Hay veces que reírse de todo y de todos es exactamente lo que hace falta para poder seguir, en la vida real, la que nos preocupa y nos mantiene conectados, dando la talla. El humor negro, la comedia más irreverente que uno se pueda echar a la cara, que hace chistes con todo lo que se le pone a tiro —literalmente— encuentra en Barbaque (Fabrice Eboué, 2021) su propia quintaesencia: un matrimonio en decadencia intenta salvar su carnicería cuando, sin que ese fuera el plan, mata a un vegano que previamente les había destrozado la tienda en una protesta en grupo. A partir de ahí, todo es desmadre, sangre, antropofagia, humor políticamente —muy— incorrecto y, sobre todo, un sentido de la narración maquiavélico con el que es muy fácil conectar. La película no siente demasiado respeto por nada, ni siquiera por sí misma, y genera situaciones desopilantes capaces de arrancar sonoras carcajadas, no por lo absurdo sino por lo frontal de la propuesta, que no se corta ante nada y precisamente por eso, se siente como un soplo de aire fresco dentro de las comedias negras que, llegado el punto, son más bien grises. El cineasta francés, que además de dirigir también protagoniza el filme y coescribe el guion junto a Vincent Solignac, encuentra un punto de ruptura con lo convencional para saltarse a la torera todas las voces que, seguramente, le dijeron en algún punto de la producción algo parecido a «no se te ocurra meter eso en la peli».
La comedia más loca y original de la temporada, un festín de cuchilladas, machetazos, carniceros caníbales y veganos chalados.
Lo que hay que reconocerle a Barbaque, además de su iconoclastia y el modo con el que se ríe de todo lo que toca sin inmutarse, es que nunca es abiertamente vejatoria: hace parodia, hace caricatura, hace sátira, pero siempre desde un sentido del humor tan descontrolado que genera escenas tan fuera de sí que uno la acaba mirando, entre sonrisas y algún pensamiento de «no puede haber pasado eso» igual que a ese familiar bruto que realmente no tiene mala intención pero sí muy mala leche. Sus premisas de «carniceros versus veganos», como si se tratara de una rivalidad ancestral digna del más sesudo ensayo —referencias a Romeo y Julieta incluidas—, la sola mención del «cerdo iraní» o la inclusión entre los personajes de esa suerte de Hitler del lobby de las cárnicas hacen que el conjunto, pese a estar narrado con una seriedad diegética que asusta —de ahí es de donde nace su humor y su capacidad de provocar la risa: situación desquiciada más formalidad fílmica igual a chiste instantáneo— llegue a poder ser considerado como un enredo delicioso y sanguinario del que apetece ver más y más pese a lo salvaje de sus ocurrencias. Fabrice Eboué ha conseguido dirigir con Barbaque la que es probablemente la comedia más loca y original de la temporada, un festín de cuchilladas, machetazos, miembros cercenados —todo tipo de miembros, en la extensión más polisémica del término—, carniceros caníbales y veganos chalados que se hace un hueco sorteando todo tipo de obstáculos para convertirse en una pieza de culto instantánea. ¡V Power!