Starship Troopers: Las brigadas del espacio
Sátira, fascismo y bichos gigantes

País: Estados Unidos
Año: 1997
Dirección: Paul Verhoeven
Guion: Edward Neumeier (Novela: Robert A. Heinlein)
Título original: Starship Troopers
Género: Ciencia ficción. Fantástico. Acción
Productora: TriStar Pictures, Touchstone Pictures
Fotografía: Jost Vacano
Edición: Mark Goldblatt, Caroline Ross
Música: Basil Poledouris
Reparto: Casper Van Dien, Dina Meyer, Denise Richards, Clancy Brown, Jake Busey, Dean Norris, Neil Patrick Harris, Michael Ironside, Patrick Muldoon, Brenda Strong
Duración: 129 minutos

País: Estados Unidos
Año: 1997
Dirección: Paul Verhoeven
Guion: Edward Neumeier (Novela: Robert A. Heinlein)
Título original: Starship Troopers
Género: Ciencia ficción. Fantástico. Acción
Productora: TriStar Pictures, Touchstone Pictures
Fotografía: Jost Vacano
Edición: Mark Goldblatt, Caroline Ross
Música: Basil Poledouris
Reparto: Casper Van Dien, Dina Meyer, Denise Richards, Clancy Brown, Jake Busey, Dean Norris, Neil Patrick Harris, Michael Ironside, Patrick Muldoon, Brenda Strong
Duración: 129 minutos

Tirando de sátira, acción y ciencia ficción, el neerlandés Paul Verhoeven construye a través de su película una reflexión muy interesante sobre la propaganda y el totalitarismo.

Desde hace unos años circula en el mundo académico un término indispensable para entender la cultura contemporánea, el de postsátira (y su hermana pequeña, la posironía). Básicamente, si la sátira de toda la vida consiste en retratar algo o a alguien llevando sus características hasta el extremo con la intención de ridiculizarlas y criticarlas, en el caso de la postsátira nunca se deja clara si esta ironización busca o no criticar aquello que se retrata. Hilando más fino, puede decirse que la postsátira surge como una crítica a la propia crítica, como una forma de responder a quienes usan la sátira para atacar o cuestionar algo pero luego son incapaces de ofrecer alternativas que no sean igual de malas o incluso peores. En otras palabras, en aceptar la versión satirizada y ridiculizada de la realidad como una opción preferible a cualquier alternativa que puedan proponer quienes realizan la sátira en primer lugar (si la sátira es un ataque, puede entenderse la postsátira como un contraataque más que como una defensa). Un ejemplo bastante evidente de esto se puede ver, por ejemplo, en la película El dictador (Larry Charles, 2012). Si bien casi toda la película es una sátira contra las dictaduras y los regímenes autoritarios, en el tramo final, el personaje del dictador interpretado por Sacha Baron Cohen emite un glorioso discurso en el que describe como en una dictadura las élites serían capaces de controlar medios de comunicación, concentrar la riqueza, usar sus influencias para esquivar la ley, privar a la ciudadanía de cosas como sanidad pública y violar sus derechos humanos… todo ello cosas que en mayor o menor medida también ocurren en las democracias occidentales pero con un notablemente menor grado de indignación internacional. De esa manera, lo que en inicio es una sátira del autoritarismo hecha desde una sociedad occidental pasa a ser una crítica a dichas sociedades. Otro ejemplo incluso más evidente sería la reciente popularidad de memes ensalzando a Patrick Bateman, protagonista de American Psycho (Mary Harron, 2000), personaje que en su momento era una sátira de la cultura capitalista y sexista de EE. UU. durante la segunda mitad del s. XX pero que en épocas más recientes se ha convertido en una herramienta para ridiculizar el fracaso de la sociedad estadounidense para construir alternativas a dicha cultura o incluso para articular una crítica a la misma que no caiga en sus mismos errores y contradicciones. Si bien la postsátira es un fenómeno propio del s. XXI, su origen en el cine puede rastrearse hasta los años noventa, siendo Paul Verhoeven uno de los primeros directores que se atrevió a abrazarlo abiertamente, siendo su película Starship Troopers: Las brigadas del espacio (Paul Verhoeven, 1997) quizá el ejemplo más evidente.

La película se ambienta en un futuro en el que la humanidad vive en una sociedad hipermilitarizada en la que el servicio militar es obligatorio para acceder a la ciudadanía y donde el ser humano ha comenzado a expandirse por el espacio. Es esta expansión la que lleva a los humanos a Klendathu, un planeta habitado por insectos gigantes que la humanidad pretende controlar ya que, debido a su órbita, supone una amenaza para la humanidad. La película nos cuenta la historia de Rico, un joven recluta que se alista en la infantería espacial tras ver su hogar destruido por meteoritos provenientes de Klendathu. Una vez en el planeta alienígena, Rico y sus camaradas se verán envueltos en una batalla para vencer al enemigo a la vez que trata de salvar la vida de sus amigos, en especial de Carmen Ibañez, su antigua novia del instituto.

A lo largo de la película se nos muestra una distopía futurista autoritaria e hipermilitarizada.

Verhoeven es un director que sabe moverse en el contexto de la sátira y la provocación bien entendida (aquella que busca invitar a la reflexión) tal y como vimos en Robocop (Paul Verhoeven, 1987) donde critica el neoliberalismo y el transhumanismo o Desafío total (Paul Verhoeven, 1990) donde añade a lo anterior la crítica al colonialismo, la vigilancia estatal y la destrucción de la privacidad y la libertad individual a consecuencia del avance tecnológico descontrolado. Pero con Starship Troopers: Las brigadas del espacio el director holandés va un paso más lejos a base, entre otras cosas, de hacer el juego de la sátira más complejo. Es así que en esta cinta el realizador holandés se acerca a las coordenadas del fascismo para hacer una sátira de esta ideología, la cual se puede apreciar en numerosos paralelismos plasmados en la pantalla. En primer lugar, es destacable la hipermilitarización que se muestra en la sociedad reflejada en la película: la participación en el ejercito, aunque voluntaria, es necesaria para acceder a la ciudadanía plena (y obtener cosas como el derecho a voto o acceso a la educación universitaria gratuita) y toda la educación está impregnada de propaganda militarista destinada a formar la opinión de los adolescentes. La sociedad que se nos muestra, aunque de apariencia democrática, muestra en realidad un profundo autoritarismo. Por otro lado, el enemigo seleccionado para la película (unos asquerosos insectos gigantes sin ápice de humanidad) no hace sino acentuar este marco ideológico en el que se encuadra la historia.

A esto han de añadirse cuestiones como las similitudes iconográficas entre el simbolismo de la película y el de la Alemania Nazi para entender que estamos ante una sátira sobre el autoritarismo, llevando al extremo sus elementos más característicos con la intención de ridiculizarlos y criticarlos. No obstante, en lugar de hacer esta sátira evidente y telegrafiar sus intenciones al espectador, Verhoeven recurre a mostrarla de una forma postsatírica, es decir, sin comunicar su componente irónico a la audiencia y aparentar, en su lugar, un mensaje de sinceridad. Así, lo que en esencia es una cinta claramente satírica se presenta ante el espectador casi como si se tratara de una propuesta seria y genuina. Esto inmediatamente transforma el comentario que el director pretende con la película, pasando de ser una broma sobre los totalitarismos a través de la ciencia ficción a un desafío al espectador. Verhoeven confecciona una película que alaba de forma irónica a los autoritarismos, y queda a la interpretación del espectador el percibir esta ironía o, en su lugar, caer en la trampa del director y apoyar, inconscientemente, un mensaje abiertamente filofascista.

Para ello, el director holandés recurre a todo un lenguaje narrativo que mimetiza la propaganda propia tanto de las dictaduras autoritarias como de las democracias liberales. Un ejemplo de esto son los fragmentos de vídeos de reclutamiento, inspirados casi plano por plano en los documentales Por qué luchamos (Frank Capra, 1942), o el uso de una puesta en escena llena de momentos heroicos y una música y diálogos que emulan a las grandes cintas épicas de Hollywood. Incluso el reparto seleccionado, compuesto por actores y actrices particularmente atractivos que más parecen modelos que soldados, encaja dentro de esta visión de crear una película usando las herramientas propagandísticas a las que estamos acostumbrados. Es precisamente a través de este lenguaje cinematográfico que Verhoeven establece un paralelismo entre los gobiernos autoritarios y nuestras democracias contemporáneas, mostrando como en ambos casos la propaganda (y en particular la propaganda audiovisual) es usada como herramienta para confeccionar la ideología de las masas.

Mediante el lenguaje del cine de acción se logra manipular a la audiencia.

Porque el gran mérito de Starship Troopers: Las brigadas del espacio es, sin duda, lograr que su sátira sea tan sutil que el espectador no la capte. Engañar a la audiencia para que pique un cebo claramente propagandístico y convencerla de apoyar a unos héroes que rayan en el fascismo con demasiada frecuencia. En primer lugar, se parte de un casus belli cuando menos dudoso (se culpa a los bichos de unos meteoritos que han impactado contra la tierra) a partir del cual se recurre a proporcionar al espectador un punto de vista sesgado y manipulado mediante las emociones para lograr que se adopte una posición acrítica con las motivaciones y objetivos de los protagonistas por muy éticamente cuestionables que estos sean. El director coge personajes a los que normalmente rechazaríamos y juega con nuestra subjetividad para que empaticemos con ellos, y lo logra precisamente porque reproduce en la película el estilo propio del cine comercial y de masas estadounidense que durante décadas ha definido la cultura cinematográfica del país, películas de acción con temas hiperpatrióticos y protagonistas idealizados e idealistas que están a medio camino entre el entretenimiento y la difusión de ideologías imperialistas estadounidenses.

Logra una sátira muy sutil. Un cine de primera categoría que años después de su estreno sigue abierto a reinterpretaciones.

Es aquí donde Verhoeven cruza la línea entre la sátira y la postsátira, al presentar a su sociedad distópica y totalitaria no como objeto de un comentario irónico (si bien ese es el objetivo último de la película) sino como algo que aparentemente se aplaude, desdibujando intencionadamente la línea entre lo satírico y lo genuino. Esto permite al realizador añadir un tema a su obra, uno que separa a esta película de cualquier otra del género: el estudio de lo fácil que es el manejo de la población a través de la propaganda y, más especialmente, a través del medio audiovisual. En lo fácil que es hace que un público en principio democrático termine apoyando a un gobierno autoritario y antidemocrático si se suministra la información de manera adecuada. El director maneja las emociones del espectador para hacerle alienarse con ideas que, en teoría, van contra sus principios, ofreciendo una reflexión muy aguda sobre los peligros de la subjetividad y la forma en que esta puede ser usada por la propaganda para mover el pensamiento de las masas. Paradójicamente, esta genialidad narrativa por parte de Verhoeven es también la que le costó a la película el ser un fracaso entre la crítica y buena parte del público en su momento, el cual, en su mayor parte, no supo apreciar la sátira y únicamente vio una cinta de aventuras espaciales un tanto peculiar.

Son habituales a lo largo de la película las referencias visuales al fascismo que acentúan el caracter satírico de la obra.

Pero además de esta reflexión, es también reseñable la forma en que el comentario de la película no se centra exclusivamente en los gobiernos totalitarios del pasado sino que también atañe a las democracias contemporáneas. Si bien las referencias a la Alemania de Hitler son evidentes, existen también numerosos detalles que nos llevan a realidades políticas bastante más recientes. El ejemplo más claro es el uso de una lluvia de meteoritos para generar histeria colectiva entre la población y lograr el apoyo para una determinada acción militar, una perfecta metáfora de lo que es conocido como doctrina del Shock y que en múltiples ocasiones ha sido utilizado no en ninguna dictadura, sino en nuestras propias democracias occidentales. A eso ha de añadirse, por ejemplo, la reflexión de la película sobre el rol de los medios de comunicación como herramienta al servicio del poder que busca el adoctrinamiento de las masas (toda la película está salpimentada por fragmentos de documentales patrióticos que dejan esto más que evidente). En otras palabras, el as bajo la manga detrás de toda la sátira de Starship Troopers: Las brigadas del espacio es la de mostrarnos, al igual que hiciera más de una década después Sacha Baron Cohen de forma menos sutil, como esos regímenes totalitarios a los que desde occidente miramos por encima del hombro no son, en realidad, tan diferentes de nuestros propios gobiernos democráticos.

Starship Troopers: Las brigadas del espacio fue infravalorada en su momento porque la audiencia todavía no estaba preparada para una sátira tan sutil, mucho menos para una película que maneja la posironía en su comentario político. Afortunadamente, a medida que una nueva generación comprendía lo que el director había querido decir esta película ha sido rescatada hasta transformarse en una obra de culto. Pero hay una vuelta de tuerca más a todo esto. Recientemente, junto a quienes la interpretan de forma literal y quienes aprecian la sátira, ha surgido entre el fandom de esta película un nuevo grupo de espectadores que, conscientes perfectamente de su mensaje, aun así se ponen del lado de los protagonistas y secundan su ideología, argumentando que, pese a sus defectos, el mundo que se no muestra es una alternativa preferible al futuro al que parecemos estar abocados, lleno de incertidumbre, retrocesos democráticos, colapso económico e inestabilidad social. En otras palabras, la sociedad totalitaria distópica futurista que se nos presenta en la cinta es adoptada como una forma de crítica hacia los defectos de nuestras sociedades democráticas contemporáneas, lo cual es sin duda un nuevo giro sobre una cinta a la que no le faltan interpretaciones. Sin duda una lectura inesperada por parte de su director, pero que demuestra que Starship Troopers: Las brigadas del espacio es cine de primera categoría que años después de su estreno sigue abierto a reinterpretaciones. Y como se suele decir, las buenas películas no se terminan de hacer cuando concluye el rodaje o cuando se estrenan, sino cuando son vistas.

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