Lo que la verdad esconde
Oda al cine adulto disfrutón

País: Estados Unidos
Año: 2000
Dirección: Robert Zemeckis
Guion: Clark Gregg, Sarah Kernochan
Título original: What Lies Beneath
Género: Intriga, Terror
Productora: DreamWorks SKG, 20th Century Fox, ImageMovers
Fotografía: Don Burgess
Edición: Arthur Schmidt
Música: Alan Silvestri
Reparto: Harrison Ford, Michelle Pfeiffer, Diana Scarwid, Joe Morton, James Remar, Victoria Bidewell, Katharine Towne, Miranda Otto, Amber Valletta, Eliott Goretsky, Wendy Crewson, Ray Baker, J.C. Brandy
Duración: 123 minutos

País: Estados Unidos
Año: 2000
Dirección: Robert Zemeckis
Guion: Clark Gregg, Sarah Kernochan
Título original: What Lies Beneath
Género: Intriga, Terror
Productora: DreamWorks SKG, 20th Century Fox, ImageMovers
Fotografía: Don Burgess
Edición: Arthur Schmidt
Música: Alan Silvestri
Reparto: Harrison Ford, Michelle Pfeiffer, Diana Scarwid, Joe Morton, James Remar, Victoria Bidewell, Katharine Towne, Miranda Otto, Amber Valletta, Eliott Goretsky, Wendy Crewson, Ray Baker, J.C. Brandy
Duración: 123 minutos

Norman y Claire forman, aparentemente, la pareja perfecta, pero una serie de sucesos extraños abrirán el oscuro baul de los secretos. Una joya del thriller doméstico que cumple hoy 20 años, y lo celebramos con esta oda al cine adulto más disfrutable.

Había un momento en el que el cine afrontaba conflictos adultos y reales —o no tanto— sin perder su esencia de medio de entretenimiento. A veces podía tirar más hacia el drama, o más hacia el suspense, pero el público general, fuese cual fuese su rango de edad, sabía a lo que se exponía, entendía los conflictos con los que se iba a encontrar en la pantalla grande, e incluso, en ocasiones, podía sentir que, en cierta manera, estos hablaban sobre ellos mismos. En Speed: Máxima potencia (Jan de Bont, 1994), a pesar de lo trepidante del argumento, todos nos podíamos sentir como Sandra Bullock, esa chica cualquiera que sube a un autobús. O en Instinto Básico (Paul Verhoeven, 1992) una truculenta trama sobre homicidios en serie alude a —como bien índica el título de la película— nuestros deseos más primarios, algo compartido por todo el mundo. Siempre desde un punto de vista adulto, sin tender a la comedia «tontorrona» o infantiloide —como ocurre hoy en día con el cine palomitero—,  por el simple miedo a aburrir al gran público. Y es verdad que los ejemplos citados sobre todo provienen de la década de los noventa, pero es que aquel fue el momento estelar del cine adulto. Y dentro de ese cine, surgió un género que conectaba mejor que ninguno con la clase media americana: el thriller doméstico. Familias perfectas, con modales perfectos y sus casas perfectas, sufriendo horrores en sus propias viviendas. Y esa conexión podría provenir de dos orígenes completamente opuestos: estarían aquellos que verían las vidas de esas familias como la suya propia y, por otro lado, esa gente que odiando el estilo de vida americano estándar, disfrutaría del puro ensañamiento. En La mano que mece la cuna (Curtis Hanson, 1992) hay algo que te hace ponerte del lado de Rebecca de Mornay, porque los Bartel son tan absolutamente perfectos en todo que incluso dan rabia. La película de la que vamos a hablar hoy, a pesar de ser ya de una década distinta, encaja en este género del thriller doméstico afincado a ese cine adulto tan disfrutón: Lo que la verdad esconde (Robert Zemeckis, 2000).

Claire y Norman forman lo que aparentemente es una pareja perfecta.

Norman y Claire forman, aparentemente, un matrimonio normal y feliz. Él es un reputado investigador y profesor en genética. Ella, en cambio, se conforma —aunque en pleno 2020 suene extraño— con ser ama de casa, a pesar de su pasado como laureada violinista. Sin embargo, algo rompe esa maravillosa estabilidad familiar: algo tan común como la marcha de Caitlin —la hija de Claire— a estudiar a la universidad. Esta ausencia creará en Claire un estado de vacío que poco a poco derivará a otras cosas, como sucesos aparentemente extraños en su casa, que acabará rompiendo por completo esa burbuja de felicidad.

Sería completamente frívolo analizar Lo que la verdad esconde como algo que no es, como algo que nos gustaría que fuera más que lo que el director Robert Zemeckis pretende que sea. Porque sí, es una película loca, irregular, poco coherente y difícil de sostener, como ya comentaron todas las críticas que salieron abucheando a la película y como bien sostiene el mísero 51 que tiene el film en Metacritic. Tal vez el listón tan alto que dejó la filmografía del director, con grandes joyas cómo la ganadora del ÓscarForrest Gump (1994), ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988) o la trilogía de Regreso al futuro (1985), hicieron que la prensa especializada se esperase algo más relevante cinematográficamente. Pero no, Lo que la verdad esconde no es ese tipo de película, porque no pretende serlo. Desde su reparto, liderado por dos superestrellas de la talla de Michelle Pfeiffer y Harrison Ford, hasta su poca disposición a tratar de ser coherente con los giros argumentales, está película es pura fachada, puro producto de marketing, tan efectivo como disfrutable. Todo esto en el mejor sentido de la palabra: un taquillazo de primer nivel. Y claro, eso explica el tremendo éxito de taquilla que representó Lo que la verdad esconde —con trescientos millones de dólares de recaudación—, casi un clásico instantáneo, cuyo éxito vuelve a repetirse cada vez que la retransmiten por televisión.

Lo que la verdad esconde es un filme que se agarra desesperadamente a su espíritu más telenovelesco para acabar siendo una peli de tarde de alto standing.

La bañera cumple un papel importantísimo en la trama, siendo el lugar de los mejores momentos de la película.

La mayor virtud de Lo que la verdad esconde es que, ya desde el principio, no tiene miedo a mostrar todas sus cartas. Personajes sin ningún tipo de trascendencia, fantasmas cuya identidad parece que el guion se va inventando sobre la marcha, accidentes de tráfico que de repente aparecen para dar explicación a otros sin sentidos, giros loquísimos…. todo esto, junto a la maestría de Zemeckis detrás de las cámaras, hacen que la película sea una mamarrachada más que disfrutable. El director aprovecha toda esquina, todo espejo de esa rústica casa americana para crear el truco del susto, para hacer que la película casi parezca una «atracción de feria», como diría nuestro adorado Martin Scorsese. La película juega con nuestras expectativas comenzando por el propio casting. Como bien recoge el periodista Tom Reimann en su artículo1 sobre la película para el portal Collider, sin saber nada, nadie podría imaginar que Harrison Ford a.k.a. Han Solo —o para algunos Indiana Jones—, el héroe definitivo, podría acabar siendo el villano de esta cinta —papel por el que, según dicen, rechazó otros trabajos más jugosos, probablemente no queriendo dejar pasar esta oportunidad de oro para él—. Y bueno, cómo olvidarnos de esa bañera, que casi puede considerarse un personaje más de la historia, gracias a los momentazos que nos aporta.

Entre los tópicos de las películas de fantasmas, Lo que la verdad esconde incluye también una sesión de espiritismo.

La película fue tachada de irregular, fallida, «telefilmazo» y, sobre todo, hueca. Y sí, puede que Lo que la verdad esconde no tenga ningún mensaje implícito consigo. Que solo sea puro divertimento para el espectador. Pero también se puede apreciar como una joya del pasado, como una de esas películas que ya prácticamente no se hacen, porque parece que al público general no le interesa ir a verlas al cine. Casi una rareza y un tesoro para apreciar. Sin embargo, tampoco se puede decir que sea del todo vacía. Porque con ella, Zemeckis nos quiere transmitir un mensaje universal que casi da miedo: toda familia perfecta y aparentemente feliz tiene sus problemas guardados en la habitación más profunda de su casa, y para aparentar la perfección, a veces, hay que pretender que esos problemas nunca han existido. Por ello, es casi poético que la mayoría de veces la aparición del fantasma de la película se diese en el baño de la casa. Incluso metafórico, diría yo.

Por todo esto y más, nunca podremos ponernos en contra de una película de las características de Lo que la verdad esconde. Un filme que se agarra desesperadamente a su espíritu más telenovelesco para acabar siendo una peli de tarde de alto standing. Una rareza en una época en la que parece que todo debe de ser reinvindicativo y con un mensaje socialmente relevante. Lo mejor, la bañera y todos los momentazos que nos deja. Lo peor, que nuestra obsesión por buscar tres pies al gato no nos permita disfrutar de una película hecha para el más puro divertimento. Las cosas así nos hacen añorar aquella época dorada de las grandes estrellas de Hollywood.


  1. Reimann, T. (2020, 20 julio). Why the Casting of ‘What Lies Beneath’ Makes It One of the Best Thrillers Ever Made. Collider. https://collider.com/why-what-lies-beneath-is-good-movie-harrison-ford-villain/[]
:: before


:: before

¿Quieres recibir mensualmente nuestras nuevas publicaciones?