Vidas pasadas
Lo que pudo ser y no fue
• País: Estados Unidos
• Año: 2023
• Dirección: Celine Song
• Guion: Celine Song
• Título original: Past Lives
• Género: Romance. Drama
• Productora: 2AM, A24, CJ Entertainment, Killer Films
• Fotografía: Shabier Kirchner
• Música: Christopher Bear, Daniel Rossen
• Reparto: Greta Lee, Yoo Teo, John Magaro, Jonica T. Gibbs, Isaac Cole Powell, Jane Yubin Kim, Kristen Sieh, Nathan Clarkson, Keelia, Federico Rodriguez
• Duración: 106 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 2023
• Dirección: Celine Song
• Guion: Celine Song
• Título original: Past Lives
• Género: Romance. Drama
• Productora: 2AM, A24, CJ Entertainment, Killer Films
• Fotografía: Shabier Kirchner
• Música: Christopher Bear, Daniel Rossen
• Reparto: Greta Lee, Yoo Teo, John Magaro, Jonica T. Gibbs, Isaac Cole Powell, Jane Yubin Kim, Kristen Sieh, Nathan Clarkson, Keelia, Federico Rodriguez
• Duración: 106 minutos
El debut de Celine Song en el largometraje nos cuenta una historia sobre las oportunidades que dejamos pasar y las vidas que no vivimos en una película notable pero demasiado formal como para llegar a la excelencia.
Dentro del mundo del cine hay muchos géneros que son de sobra conocidos y reconocibles por todos (wéstern, musical, ciencia ficción, terror, romántico, etc.). Sin embargo, dentro de estos géneros, existe a su vez una larga lista de subgéneros que están menos definidos pero que son igualmente icónicos. Dentro del romance, por ejemplo, existe un subgénero de películas al que personalmente me gusta llamar «gente que se enamora mientras pasea hablando». Así dicho, puede no ser muy descriptivo. Pero si decimos títulos como Antes del amanecer (Richard Linklater, 1995) (y toda la trilogía posterior), Antes de que te vayas (Chris Evans, 2014), Breve encuentro (David Lean, 1945) o la primera mitad de Stockholm (Rodrigo Sorogoyen, 2013) seguro que ya se hace una idea de a qué clase de película nos referimos. Y este año una nueva se ha unido a esta creciente lista: hablamos de la ópera prima de la directora Celine Song, Vidas pasadas (2023).
La historia del filme sigue durante varios años a Nora y Hae Sung, una pareja de niños en Corea del Sur que ha de separarse cuando los padres de Nora emigran a Canadá. Años después, mientras ella estudia escritura creativa en la universidad, vuelve a ponerse en contacto en Hae y ambos comienzan una relación a distancia que termina de forma abrupta. Años después, viviendo ella en Nueva York con su marido estadounidense, Hae Sung visita la ciudad y ambos se reencuentran. En ese momento Nora confrontará su pasado y se enfrentará a la reflexión sobre las decisiones tomadas a lo largo de su vida.
La película sabe dotar a todos los personajes de la necesaria profundidad para que el expectador empatice con ellos sin juzgarlos.
Como decíamos, Vidas pasadas es una película que encaja dentro del subgénero de cintas como la trilogía Antes del de Linklater, sin embargo, lejos de repetir la fórmula, Song la adapta a las necesidades de su historia. En primer lugar, nos encontramos con una película dividida en tres momentos cronológicos, que recogen la niñez, la adolescencia y la edad adulta de nuestros protagonistas. Esto, por sí mismo, ya nos da una idea de la forma en que la directora hace girar todos los elementos de la película en torno a sus temas centrales. Pero además de esto, lejos de apoyarse únicamente en su diálogo, como hacen otras obras similares, la ópera prima de Song se muestra mucho más cinematográfica, recurriendo a la fotografía y al montaje para agrandar la historia del guion. De esta forma, veremos metáforas visuales (como los dos personajes protagonistas caminando por dos calles que se bifurcan en el momento en que se ven por última vez, o montajes alternos del día a día de ambos cuando inician la relación a distancia) que enriquecen el guion.
No obstante, teniendo en cuenta el origen teatral de la directora, es evidente que el guion termina siendo el chasis de toda la película, la piedra angular que sostiene todo el conjunto. Y es este sin duda su mejor elemento. Los dos personajes mostrados hacen gala de una tremenda profundidad, estando escritos con muchos matices. Mientras que en su etapa adolescente, por ejemplo, observamos cómo la relación a distancia entre ambos personajes está salpimentada por sus propias inseguridades, en su etapa adulta se reflejan las tribulaciones propias de la nostalgia. Son estos pequeños matices los que hacen a estos personajes tan completos, tan relacionales para el espectador. La mayor parte de los diálogos evitan exponer abiertamente la información y en su lugar se recurre al subtexto para comunicar lo que está pasando en el interior de cada personaje.
Posee muchas virtudes y muy pocos defectos, pero a la vez se echa de menos la otra película que pudo haber sido: una quizá menos perfecta, pero más especial.
Generalmente, las historias románticas en las que hay cualquier tipo de triángulo sentimental suelen recurrir a una fórmula tan antigua como efectiva: asegurarse de que uno de sus vértices es el evidente antagonista de la historia. Esto ofrece una forma fácil y placentera para el espectador de resolver el conflicto a expensas de historias predecibles y repetitivas (que se lo digan a mi conciudadana Corín Tellado, que se convirtió en la escritora en español más leída de la historia gracias a dicha fórmula). Hubiera sido muy fácil para Song hacer lo mismo, y pintar al esposo de Nora como un mal marido que impide que su mujer esté con el hombre al que ama, a Hae Sung como un egoísta al que no le importa arruinar una pareja para obtener lo que el quiere, o a la propia Nora como una manipuladora. Pero Vidas pasadas es mejor que eso. Todos los personajes están escritos para que el espectador empatice con ellos. Arthur, el marido de Nora, se nos muestra como una buena persona que se siente insegura ante los sentimientos que, claramente, su mujer tiene hacia otro hombre, pero sin caer nunca en la toxicidad o la posesividad. Hae Sung no es más que la pobre víctima de un amor que no ha podido ser, pero que a la vez tampoco quiere romper ningún matrimonio. Y, cómo no, Nora, la protagonista de esta historia, es una mujer atrapada entre la espada y la pared, entre un marido con el que ha construido una vida en común y un amor del pasado que todavía no ha olvidado.
Es quizá este el núcleo alrededor del que toda la cinta órbita, la diferencia entre lo que fue y lo que pudo ser. Por un lado, Nora tiene en Arthur su vida normal, aquella erosionada por los sinsabores de la cotidianidad y que, a pesar de cierta monotonía, le hace feliz. Por el otro, Hae Sung representa el «y sí…?», aquella vida que nunca llegó a elegir, que es un misterio que se clava como una espina en su memoria. Ambos son hombres a los que Nora quiere y a quienes no desea herir, ambos representan una parte de ella misma y es ahí donde radica el drama de la película, en que Nora ha de elegir entre las dos mitades de su propia alma.
Además de ello, la película trata otra serie de temas de forma menos evidente, siendo uno de ellos la cuestión social. Si bien nunca se dice esto de forma explícita, Nora y Hae Sung pertenecen a clases sociales diferentes. Mientras que él se muestra como un joven de una familia trabajadora, que necesita estudiar y trabajar mucho para tener un mínimo estatus socioeconómico, Nora, hija de una familia de intelectuales y artistas de clase acomodada, dispone de una serie de privilegios que la separan de Hae Sung. En este sentido, Arthur también se muestra como alguien que encaja más con su estilo de vida, un hombre que también se dedica a la escritura y al que conoce en una residencia artística para jóvenes escritores. Hoy en día, el mundillo del arte, y en especial de las subvenciones, programas de residencias, retiros, becas, etc., es uno profundamente elitista al que solo se accede a través de las conexiones adecuadas, y que básicamente existe para que unos grupos muy pequeños de personas que ya se conocen de haber ido a las mismas universidades se den oportunidades entre ellos. Es por ello que en la residencia en la que Nora conoce a Arthur vemos diversidad de todos los tipos excepto de clase social. Hae Sung por su parte pertenece a otro mundo, uno en el que las oportunidades no se dan sino que han de ser buscadas. Si bien esto nunca se expone claramente, este es también un factor que propicia que los caminos de ambos personajes se separen y que refleja la realidad de un mundo actual en el que el ascensor social está empezando a no funcionar como debería.
Celine Song construye una historia de amor llena de sutilezas pero profundamente emotiva.
Por otro lado, Vidas pasadas también captura lo que uno denomina «la experiencia de vida millennial». Esto está definido a nivel más bien genérico por una generación con trabajos de alto prestigio y que requieren una cierta formación intelectual pero que no proporcionan una seguridad económica concordante. Es así que, a pesar de ser escritores de cierto éxito, Nora y su marido se ven atrapados en una vida de clase media, con sus desilusiones y asperezas, que hace si cabe la vida de fantasía que Nora puede imaginarse al lado de Hae Sung más magnética. En un sentido más profundo, esto encaja con la forma en que la generación millennial ve el mundo. Las redes sociales han popularizado cosas como el FOMO, la ansiedad por vivir las vidas que vemos en redes sociales pero que no son reales. Estar a medio camino entre la vida real y la vida ideal que existe únicamente en nuestra imaginación, la vida que nos parece mejor porque es la que no vivimos, los derroteros por los que nuestras vidas no fueron y ahora, desde la lejanía, parecen tentadores, es el argumento entorno al cual Celine Song construye su historia.
Lamentablemente, la película no se libra de algunos de los pecados que se han hecho comunes en el cine independiente de los últimos años, siendo quizá el más relevante un ritmo que nunca llega a funcionar del todo. Sin llegar nunca a ser lenta, sí parece en ocasiones querer encallar narrativamente a pesar de que, a diferencia de lo que pasa en otras películas como Drive My Car (Ryûsuke Hamaguchi, 2021), The Tribe (Miroslav Slaboshpitsky, 2014) o Fresas salvajes (Ingmar Bergman, 1957) su ritmo pausado no sea algo que aporte a la historia. No obstante, el mayor defecto de la cinta viene de ser muy buena en casi todos los apartados pero nunca llegar a ser especial en ninguno, de ser una película que casi parece diseñada en un laboratorio para ser perfecta pero de la que se ha extirpado cualquier rastro de personalidad, de genio, de ser diferente, quedándonos con una obra muy buena pero a la que le falta algo que la haga especial, algo como esa escena final de Lost in Translation (Sofia Coppola, 2003) en la que Bill Murray le dice algo a Scarlett Johanson que nosotros nunca escuchamos; como Benjamin y Elaine escapando juntos en autobús de la iglesia durante la boda de ella en El graduado (Mike Nichols, 1967) o como los dos protagonistas enamorándose sin llegar a intercambiar una sola palabra en Hierro 3 (Kim Ki-duk, 2004).
Quizá el aspecto donde más se nota esto es en el campo de las actuaciones, no porque sean malas (todo lo contrario) sino porque se sienten en todo momento sumamente encorsetadas. El reparto hace un correcto trabajo al traer a la vida a sus personajes, pero nunca veremos esos momentos de magia cinematográfica que surgen cuando un director y unos actores se salen del guion para hacer algo especial, como cuando Jesse mira en silencio a Celine mientras ella escucha música en Antes del amanecer. Paradójicamente, el ser una película tan bien hecha hace que la pequeña distancia que la separa de la genialidad se sienta dolorosamente evidente. Teniendo en cuenta que estamos ante una obra con numerosos elementos autobiográficos de la propia directora y que sin duda cuenta una historia muy personal, se echa en falta que por momentos Vidas pasadas rompa el molde en que está hecha.
De la misma forma que Nora, la protagonista de esta película, se encuentra dividida entre su marido Arthur, el hombre con quien tiene una vida monótona pero feliz, y Hae Sung, el hombre que representa una vida que pudo ser pero no fue, Vidas pasadas es una película muy bien hecha, con muchas virtudes y muy pocos defectos, y que deja un gran sabor de boca, pero que a la vez hace que echemos de menos la otra película que pudo haber sido: una quizá menos perfecta, pero más especial.