El Ministerio del Tiempo
«Somos españoles, ¿no? Improvisen»

País: España
Año: 2015
Creación: Javier Olivares, Pablo Olivares
Título original: El Ministerio del Tiempo
Género: Serie de TV, Aventuras, Ciencia ficción
Productora: Cliffhanger, Onza Partners, Televisión Española (TVE)
Música: Darío González Valderrama
Reparto: Rodolfo Sancho, Aura Garrido, Nacho Fresneda, Hugo Silva, Francesca Piñón, Cayetana Guillén Cuervo, Juan Gea, Jaime Blanch, Mar Ulldemolins, Belén Fabra, Macarena García, Susana Córdoba, Natalia Millán, Víctor Clavijo, Julián Villagrán, Mar Saura

País: España
Año: 2015
Creación: Javier Olivares, Pablo Olivares
Título original: El Ministerio del Tiempo
Género: Serie de TV, Aventuras, Ciencia ficción
Productora: Cliffhanger, Onza Partners, Televisión Española (TVE)
Música: Darío González Valderrama
Reparto: Rodolfo Sancho, Aura Garrido, Nacho Fresneda, Hugo Silva, Francesca Piñón, Cayetana Guillén Cuervo, Juan Gea, Jaime Blanch, Mar Ulldemolins, Belén Fabra, Macarena García, Susana Córdoba, Natalia Millán, Víctor Clavijo, Julián Villagrán, Mar Saura

La ficción de los hermanos Olivares afronta la recta final de su cuarta temporada mostrando las razones que la convirtieron en la serie española favorita de los que no ven series españolas.

Espectadores prejuiciosos

Cuando en 2014 TVE anunció que su nueva serie navegaría por las poco transitadas aguas de la ciencia ficción patria, las cejas de miles de aficionados al género se enarcaron en un ejercicio de recelo sin precedentes desde la cancelación de Firefly (Josh Weddon, 2002). Cuando añadió que versaría sobre viajes en el tiempo imaginamos a Orwell y a Emmet Brown removiéndose incómodos en sus tumbas. Que además pretendiera mezclar un afán didáctico con humor y drama nos hizo echarnos a temblar. ¡Y por si fuera poco llevaría el rimbombante título de El Ministerio del Tiempo! Al contrario que su hermano mayor el cine, la televisión en España no se ha demostrado capaz de crear una serie de sci-fi de calidad desde Historias para no dormir (Chicho Ibáñez Serrador, 1966). El vaticinio más común era pues que se cancelaría tras una primera temporada que nadie vería.

Pero lo que los espectadores prejuiciosos como yo nos encontramos el 24 de febrero de 2015 en las pantallas de televisión superaba todo lo esperable. Nos dejó, boquiabiertos, ojipláticos y todas esas hipérboles que los escritores usamos cuando queremos ahorrarnos descripciones. El Ministerio del Tiempo (a partir de ahora MDT) nos dio una bien merecida patada en los morros al tiempo que demostraba que usando viejos trucos se podía hacer una ficción divertida, ágil, arriesgada, y qué carajo, hasta instructiva.

Muy por debajo de los moscosos o el tercio en la barra del bar de Vallecas, subyace en El Ministerio del Tiempo un auténtico y original deseo por sacar a la luz algunos de los mayores problemas de este país. Cómo trata España a sus hombres y mujeres de valía, y el complejo de inferioridad que desde tiempos atávicos arrastramos como nación.

5 años después y encarando la recta final de su cuarta temporada, el MDT no solo se ha consolidado como una de las mejores series de televisión de este país, sino que destaca por mérito propio en el panorama internacional. Presente en plataformas internacionales, y con adaptaciones en Portugal, China, Francia o Alemania (tiempo habrá de hablar también de las adaptaciones no oficiales).

Tras la serie se ocultan unos guiones atrevidos y sin complejos, coordinados por Anaïs Schaaff, una ambientación magnífica y unos efectos visuales más que solventes, y la todopoderosa figura de los primeros showrunners españoles (o al menos los primeros en ganarse el mérito de extranjerizar su oficio): los hermanos Olivares, Javier y el desaparecido Pablo.

Hugo Silva como Pacino y Nacho Fresneda en el papel de Alonso de Entrerríos.

Una tarta de varias capas

Decía Einstein, en una de las muchas citas falsamente atribuidas a él, que si una idea no podía contarse en una sola frase no era una buena idea. Veamos si se cumple. El Ministerio del Tiempo es un organismo oficial español que tiene acceso a unas puertas que permiten viajar en el tiempo y evitar que el pasado de España cambie. Prueba superada. Y es que parte del éxito del MDT reside en su aparente sencillez. Una sencillez que esconde mucho más. De igual modo que el Lazarillo de Tormes (personaje que por cierto aparece en uno de sus capítulos) es a la vez la desternillante historia de un pobre granuja y la ácida crítica de una época miserable, el MDT es una tarta de varias capas que le permiten llegar a diferentes tipos de espectadores.

Una capa del costumbrismo más español y rancio. Ese de cafelitos en el despacho y chocolate con porras para desayunar, de secretarias chismosas, de funcionarios que se quejan de los recortes, de políticos corruptos y del «vuelva usted mañana». Un costumbrismo que reflejó mejor que nadie el genial Berlanga en sus películas. Pero mientras que el valenciano pasaba por la batidora de su particular visión lo cotidiano y se servía de ello para sacarle los colores a la sociedad, el costumbrismo del MDT es amable, simpaticón y hasta inocente en ocasiones. Las críticas se quedan en la superficie, en lo anecdótico.

Rodolfo Sancho y Aura Garrido.

Océanos de tiempo

No obstante, muy por debajo de los moscosos o el tercio en la barra del bar de Vallecas, subyace en el MDT un auténtico y original deseo por sacar a la luz algunos de los mayores problemas de este país. Cómo trata España a sus hombres y mujeres de valía, y el complejo de inferioridad que desde tiempos atávicos arrastramos como nación.

Al respecto del primer asunto, algo que ya preocupaba a la mismísima Generación del 98, no es casual que en su primer capítulo los agentes del Ministerio tengan que salvar la vida de Juan Martín Diez, el empecinado, un guerrillero que batalló contra el ejército de Napoleón, y que ganada la guerra fue fusilado por orden del rey por el que luchó; el borbonísimo Fernando VII. Ríete tú de los pérfidos ocupantes del trono de hierro al lado de este pieza. A vueltas con la cuestión del maltrato que España da a sus héroes, habría que buscar una nueva categoría en la escala de la ironía para el modo apático con que TVE ha tratado a esta serie, una de las que más alegrías le ha dado en mucho tiempo, y que ha hecho que dos de los grandes como Netflix y HBO sacaran sus talonarios para salir a su rescate.

Acerca del complejo de inferioridad, hecho de tanta raigambre en España, habría mucho que hablar y no es el objeto de este texto. Digamos solo que el MDT se burla de esos complejos cogiéndolos por las solapas y ahondando en la idiosincrasia española sin tomársela nunca en serio. Riéndose del tópico sin renunciar a seguir siendo un tópico. Todo un delicado ejercicio de equilibrio en estos tiempos de pieles finas y banderas en el balcón, y que no siempre ha sido entendido por parte de la audiencia. El MDT reivindica la España de Lorca, Picasso, Campoamor, Lope de Vega, Bécquer, o Velázquez, pero no obvia la de Torquemada y la Inquisición o la del Duque de Lerma y sus pelotazos inmobiliarios. No solo no la ignora, sino que la trae al presente y nos hace mirarnos en ella para comprobar que quizás algunas cosas no han cambiado tanto desde el siglo XVI.

Como hija del mundo digital que es, la serie se volcó desde el principio en mantener una comunicación constante con los espectadores.

Y hablando del autor de Las Meninas, es imposible no citar el trabajo de Julián Villagrán dando vida al pintor de pintores. Su caracterización del maestro sevillano baja al genio de su pedestal y lo convierte en un ser de carne y hueso. Lo humaniza, lo saca del museo y lo transforma en algo tangible y real. Siempre a punto de sobrepasar la caricatura, pero sin dar nunca ese paso de más. Pocas cosas se han hecho más efectivas por llevar a la gente a los museos que ese Velázquez caminando por el Prado mientras escucha reguetón.

Pero además la serie rescata del olvido a un puñado de personajes anónimos cuyos nombres deberían estar escritos en los libros de texto. Nombres como Joaquín Argamasilla, William Martin o Emilio Herrera. Por no hablar del rescate del vertedero del abandono de El Anacronópete, libro pionero en esto de los viajes en el tiempo de Enrique Gaspar y Rimbau, y que entre otras cosas ha servido para reivindicar que mucho antes que la Tardis y un DeLorean una nave española ya surcaba océanos de tiempo, que decía Gary Oldman.

Aura Garrido, interpretando a Amelia Folch, en una captura de la cuarta temporada.

Una rara avis

Para contrarrestar a tanto artista, literato, inventor, político, noble y rey, el MDT pone a los mandos a unos personajes que hubiesen dado mucho juego al inefable Eugenio. ¿Saben aquel de la catalana, el madrileño y el sevillano que viajan al siglo de oro? Un técnico sanitario que ha perdido a su esposa (Rodolfo Sancho), una mujer tan adelantada a su tiempo que el siglo XXI se le queda corto (Aura Garrido) y un más que probable votante de Vox encarnado en un combatiente de los Tercios de Flandes (Nacho Fresneda). Corazón, cabeza y músculo. La idea no pudo funcionar mejor en la primera temporada. Pero los bailes de actores que vendrían después (mal endémico de las series españolas) hicieron que se incluyese a un policía castizo y ochentero (Hugo Silva) y que en un alarde de virtuosismo narrativo una de sus villanas se convirtiese en agente del Ministerio, antes de ser su antagonista (Macarena García). Entre tanto giro de guion, aparición y desaparición de personajes y tramas a medias la serie tenía visos de zozobrar, pero ahí estaba el plantel de secundarios compuesto por Francesca Piñón, Juan Gea, Cayetana Guillén Cuervo o Jaime Blanch para dar un paso al frente y rescatarla del caos en que estaba empezando a convertirse.

Dentro de las prácticas que la serie ha implantado y que la convierten en una rara avis en la ficción nacional está la de rotación de directores. Algo muy habitual en la industria estadounidense, pero de poca tradición en la nuestra. Y lo cierto es que algo deben de saber del negocio los americanos, porque la idea funciona. Las diferentes visiones que han aportado Marc Vigil, Jorge Dorado, Koldo Serra o Abigail Schaaff entre otros enriquecen la serie y la mantuvieron fresca y dinámica. Incluso se han permitido la frivolité de contar con directores invitados de la talla de Paco Plaza.

Cayetana Guillén Cuervo, Jaime Blanch y Juan Gea.

Estrategias para cuidar al espectador 2.0

Si con catorce años me hubieseis preguntado qué sabía de Alejandro Magno os habría sorprendido mi respuesta: mucho. Y no gracias a un profesor de historia motivador, sino a una canción. Concretamente a una canción de heavy metal. La que Iron Maiden dedicó al macedonio allá por 1986. La letra con sangre no entra. Esta es una lección que el MDT conoce a la perfección. La conquista de Méjico, la revuelta de los comuneros, la guerra de independencia o la Armada Invencible están presentes en la serie, pero de un modo cotidiano y alejado de los artificios que hace que esos hechos dejen su poso cuando aparecen los títulos de crédito y nos quedamos con ganas de saber más. Las búsquedas en internet de determinados pasajes de la historia patria durante la emisión de la serie son la prueba.

Una de las cosas que hacen única la serie es el fenómeno de masas en que se ha convertido en redes sociales. En eso también el MDT es pionero en España. Como hija del mundo digital que es, la serie se volcó desde el principio en mantener una comunicación constante con los espectadores. Contenido trans media, material extra, experiencias de realidad virtual o encuentros con los espectadores son estrategias que el MDT ha sabido usar a la perfección para crear una base sólida de seguidores leales. Esta retroalimentación con el fan es la que ha conseguido que una serie a la que el fantasma de la cancelación ha visitado en varias ocasiones siga a flote. En la era de las redes sociales, una masa de seguidores que se mantiene constante y activa sostiene a una serie más allá de datos de audiencia. Y es meritorio que pese a todo, no haya caído en el fanservice.

Otro aspecto clave que revela cómo el MDT conoce al nuevo espectador es su capacidad para generar momentos de verdadero impacto. Nuestra forma de ver ficción ha cambiado, y no solo porque no estamos frente al televisor a la hora señalada, y vemos lo que queremos cuándo y dónde queremos, sino porque además tenemos la atención de un pez frente a una pared negra. Vivimos con la tentadora presencia del móvil siempre a mano y necesitamos algo que nos atrape los escasos quince segundos que no lo estamos mirando de reojo. Hablo de cosas como Julián recitando una canción de Leño a Lope de Vega, de Lorca viendo cantar a Camarón su Romance del tiempo o de un tipo del siglo de oro conectándose a internet. Esas son la clase de momentos que no olvidamos y nos gusta comentar al día siguiente en la oficina o en nuestro TL de Twitter. Seguimos siendo los niños que destripaban en el patio del colegio la peli que habían visto el día anterior en la tele, y el MDT lo sabe.

La historia no es aburrida

Pese a todo la serie tiene sus errores. Excesos de guion y defectos de presupuesto, sobre todo. Y es cierto que en ocasiones se le ven las costuras cuando trata de hilar tramas complejas. Pero son defectos menores, que recubiertos con una capa de humor hacen que sean fácilmente perdonables. Como el rebozado, el humor hace que todo entre mejor.

Lo que no tuvo gracia es que tras unas conversaciones con la NBC para adaptar la serie a Estados Unidos y que se saldaron sin nada concreto, la cadena norteamericana anunciara Timeless, una serie en la que, por esas casualidades que a veces se dan, dos hombres y una mujer forman una patrulla que viaja por el tiempo para evitar que la historia norteamericana cambie. ¿Dónde he visto yo algo parecido? Todo esto se condensó en una denuncia por plagio que la productora del MDT presentó contra NBC y la todopoderosa Sony, y que se saldó con un acuerdo extrajudicial. Nos queda la satisfacción de saber que la serie americana fue suspendida, y la de aquí sigue en emisión… de momento.

Hablaba al comienzo de este artículo de Chicho Ibáñez Serrador, y es imposible no citarlo entre las influencias de este MDT, aunque su presencia tenga más que ver con lo espiritual y su influjo adopte la forma de un magnífico ejercicio de metatelevision y nostalgia televisiva, poniendo tierra de por medio del homenaje al uso. También se ha comparado mucho a la ficción de los hermanos Olivares con Doctor Who, una influencia que Javier nunca ha negado y que es fácil de trazar en algunos capítulos, pero los senderos por los que ambas series transitan no pueden ser más diferentes. Otra influencia reconocible en el MDT es Las puertas de Anubis, la novela de viajes en el tiempo de Tim Powers, y de la que extrae la valiosa lección de que  cualquier tiempo pasado no fue mejor. En resumen, la historia no es aburrida, solo nos la han contado de modo aburrido hasta ahora. Si no me crees acércate al MDT si aún no lo has hecho. Sea por aprender, por entretenerte, por echarte unas risas o porque ver una buena ficción televisiva sin necesidad de poner los subtítulos en español se agradece.

:: before


:: before

¿Quieres recibir mensualmente nuestras nuevas publicaciones?