Revista Cintilatio
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Veneciafrenia (2021) | Crítica

El bufón justiciero
Veneciafrenia, de Álex de la Iglesia
Bajo el sello The Fear Collection, Álex de la Iglesia vuelve al largometraje en una película que, homenajeando al terror italiano, se resuelve con un punto de partida original y un desarrollo quebradizo que no siempre mantiene el tiro afinado.
Sitges | Por David G. Miño x | 10 octubre, 2021 | Tiempo de lectura: 4 minutos

La historia nos sitúa en un escenario muy particular, en el que bilbaíno conjuga un giallo multirreferencial que toma Venecia como mapa principal. Álex de la Iglesia, fiel a un estilo propio donde abundan las hipérboles narrativas y un sentido de la estética sucio y dado a la parodia que lo mismo convierte en una broma un asesinato cruento que en drama un chascarrillo inofensivo, entrega con Veneciafrenia quizá la quintaesencia de sus formas, un recorrido por todas sus costumbres e hitos que explota sus premisas sin miedo, pero que se queda atrapado en sus primeros treinta minutos, en los que consigue introducir una mitología y un trasfondo de lo más atrayente, para acabar finalmente detonando sus ideas con más sentido de la comedia y la explotación que del terror, cayendo en cierta reiteración de su gestos habituales y un trasfondo de corto recorrido: basando su idiosincrasia en el superávit de turistas y los destrozos que causan con su masificación a las ciudades que pisan —en este caso, la capital de Véneto— el punto de partida se siente como una excusa no demasiado extensa o proyectada hacia delante como para basar todo un simbolismo en ella, dando a veces la sensación de que la lectura política y social que se extrae de la obra habría resultado más acertada de ser menos incisiva y tener menos relevancia en el resultado final. Veneciafrenia es un disfrute cuando abraza el desenfreno y la locura, cuando salta la sangre y rodea con sus brazos el terror macabro y cierto anarquismo narrativo, pero pierde fuelle cuando abandona sus ideas más atroces y entra en el terreno de lo político, un contexto que obtiene demasiado peso en la obra como para ser considerado simplemente un trasfondo o una línea de base.

Un divertimento de gran carácter y guion desopilante, que deja una sonrisa con facilidad si se mantiene la postura crítica al margen y se permite uno el lujo de navegar sin rumbo por los canales de esta Venecia carnavalesca.

Ingrid García Jonsson protagoniza la película.

En lo argumental, la película sigue a cinco amigos que van a pasar unos días a la ciudad que da forma al título para celebrar una despedida de soltera sorpresa, lugar en el que se empezarán a torcer las cosas a base de bien. En lo primordial, la película sufre particularmente en base al desarrollo de personajes: el grupo protagonista no ofrece una evolución inteligible ni una gracia natural capaz de levantar la función a base de carisma o empatía. Perfiladas las personalidades del grupo principal, y una vez tenidas en cuenta, se echaría en falta una mayor multidimensionalidad que alejara la obra de ciertos momentos de fan service y que aportaran un mayor componente de impredecibilidad al conjunto: si bien Ingrid García Jonsson y compañía lo ponen todo de su parte para resultar convincentes —y lo llegan a conseguir; a ella, a Silvia Alonso o a Cosimo Fusco se le debe gran parte del buen resultado, a pesar de su apresurado tercer acto—, el introducir demasiado drama de personajes en un semi slasher da una sensación final de cierta inconsistencia. Por su parte, no sería de justicia no mencionar la maravillosa banda sonora de Roque Baños como uno de los puntos más altos de la pieza: evocando directamente a los grandes del terror italiano y montando sobre el espectador el estado de ánimo ideal para cada escena y cada loca idea visual que ejecuta la cámara de Álex de la Iglesia, la conjunción entre el apartado visual y el sonoro se complementa con perfección áurea. Veneciafrenia es, al final, un divertimento de gran carácter y guion desopilante, que deja una sonrisa con facilidad si se mantiene la postura crítica al margen y se permite uno el lujo de navegar sin rumbo por los canales de esta Venecia carnavalesca.