los españoles, que pronunciamos nuestras «r» en final de sílaba), sino que las cambia por ə (la famosa «schwa») como hacen, por ejemplo, los ingleses. Esta característica se incorporaría a los acentos aristocráticos americanos. También hay «t» velar. El velo es la parte rugosa del paladar que está justo detrás de los incisivos superiores. Busca esa zona con la punta de la lengua y haz una «t». Ahora di «talk» con esa consonante. Enhorabuena, estás un paso más cerca de convertirte en un triple ganador de Óscar. Todos estos rasgos dialectales están unidos por cómo Daniel Day-Lewis emplea la voz de Bill como si fuera un arma afilada. Su entonación, frecuencia, intensidad, etc. crean un villano amenazante, perturbador y enervante. Un antagonista que se nos mete debajo de la piel como un cuchillo que nos fuera a degollar.

Daniel Plainview — Pozos de ambición  (Paul Thomas Anderson, 2007)

¿Alguna vez has tenido la sensación de estar observando un desastre a cámara lenta, queriendo apartar los ojos pero con un deseo irrefrenable e inconsciente de seguir mirando? Eso es lo que ocurre cuando vemos al inquietante protagonista de Pozos de Ambición. Te incomoda, pero es hipnótico. ¿Te imaginas cargarse ese delicado equilibrio con una voz inadecuada? No tienes más que verla doblada… ¡ba-dum tsss!

Daniel Day-Lewis construyó a Daniel Plainview en torno a la postura de su boca: se dedicó a estirar la lengua más de lo habitual en las vocales, produciendo una mandíbula más tensa y una frontalización de las vocales. Esto casa de maravilla con una de las características distintivas del acento de California. En un estado que ha recibido mucha migración de otros rincones del país y de Latinoamérica, cada cultura ha ido aportando pequeños rasgos que han dado lugar a las particularidades del lenguaje californiano.

Plainview monta su explotación petrolífera de Coyote Hills en una época en la que las aportaciones de otros acentos se hacían notar en la zona, ofreciéndonos una ventana a lo que fue el acento proto-californiano. Pero lo que es música para nuestros oídos es la dicción de Day-Lewis basándose en grabaciones del polifacético John Huston. El actor, director y guionista poseía una voz profunda que acumulaba rasgos del acento escocés-irlandés tan extendido por el sureste y parte del centro de los EE. UU., pero mostraba solo en el final de algunas palabras una pronunciación no rótica propia del acento transatlántico, una pronunciación artificial de mediados de siglo que fue adoptada por actores, locutores y americanos de clase alta en general. De este acento también hereda el marcar las «t», con lo que «plated» se diría «pleited» y no «pleired», como es habitual en EE. UU.

Una pequeña muestra de prosodia del escocés-irlandés en un discurso del presidente William H. Taft.

Day-Lewis pone la guinda al pastel cogiendo una de las mejores características del idiolecto de Huston: la voz chirriante. ¿Suena fatal? Pues llámale voz laringalizada y quedas como un pro, además de haber aprendido una nueva palabra con la que presumir con tus amigos. La laringalización consiste en pronunciar una vocal y cerrar los pliegos vocales casi del todo, dejando un pequeño agujero por el que pasa el aire de forma interrumpida, produciendo un sonido similar al de un suelo de tablas crujiendo ligeramente bajo tus pasos. 

Tienes razón, te enteras mejor si lo escuchas.

También puedes ver este vídeo francamente asqueroso pero fascinante de las cuerdas vocales produciendo este sonido. Crítica sin spoilers: «¡Finalazo!»

Abraham Lincoln — Lincoln  (Steven Spielberg, 2012)

Voy a decirlo desde el principio: Daniel Day-Lewis ha inventado el idiolecto del 16º Presidente de los Estados Unidos de América y ha logrado que lo consideren el más históricamente exacto hasta la fecha.

Abraham Lincoln fue asesinado doce años antes de la invención del fonógrafo, así que no es posible oír su voz. Entonces, ¿qué le queda a un actor que quiera interpretarlo? Antes de Lincoln, muchos actores y profesionales de la radio se lo tuvieron que inventar. Pero existe la alternativa de leer descripciones de su voz escritas en la época, además de varias investigaciones sobre cómo pudo sonar aquel político de imagen peculiar. A esto se dedicó apasionadamente Day-Lewis. Aportó al proceso un acento que combina rasgos de Indiana, donde creció Lincoln, y de Kentucky, donde nació el presidente. En este estado sureño, los acentos apalaches son frecuentes, y el personaje de Daniel Day-Lewis recurre a ellos para añadir unas suaves ligaduras (del tipo que hacen pronunciar «half» como «hey-ef», pero más leves).

Además, contaban los contemporáneos de Lincoln que el timbre de su voz era algo estridente. Así que nuestro actor británico le dio ese toque y lo combinó con un firme control de la intensidad con la que habla según el momento. Los lingüistas lo han considerado realista e históricamente preciso. Irónicamente, buena parte de la oratoria política norteamericana fue inspirada por cómo la gente creyó que sonaba un Lincoln elevado a la categoría de leyenda: una potente voz de barítono o bajo, cavernosa y envolviendo a las multitudes como si las arropase con su frecuencia grave y su irresistible potencia. Ignorando la documentación histórica, los oradores que quisieron imitarlo se basaron en los retratos inexactos y hasta torpes de varios actores chapados a la antigua. Hasta que llegó Daniel Day-Lewis y nos dio la referencia más clara de un presidente clave en la historia de los Estados Unidos en uno de los papeles más difíciles de su carrera, que le valió su tercer Óscar.

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