Revista Cintilatio
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Decision to Leave (2022) | Crítica

Un romance para perder en la arena
Decision to Leave, de Park Chan-wook
Alcanzando la cima de su estilo, Park Chan-wook se mueve como pez en el agua en una película que despliega una estética implacable y un guion bellísimo. Su historia de amor y crimen llena un espectáculo fílmico elegante e incontestable.
Cannes | Por David G. Miño x | 24 mayo, 2022 | Tiempo de lectura: 4 minutos

Park Chan-wook es uno de esos cineastas que convierten cada estreno suyo en algo memorable. El coreano tiene ese poder visual en la mirada que hace que todas las imágenes que salen de su imaginario posean una belleza plástica que siempre está dispuesta a convertir lo excelente en extraordinario. En el caso de Decision to Leave (2022), y aunque lejos en tono de su última aproximación al largometraje con La doncella (The Handmaiden) (2016), consigue alcanzar la depuración extrema de su narrativa, tan refinada y con tantas señas de identidad propias que sus conceptos de estilo resuenan a lo largo de toda la obra como la bala de un francotirador: con precisión, pendientes del viento y afianzando el tiro desde el primer minuto al último. Aquí, este maestro del tono narrativo compone una historia de amor indescriptiblemente bella, rodeada de una trama policial muy imaginativa que, a su vez, forma parte de un todo expositivo en el que cada una de las imágenes y de las líneas de diálogo están conectadas entre sí para crear una progresión geométrica del relato que, además, constituye una cohesión perfecta entre todas las partes que participan de ella. Porque en Decision to Leave hay humor, hay tensión, hay romance y hay poesía. Tanta que me sorprendí a mí mismo pensando durante varias escenas en Caspar David Friedrich y su Caminante sobre el mar de nubes, o en la indescriptible Burning (2018) de Lee Chang-Dong, de tanta intensidad bien entendida que es capaz de transmitir el cineasta coreano sin caer en el absurdo ni en el exceso vacío de contenido.

Park Chan-wook merece un monumento por el modo en que es capaz de integrar todos los estados de ánimo en tan solo una película y convertir la visceralidad en belleza.

Park Hae-il y Tang Wei protagonizan Decision to Leave.

Decision to Leave cuenta la historia de un policía veterano que se verá en la tesitura de investigar un crimen curioso: el fallecimiento de un escalador que aparece muerto tras haber caído, aparentemente, de la cima de una montaña. Su primera sospechosa: la mujer del finado. El conflicto: que la atracción que siente por ella será tanta y tan grande que caerá presa del amour fou sin llegar a entender dónde empieza su profesión y dónde terminan sus deseos. Así, Park Chan-wook se revela, de nuevo, como un aglutinador de pura raza, capaz de lograr que el humor en medio del drama resulte natural y que la intensidad de su intriga neo-noir no se sienta vacía o gratuita. No se puede negar, de este modo, que Decision to Leave es su película más hitchcockiana, por el modo en que absorbe las premisas del genial cineasta británico en cuanto a suspense y narrativa y, de un modo parecido a como hizo tantos años Brian De Palma, las ha integrado en su propio estilo pictórico hasta entregar una obra de arte cerrada y rebosante de su identidad. Así, el ser humano en el cine de Park siempre se enfrenta a algún tipo de disyuntiva que lo coloca en la posición de tener que definirse en base a actos y no a ideas. En Decision to Leave esa dualidad está resuelta alcanzando una complicidad con el espectador que hace saltar chispas en las escenas que comparten los personajes de Park Hae-il y Tang Wei, reconstruyendo los actos que acometen en una línea temporal fluida que adquiere más sentido cuanto más los sentimos y menos los queremos conocer, logrando lo que muy pocos cineastas son capaces de llegar a tocar: que sus personajes y su historia vivan en el espacio que hay entre la ficción y la realidad no por lo que dicen, sino por lo que son, invadiendo el pacto tácito entre obra y espectador para sobrepasarlo y convertirse en símbolo. Después de todo, es esta una película que se siente como la culminación de un estilo: los movimientos de una cámara que se mueve solo para cambiar una composición perfecta por otra, una fotografía que desplaza la certeza hacia la emoción, y un nivel narrativo que se apoya en pequeños elementos de tensión para dar forma a una exaltación del carisma que desprende con cada giro y cada punto de inflexión. Park Chan-wook merece un monumento por el modo en que es capaz de integrar todos los estados de ánimo conocidos en tan solo una película, convirtiendo su visceralidad en belleza y la mezcla de géneros en una bandera ondeante que nunca deberíamos permitir que toque el suelo.