Bandido
Cine que reivindica, cine de trinchera

País: Argentina
Año: 2021
Dirección: Luciano Juncos
Guion: Renzo Orestes Felippa, Luciano Juncos
Título original: Bandido
Género: Drama
Productora: Amania Films, Dalmira, El Médano Producciones S.L, Hiperkinesis Films
Fotografía: Nadir Medina
Edición: Rodrigo Melero
Música: Álvaro Fombellida
Reparto: Osvaldo Laport, Juanma Lara, Vicky Rios, Hernán Alvarellos
Duración: 95 minutos

País: Argentina
Año: 2021
Dirección: Luciano Juncos
Guion: Renzo Orestes Felippa, Luciano Juncos
Título original: Bandido
Género: Drama
Productora: Amania Films, Dalmira, El Médano Producciones S.L, Hiperkinesis Films
Fotografía: Nadir Medina
Edición: Rodrigo Melero
Música: Álvaro Fombellida
Reparto: Osvaldo Laport, Juanma Lara, Vicky Rios, Hernán Alvarellos
Duración: 95 minutos

En este su segundo largometraje de ficción como realizador, el argentino Luciano Juncos nos entrega una historia humana y sencilla que, a pesar de sus acotados presupuestos, hace posible la máxima en arte fundamental: menos, es más.

Esta peliculita argentina —y adopto el diminutivo adrede, pues al contrario que otros muchos filmes más largos en metraje, este sabe jugársela— se estrenó en una o dos pantallas en ese aún incierto 2021 en España. Los cinéfilos que pudieron disfrutarla en pantalla grande, a pesar del empeño del equipo de Luciano Juncos en su exhibición, en su mayoría, la gozaron de lo lindo. Los demás, hemos tenido que esperar dos años a su estreno en plataformas digitales, dado que en el año de su estreno y el siguiente como digo fueron demasiado poco contados sus pases. Uno da las gracias a ese boca oreja tan especial a veces, y que no siempre acierta. No hay más que recordar esas Historias mínimas (2002) de Carlos Sorin (o sin necesidad de irse tan lejos volver a ver Ficción de Cesc Gay) para darse cuenta de que también en cine menos, es más. Y de cómo un buen guion es, fue y podrá ser siempre una historia que, sin contar mucho, haga posible el milagro gracias a un magnífico plantel de actores que se dejan ver con simpatía ya sean protagonistas o antagonistas. Cine por tanto de idea, pues la unidad dramática desde Aristóteles es tan importante como necesaria. Pero también de personajes, auténticos titanes de la fotogenia y expresividad a la vez y que adopta de nuevo la terminología de Sorin ya mencionada anteriormente, solo que don Carlos rodó y montó su material en base a tres protagónicos que acaban conociéndose por azar.

A nivel de contenido, Bandido es la historia de Roberto (Osvaldo Laport), un cantante al que se le ha apagado la voz y que no encuentra motivación para seguir haciendo lo que únicamente sabe. Roberto de primeras parece un ser simple y que se lleva con normalidad con su agente español Antonio (Juanma Lara) incluso el día que decide dejar de cantar, arreglándole una cita con un prestigioso político que solo a Antonio le salvará el culo. Un suceso que no desvelaré hace que Bandido se reúna con una serie de personajes marginales de un barrio de las afueras de la ciudad, y así conoceremos sobre todo a dos de ellos (actores no profesionales) entre los que destacan un vagabundo acordeonista que además es viejo amigo de Roberto, y un sacerdote que no es tal —se considera a sí mismo instructor de almas— que ponen contra las cuerdas a Antonio, ya que el día de un concierto, la policía y el poder en la sombra, que quiere ejercer el derecho de medio barrio a tener una macroantena para recibir con más potencia la señal telefónica de los que más pagan, se presenta con una especie de orden de desahucio sobre un solar ocupado en buena lid por este conjunto de músicos locos.

Un más que agradable descubrimiento. Cine realista, bello, sencillo.

Osvaldo Laport en una captura de la película.

Luciano Juncos, que fue productor en Los besos (Jazmín Carballo, 2014) y debutó en la dirección con La laguna (2013) junto a Gastón Bottaro nació en 1991 en este país del que hablamos, consiguiendo sobre todo gracias al trabajo que nos ocupa, hacerse valer dentro del cine social, que nos entra con la dulzura de una canción (esa fabulosa Volveré) para criticar con dureza al caciquismo servil de unos pocos frente a la voluntad popular de una mayoría. El guion coescrito junto a Renzo Orestes Felippa decíamos, es un prodigio que incomoda, y hace bien. Por otro lado, Laport tiene una composición del personaje progresiva, mostrando un carácter nada excéntrico, sino humilde y sencillo, que no se achanta, convirtiendo su personalidad mínima en algo comparable, salvando las distancias de producción y caracterización, con el Luis Brandoni que vemos en la ahora popular serie de Cohn y Duprat, Nada, y es que de este crítico gastronómico, Roberto (en la ficción) hereda esa voluntad de sirviéndose de su presunta notoriedad, ayudar al precio que sea al que considera más débil. También se parece al personaje de la serie de Disney+ en el hecho de utilizar medios afines, y es que, aunque en Bandido es un intangible como la amistad lo que le mueve, también lo es la música y la necesidad de volver a cantar, como en la serie lo es el hecho de que, al crítico, su marginal sirvienta Antonia consiga cocinarle un plato sencillo y original, por el que se enamorará de ella, y volverá a su infancia.

La fotografía de Nadir Medina consigue ser eficaz y bella a pesar como decimos del tipo de producción de la que hablamos, así lo hizo ver en anteriores trabajos como Mochila de plomo. La banda sonora y coordinación musical, también muy acorde en todos los sentidos es de Álvaro Fombellida, un factótum de la industria hispano-argentina. La sobria dirección de arte de Florencia Wehbe, hace que nos fijemos especialmente en la labor de vestuario de Mariana Asís —esa chaqueta roja final llena de las clásicas tachuelas así lo desvela— así como de Sol Muñoz. Se trata pues de un trabajo artesanal que bebe de directores como el británico Ken Loach, y que a su vez y a sabiendas de lo que cuesta hoy ganarse ese lugar en el mundo, ahonda en lo lúdico como manera latina de supervivencia y de búsqueda de la necesidad humana de soñar. Los contrastes entre poderosos y pobres se dejan ver igualmente más en el trabajo de Medina —las zonas pobres las vemos también como más grises— que en el de Fombellida, lo que aporta verismo al relato, es decir, algo más que la verosimilitud que siempre se busca y que hace que estemos ante un trabajo que bien pudiéramos señalar como de semidocumental. Estamos pues ante un más que agradable descubrimiento. Cine realista, bello, sencillo, escaso de credenciales y ante el que se ha rendido más la crítica especializada que el público, con premios y galardones. Una auténtica pena, dados los tiempos que corren.

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