El visitante del más allá
La niña diabólica del espacio
• País: Italia
• Año: 1979
• Dirección: Giulio Paradisi
• Guion: Ovidio G. Assonitis, Luciano Comici, Robert Mundi, Giulio Paradisi
• Título original: Stridulum (The Visitor)
• Género: Terror, Ciencia ficción
• Productora: Coproducción Italia-EEUU; Brouwersgracht Investments / Film Ventures International (FVI)
• Fotografía: Ennio Guarnieri
• Edición: Roberto Curi
• Música: Franco Micalizzi
• Reparto: Mel Ferrer, Glenn Ford, Lance Henriksen, John Huston, Joanne Nail, Sam Peckinpah, Shelley Winters, Paige Conner, Ja Townsend, Jack Dorsey, Franco Nero
• Duración: 101 minutos
• País: Italia
• Año: 1979
• Dirección: Giulio Paradisi
• Guion: Ovidio G. Assonitis, Luciano Comici, Robert Mundi, Giulio Paradisi
• Título original: Stridulum (The Visitor)
• Género: Terror, Ciencia ficción
• Productora: Coproducción Italia-EEUU; Brouwersgracht Investments / Film Ventures International (FVI)
• Fotografía: Ennio Guarnieri
• Edición: Roberto Curi
• Música: Franco Micalizzi
• Reparto: Mel Ferrer, Glenn Ford, Lance Henriksen, John Huston, Joanne Nail, Sam Peckinpah, Shelley Winters, Paige Conner, Ja Townsend, Jack Dorsey, Franco Nero
• Duración: 101 minutos
La ciencia ficción conceptual y el terror se dan la mano en una experimento encomiable pero fallido.
Los años setenta fueron una época extraña para la ciencia ficción. Sumida en una atmósfera cargada de gran densidad intelectual y experimentación, el género dio lugar a una serie de obras de alto calibre conceptual y una buena dosis de psicodelia visual, dejando para la posteridad joyas como El hombre que cayó a la Tierra (Nicolas Roeg, 1976) o Zardoz (John Boorman, 1974), que hoy en día es justo preguntarse si podrían haberse realizado en cualquier otra época. Sin insinuar que este tipo de ciencia ficción un tanto trippy y «filosófica» tuviera una fecha de caducidad predeterminada, y que el aluvión de optimismo y efectos especiales de los años ochenta fuera un acontecimiento inevitable, cabe argumentar que en algunas películas de finales de década se empiezan a notar ciertos signos de fatiga y de falta de imaginación. Sería un tanto injusto calificar a El visitante del más allá (Giulio Paradisi, 1979) de un claro signo de este agotamiento, pero lo es, aunque quizás por otros motivos. No tanto por su escasez en ideas, sino por su desmedida confianza en ellas, tanta que se olvida en numerosas ocasiones de incluir al espectador en su juego, y acaba por caer en los peores vicios de la ciencia ficción conceptual, que difícilmente pueden ser redimidos por sus tampoco escasas virtudes.
Para empezar, El visitante del más allá trata de ejecutar una encomiable hibridación de los géneros del terror y la ciencia ficción, acercando el tópico de la niña diabólica, que había sido excelentemente explotado apenas unos años antes por El exorcista (William Friedkin, 1973), con una trama de guerras épicas interespaciales enmarcadas en un lenguaje pseudo-religioso. La película abre con una misteriosa narración que nos cuenta las peripecias de un tal «Sateen», comandante en una guerra galáctica de tiempos inmemoriales, y su literal caída en la Tierra tras su desobediencia a Dios, donde se mezcló con la población local para dar lugar a un linaje que podríamos llamar a partes iguales demoníaco y alienígena.
Aunque los aspectos más fantásticos del film resultan prometedores, nos dejarán por lo general con ganas.
Esta conexión entre las narrativas bíblicas y los motivos de la vida inteligente extraterrestre había tomado con gran fuerza la cultura popular tras la publicación del libro de ufología de 1968 Charitos of the Gods? (traducido al castellano Recuerdos del futuro), del estafador suizo Erich von Däniken. Las previas condenas por fraude y robo de von Däniken no habían impedido que su libro se convirtiera en un super-ventas, y su hipótesis de los «antiguos astronautas», conocida teoría que juguetea con la idea de que las civilizaciones antiguas de la Tierra podrían haber sido contactadas por visitantes de otros planetas, tuvo un reconocible impacto en la ficción especulativa de la época. Un claro ejemplo fue la saga de Jack Kirby para DC Cómics El cuarto mundo (1970-1973), y otro, en este caso en el ámbito cinematográfico, El visitante del más allá. Si bien las teorías de von Däniken hoy en día no dan mucho más juego fuera de los ámbitos de la pseudociencia y la charlatanería ufológica de peor calado, no deja de ser curioso observar cómo su impacto en la cultura popular y en la ficción ha quedado registrado en la historia y cómo sigue presente hoy en día.
El problema fundamental de El visitante del más allá no es que llame a un segundo visionado para encajar todas las piezas del puzle y encontrar el sentido general de la trama, sino que la idea de volver a ver la película resulte tan poco apetecible.
Sea como fuere, y tenga la narrativa bíblica-inter-galáctica de la película más o menos consistencia (que no la tiene), El visitante del más allá se centra en las peripecias de una mujer rica y opulenta de Atlanta, Bárbara (Joanne Nail), mientras trata de dominar a su hija diabólica Katy (Paige Conner), heredera de este linaje satánico y poseída por un carácter incontrolable y unos super-poderes escalofriantes. Bárbara tendrá que vérselas como mejor pueda contra las fuerzas que tratan de sacar provecho de la situación, desde su pareja Raymond (Lance Henriksen), al servicio de un misterioso cónclave de señores siniestros que buscan explotar el poder satánico de Katy, hasta el susodicho «Visitante», interpretado por John Huston, un misterioso anciano que quizás venga de otra dimensión, o quizás de otro planeta, y que quizás tenga también superpoderes, o quizás no, pero que con total seguridad su objetivo es neutralizar a Katy (o, como descubriremos al final de la película, quizás no). Si todo esto resulta confuso, es porque lo es.
No tendría que ser un problema, a priori, que El visitante del más allá trate de cubrir los puntos esenciales de su trama de un lenguaje visual un tanto místico y una retórica que nos hace entender desde el principio que, sea lo que sea lo que está pasando, no es exactamente lo que estamos viendo o lo que nos están contando. Pero este tipo de encubrimientos han de hacerse con algo de maestría y habilidad para dejar al espectador más o menos satisfecho con no enterarse de nada. Algunos dispositivos simbólicos y metáforas visuales de El visitante del más allá funcionan con reseñable efectividad, como es el caso de la presencia constante de los pájaros y los motivos sobre aves encerradas, petrificadas, como en una estatua, un juguete; e imposibles de encerrar o domesticar, como el oportuno halcón asesino que tiene Katy por mascota. El cuidado decorado del escenario principal de la trama, la casa de Bárbara y Katy, está dispuesto de tal forma que una serie de elementos oclusivos del entorno, como un biombo, los peldaños de la escalera o los marcos de las puertas, se asemejan a los barrotes de una jaula para pájaros. Otros elementos decorativos, como la vegetación exótica en el interior o el absurdamente aparatoso videojuego de Katy, ayudan a componer este espacio como una jaula de cristal, un enorme y lujoso invernadero donde la civilización trata de encerrar, sin éxito, al fiero animal asesino en el que se está convirtiendo la niña.
Pájaros sobre pájaros. Pájaros por todos lados.
Los puntos más fuertes del lenguaje visual de El visitante del más allá descansan, más que en sus momentos más alucinados y cercanos a la ciencia ficción, en su tratamiento particular de los espacios arquitectónicos tanto de la casa de Bárbara y Katy como del tejido urbano de Atlanta, ciudad donde se ubica la acción, y cuyas construcciones modernistas y sus espacioso centros comerciales encuadran a nuestros personajes para dar una lograda sensación general de la tensión entre el lujo y el encierro. Pero El visitante del más allá tiene un problema similar a otras películas de terror cuyos protagonistas son miembros de una clase alta y opulenta, y es cómo lograr que el espectador empatice con un puñado de pijos pedantes y egocéntricos. Al final, la maestría con la que El visitante del más allá nos presenta a su elenco encerrado en una burbuja de lujo y elitismo pomposo resulta en la sincera sensación, sea esta más o menos intencional, que los personajes reciben lo que se merecen.
Al final, la efectividad de la película de enmarcar a sus protagonistas en este contexto de alta sociedad se vuelve contraproducente, y su inefectividad en dar salida a los pocos pero prometedores momentos más propios de la ciencia ficción dan el mal ejemplo de mostrarnos apenas un vistazo entrecortado de una película mucho más interesante, que quizás podamos disfrutar si volviéramos a ver el film desde el principio y lográsemosmos enmarcarla en esta épica más general pseudo-religosa-inter-galáctica. Pero el problema fundamental de El visitante del más allá no es que llame a un segundo visionado para encajar todas las piezas del puzle y encontrar el sentido general de la trama, sino que la idea de volver a ver la película resulte tan poco apetecible. Si bien El visitante del más allá requiere nuestra admiración por todo proyecto que busca la experimentación y la hibridación, que no se contenta con una narrativa cerrada y simplista y pretende ofrecer una historia un tanto más abstracta y no tan sencilla de interpretar, la película no encontrará muchos adeptos más allá de los que encuentran algo agradable y valioso en una obra que sencillamente les deja estupefactos, sin ningún tipo de pista de que lo que hayan visto no sea más que un torbellino de sinsentidos. Personalmente, aunque me encuentro habitualmente en este grupo, no me cuesta mucho pensar en mejores ejemplos que éste.