Los niños del mar
La filosofía del océano

País: Japón
Año: 2019
Dirección: Ayumu Watanabe
Guion: Hanasaki Kino (Manga: Daisuke Igarashi)
Título original: Kaijû no kodomo / 海獣のこども
Género: Animación, Fantástico, Aventuras
Productora: Studio 4°C
Música: Joe Hisaishi
Reparto: Mana Ashida, Hiiro Ishibashi, Seishû Uragami, Win Morisaki, Yû Aoi, Sumiko Fuji, Gorô Inagaki, Sanurzhan Suleimen, Min Tanaka, Tôru Watanabe
Duración: 110 minutos

País: Japón
Año: 2019
Dirección: Ayumu Watanabe
Guion: Hanasaki Kino (Manga: Daisuke Igarashi)
Título original: Kaijû no kodomo / 海獣のこども
Género: Animación, Fantástico, Aventuras
Productora: Studio 4°C
Música: Joe Hisaishi
Reparto: Mana Ashida, Hiiro Ishibashi, Seishû Uragami, Win Morisaki, Yû Aoi, Sumiko Fuji, Gorô Inagaki, Sanurzhan Suleimen, Min Tanaka, Tôru Watanabe
Duración: 110 minutos

Un ensayo de carácter filosófico-existencialista acerca de la relación del ser humano con el mar, la búsqueda incesante de conocimiento y la consiguiente explotación de los recursos disponibles a cualquier precio.

El mar, cuna de vida y muerte. Sarcófago de los osados, paraíso de los considerados. Nuestra conexión con el líquido elemento es indiscutible, y aún así nos esforzamos por maltratar su casa. Detrás de una clara intencionalidad trascendental —desmesurada en ocasiones— y bajo un discurso ecologista, Ayumu Watanabe, responsable de la adaptación homónima del manga de Chūya Koyama: Space Brothers, critica, en una cinta con luces y sombras, la conducta del ser humano para con el océano, satirizando de manera recurrente acerca de la verdad universal de que nos creemos conocedores de todo lo que transcurre a nuestro alrededor.

Bajo la ventana temporal de un verano cualquiera, seguimos la vida de Ruka, una joven estudiante de secundaria. A causa de su excesiva competitividad, un encontronazo con una rival trunca por completo los planes de la protagonista para sus ansiadas vacaciones, convirtiéndolas en un completo aburrimiento hasta la llegada de unos excéntricos y misteriosos hermanos, a los que conoceremos en un primer momento como «los niños del mar». Son diversas las lecturas posibles acerca del argumento principal, sobretodo con respecto al sentido en sí mismo de la historia. ¿Podemos tomarnos de forma literal los acontecimientos ocurridos a lo largo de la cinta o, por el contrario, la intención del director era mostrar en forma de una enorme metáfora la problemática existencial de la raza humana y la creación del universo? Por un lado, toda la cinta, hasta llegado el clímax final, tiene un tono pseudo-realista y científico del que puede ser inferido una lectura literal, haciendo así que la existencia de «los niños del mar» sea real, que las aventuras de Ruka transcurrieron de la forma mostrada y que el excéntrico final simplemente representa una suerte de bucle temporal, en el que cada cierto tiempo, una «elegida» —siempre una mujer, según se nos da a entender— es puesta a disposición de unos «niños del mar», para así intentar abrir la mente de la humanidad.

Siendo esta una interpretación relativamente superficial y poco imaginativa, no se puede obviar la posibilidad de una lectura —haciendo gran uso de la imaginación, puede que demasiado— mucho más metafórica, en la que los acontecimientos relatados tengan una profundidad mayor más allá de la aparente. Por ello, procedemos a desmenuzar y analizar todos los elementos dignos de mención que se encuentran a lo largo de la cinta y que pueden, por lo tanto, aportar una visión diferente.

Ruka, narradora de la historia, simboliza el afán competitivo, la atracción natural por el conocimiento y la inocencia propia de la juventud, no habiendo sido corrompida aún por los intereses políticos y el dinero detrás de acciones inmorales. Con todo esto, el espectador es puesto a la altura de la protagonista, como si de un adolescente se tratase, consiguiendo de esta manera que la visión de la joven —y por lo tanto la nuestra— se contraponga a la de los adultos que explotan a «los niños del mar» para conseguir información. De este modo, las injusticias de los directivos generan malestar e inconformidad. Pero por supuesto, no todos los adultos iban a tener una actitud tiránica, pues es el personaje de Jim —biólogo marino responsable del cuidado de los niños— el encargado de mostrar bondad hacia los jóvenes y rebeldía contra el sistema, exhibiendo esta última como una acción sin repercusión alguna, dando a entender que ni los propios involucrados pueden conseguir un cambio de parecer en los mandatarios.

La obra de Watanabe, con todas sus luces y sombras, atrae. Consigue lo que pretende, y lo hace bien: muestra un espectáculo visual sin parangón y da que pensar, sobre todo acerca de nuestra propia naturaleza.

Llegados a este punto, es momento de reflexionar sobre la piedra angular y núcleo de la metáfora que la cinta representa: el paralelismo entre océano y universo. Toda la trama gira en torno a un acontecimiento misterioso llamado el «Festival». Haciendo gran uso de la mitificada figura de la ballena, son estos cetáceos los encargados de transmitir —como si de mensajeros se tratasen—, a través de sus cantos, una invitación para asistir a la celebración. En un primer momento, puede parecer que el misticismo alrededor del «Festival» no es más que la materialización en forma de acontecimiento del afán de conocimiento del ser humano, pero si tenemos en cuenta el anteriormente mencionado paralelismo entre océano y universo, la celebración anunciada por las ballenas, y como en los minutos finales puede comprobarse, simboliza sin lugar a dudas el Big Bang, momento en el cual Ruka presencia un torrente de experiencias surrealistas que culminan con la llegada de una comprensión mayor del mundo y de la existencia misma de la vida.

La majestuosidad de las criaturas marinas es sorprendente.

Aún siendo esta una película con grandes virtudes, son los defectos en la narración los que ensombrecen el resultado final. Como una maquinaria bien engrasada, la trama transcurre de forma fluida e hipnótica, dando las respuestas justas y creando las preguntas adecuadas en el momento preciso; pero no es hasta la llegada del desenlace, momento en el que el espectador espera una última gran iluminación, la explicación definitiva, cuando el clímax inconexo y excesivamente surrealista genera una sensación de desconcierto poco favorable. El excesivo mensaje trascendental que Ayumu Watanabe presenta no hace sino entorpecer el desarrollo del guion, pues es la falta de sustento, la ausencia de explicación —no siendo necesaria una resolución absolutamente clara, por supuesto— y la carencia total de tacto a la hora de colocar las piezas del rompecabezas lo que produce confusión y que puede —y de hecho consigue— hacer que el mensaje resulte extremadamente difuso y complicado de entender.

Para culminar, sería un insulto no dedicar unas cuantas líneas a comentar la preciosa y evocadora estética de la cinta. El enfermizo esfuerzo que ha sido dirigido a conseguir una representación fidedigna de la fauna y flora marinas no es en vano, pues gracias a ello la experiencia del visionado de este filme no podría ser más hipnotizante. Pero, como en la mayor parte de los casos, la perfección no existe, y en el caso de Los niños del mar viene de la mano de un incómodo uso —en ocasiones— de la combinación de animación en 2D y 3D, consiguiendo de esta forma una amalgama de movimientos que resultan poco gráciles y sacan al espectador de la inmersión conseguida por esos maravillosos fondos marinos. La obra de Watanabe, con todas sus luces y sombras, atrae. Consigue lo que pretende, y lo hace bien: muestra un espectáculo visual sin parangón y da que pensar, sobre todo acerca de nuestra propia naturaleza. No deja indiferente a nadie, y eso es un hecho. Concienciémonos de nuestro entorno, no destruyamos por destruir existiendo alternativas a ello, pues como bien se enuncia en la cinta: todo nace del mar, todo necesita el mar y todo vuelve al mar.

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