Revista Cintilatio
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Flee (2021) | Crítica

O la vida como una constante huida
Flee, de Jonas Poher Rasmussen
Todo un descubrimiento dentro del cine de animación, un valiente testimonio de una época y situación políticas clave. Jonas Poher Rasmussen sacude al espectador con su obra y le recuerda un pasado incómodo que ha influido en la situación mundial presente.
Por Javier Mateo Hidalgo | 18 febrero, 2022 | Tiempo de lectura: 4 minutos

El cine de animación ha experimentado en los últimos tiempos un interesante resurgimiento. Si bien en su forma ha experimentado una auténtica diversidad de técnicas, en su contenido se han producido una serie de similitudes o coincidencias como reflejo de la época y sociedad actuales. Es el caso de películas como Persépolis (Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud, 2007), Vals con Bashir (Ari Folman, 2008) o Flee (Jonas Poher Rasmussen, 2021). En todas ellas está presente el tema de Oriente como problemática política: Irán, Palestina o Afganistán representan telones de fondo inestables y conflictivos. Su ciudadanía lleva décadas sufriendo los desmanes, atrocidades e injusticias perpetradas por políticos autóctonos o externos, líderes religiosos o poderes económicos cuyas acciones son motivadas por oscuras intenciones ligadas a la ambición o el fanatismo. Tal vez por ello el formato de la animación resulte una forma adecuada para expresar lo que de otra forma resultaría más crudo de relatar. Su carácter simbólico permite poetizar esa denuncia sin caer en lo frívolo. La opción de narrar esta parte de la historia a través de los casos concretos y vivenciales de protagonistas con nombres y apellidos resulta también llamativa en estos casos citados.

Un grito necesario con el que golpear a una sociedad cada vez más instalada en el hastío y conformismo.

Jonas Poher Rasmussen asume la tarea de dirección y guion en esta producción danesa.

El caso de Flee no deja de ser una pesadilla más aunque con final feliz. Un final feliz como puede ser el de la vida real, siempre agridulce. Dirigida por Jonas Poher Rasmussen, presenta la fórmula de la animación con un fin práctico por necesario: proteger la identidad del protagonista que narra su propia historia como refugiado afgano. Una persona real que rememora su dura biografía, desde su infancia hasta la edad madura. Esta forma de afrontar el relato no solo funciona a modo de escudo protector, sino como potenciador de la poética que puede ser posible en dichos términos. De esta forma, las imágenes dibujadas se funden con las reales, lo figurativo se transforma en abstracto a través de la textura de lo inconcreto. En unos casos para narrar el horror o el desasosiego; en otros para ocultar lo que no debe ser desvelado. En cualquier caso, el testimonio que nos ofrece el film no deja de resultar una forma de concretar el sinsentido de la crueldad humana, de la parte más salvaje del individuo cuando se convierte en un lobo para sí mismo (la famosa locución latina de «homo homini lupus»). A su vez, la narración en primera persona no deja de ser una forma de relatar la maduración personal forzosa y precoz y el autoconocimiento ante la adversidad. El protagonista no solo debe huir de la guerra en su tierra de origen (Afganistán), sino que va perdiendo a su familia cuando esta se ve obligada a ir disgregándose por distintos avatares. Por si fuera poco, debe asumir su homosexualidad en una cultura que no la acepta. El relato de esta biografía es a su vez la de toda una época, que sirve para no olvidar lo que muchos no recuerdan o ni siquiera han conocido. Un testimonio valiente que sirve de recuerdo o de memoria. Un grito necesario con el que golpear a una sociedad cada vez más instalada en el hastío y conformismo, anestesiada como parte de las consecuencias generadas por un mundo globalizado e impersonal. Leyendo el pasado comprendemos el presente y cuestionamos el futuro, aunque desde nuestra posición insignificante solo seamos insignificantes granos en el desierto. Pero debemos ser conscientes y críticos, y el cine representa una extraordinaria herramienta para la toma de conciencia.

Desde su presentación, Flee ha obtenido diversos premios internacionales, como el del Jurado del Festival de Sundance, el del Círculo de Críticos de Nueva York o el British Independent Film Award, entre otros. Además, está nominado a tres premios Óscar, a dos BAFTA y estuvo presente en los Globos de Oro en la categoría de mejor filme de animación. Ello da una idea bastante cercana del interés que ha despertado y del valor que se le ha otorgado. Y del que tendrá en el futuro, convirtiéndose (si no se ha convertido ya) en una película de referencia del cine de animación.