Se podría decir que Rusia no ha destacado históricamente por sus incursiones en el cine de género. Probablemente a tenor de su pasado cinematográfico de tradición autoral en algunos casos, o de tintes propagandísticos en otros, nunca han tenido una escena consolidada dentro del fantástico o el terror, y no ha sido hasta estos últimos años que, gracias a figuras como Aleksey Karaulov —guionista y dibujante autor del cómic en que se basa la obra que nos ocupa o del libreto de obras como Gogol. Nachalo (2017) o Gogol. Viy (2018)— o el mismo Nikolay Khomeriki —director, aparte de esta La novena profecía (2019), de filmes bastante interesantes como El rompehielos (2016) o #Selfi (2018)—, han comenzado a trabajar en un tipo de cine al que les cuesta cogerle el pulso. En la película que tratamos aquí, seguimos a una médium que sufre unos cuantos reveses y que termina inmiscuida en un entramado de asesinatos rituales que deberá ayudar a resolver: es precisamente esta cualidad de cine sencillo, sin pretensiones y absolutamente desprejuiciado la que convence con mayor atino, y es gracias a este faceta tan entregada al entretenimiento puro que el espectador podrá pasar por alto las múltiples lagunas de guion, el montaje a veces confuso o unas interpretaciones tendentes al histrionismo en la mayor parte de los casos.
Como decimos, es el tono, y el hecho de que le cuesta encontrar el suyo, su principal hándicap: navega entre la fantasía, el terror, el thriller e incluso el noir, y no parece sentirse cómoda en ninguno de ellos. De haber focalizado sus esfuerzos en un terror más puro y con menos alivio cómico, o haberse dedicado a elaborar una trama con mayor profundidad en cuanto a la búsqueda del asesino, podríamos ahora estar hablando de un filme más completo. Se le nota cierto miedo a entrar de lleno y hasta las últimas consecuencias en su propuesta, y aunque su narrativa como de Cluedo malrollero le favorece de cara a un público que busca una experiencia inocua con la que pasar un rato divertido —y eso es innegable—, se echa de menos un desarrollo superior de los personajes, un simbolismo menos naíf, un enfoque de su mitología más agresivo y un final menos abrupto. Aunque se preocupó desde el casting de poner en el papel principal a una actriz británica —Daisy Head, vista en Underworld: Guerras de sangre (Anna Foerster, 2016) o en la serie de Netflix Sombra y hueso (Eric Heisserer, 2021)— para darle cierto aire de internacionalidad que la ayudara a despegar, la taquilla la castigó con severidad —quizá injustamente— al haber recaudado apenas un millón de dólares frente a los siete que costó producirla.
Un espectáculo de ocultismo bajo la carcasa de un cine sencillo, sin pretensiones y absolutamente desprejuiciado.
La película gana enteros cuando se abre directamente a su parte más oscura y explora tanto el personaje de la médium de habilidades ambiguas como el del policía de pasado turbio interpretado por Yevgeni Tsyganov. Además, su puesta en escena es altamente disfrutable, y aunque su secuencia de apertura sea demasiado radical, descontrolada y con unos efectos visuales no tan logrados, con el transcurso de los minutos rebaja el pequeño despropósito que supone ese arranque y permite introducirse en las calles de un San Petersburgo decimonónico visualmente muy atractivo. Si bien la primera impresión puede ser la de sentirla excesiva y exagerada, irá desvelándose como una obra que es capaz de desplegar recursos narrativos muy interesantes que se toma lo justo en serio a sí misma. La novena profecía no es, pese a sus carencias, un filme descuidado, sino uno al que hay que acceder con expectativas modestas y ganas de pasar un rato agradable viendo un interesante espectáculo de ocultismo a medio camino entre Desde el infierno (Albert Hughes, Allen Hughes, 2001) y El secreto de la pirámide (Barry Levinson, 1985) con algunos momentos verdaderamente inspirados. Puede que le cueste encontrar las teclas correctas, pero uno sale de la sala, como mínimo, con media sonrisa.