El enigma de otro mundo
Alienígenas en el ártico
• País: Estados Unidos
• Año: 1951
• Dirección: Christian Nyby, Howard Hawks
• Guion: Charles Lederer (Historia: John W. Campbell)
• Título original: The Thing from Another World
• Género: Ciencia ficción, Fantástico, Terror
• Productora: Productor: Howard Hawks. RKO Radio Pictures
• Fotografía: Russell Harlan
• Edición: Roland Gross
• Música: Dimitri Tiomkin
• Reparto: Margaret Sheridan, Kenneth Tobey, Robert Cornthwaite, Douglas Spencer, James R. Young, Dewey Martin, Robert Nichols, William Self, Eduard Franz, Sally Creighton
• Duración: 87 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 1951
• Dirección: Christian Nyby, Howard Hawks
• Guion: Charles Lederer (Historia: John W. Campbell)
• Título original: The Thing from Another World
• Género: Ciencia ficción, Fantástico, Terror
• Productora: Productor: Howard Hawks. RKO Radio Pictures
• Fotografía: Russell Harlan
• Edición: Roland Gross
• Música: Dimitri Tiomkin
• Reparto: Margaret Sheridan, Kenneth Tobey, Robert Cornthwaite, Douglas Spencer, James R. Young, Dewey Martin, Robert Nichols, William Self, Eduard Franz, Sally Creighton
• Duración: 87 minutos
Antes de la adaptación de 1984 de John Carpenter, este clásico de RKO inauguró una década dorada para el cine de ciencia ficción.
Hoy en día es complicado volver los ojos sobre el cine de ciencia ficción de la década de 1950 sin reparar en su aura de era dorada, repleta de clásicos inolvidables y momentos legendarios que definieron para siempre el género, sumada a la imagen de hilarantes dramones de época y un especial brillo campy. Aunque es imposible deshacerse de la posición desde la que recibimos la cultura, una excesiva perspectiva histórica puede ocultar y soterrar los auténticos esfuerzos de innovación, creatividad y excelente habilidad cinematográfica que encendió y revolucionó la ciencia ficción audiovisual a mediados de siglo. Una advertencia parecida deberíamos hacernos al ver El enigma de otro mundo (Christian Nyby y Howard Hawks, 1951), todavía muy anterior al momento de autoconciencia casi paródica del género de finales de década, paradigmáticamente representado por La masa devoradora (Irvin S. Yeaworth Jr., 1958), e incluso de los grandes clásicos que elevaron el propio género como La Tierra contra los platillos voladores (Fred F. Sears, 1956), La invasión de los ladrones de cuerpos (Don Siegel, 1956) o La mujer y el monstruo (Jack Arnold, 1958). Años antes, RKO se encumbró como una productora pionera del cine de monstruos y platillos volantes con este épico thriller de supervivencia en el ártico, que inspiraría el clásico de 1982 de John Carpenter.
El enigma de otro mundo es la película que ven los niños en La noche de Halloween de John Carpenter (1978), anunciando el próximo proyecto del director.
El enigma de otro mundo se centra en las peripecias de un heterogéneo grupo de soldados, científicos y otros oportunistas con la misión de estudiar un extraño impacto producido cerca de una estación de investigación en el ártico. El grupo pronto descubre que lo que se ha estrellado en el hielo es un auténtico platillo volante a cuyo piloto, congelado en un témpano de hielo, deciden llevarse a la base. A partir de entonces, desviándose por completo de la adaptación de Carpenter, se sigue un trepidante y terrorífico drama de persecución y terror al más puro estilo de Alien, el octavo pasajero (Ridley Scott, 1979), casi treinta años antes, donde un insospechado grupo de diversas procedencias y habilidades, obligados a trabajar en equipo por sorpresa, han de hacer uso del ingenio y la determinación para encontrar los puntos débiles del claramente superior depredador de otro planeta.
En principio, puede entenderse que un esquema así de tradicional y común a tantas iteraciones históricas del género empobrece la visión de la película, que bebe de un planteamiento narrativo explotado hasta la saciedad por la propia Alien, pero también Depredador (John McTiernan, 1987), la ya mencionada La cosa (El enigma de otro mundo) de John Carpenter o, por poner un ejemplo actual, la reciente Life (Daniel Espinosa, 2017). Pero quizás sea al contrario: si abstraemos y reducimos los elementos de este esquema común de alien vs. supervivientes, podremos apreciar por contraste los puntos específicos que elevan y diferencian El enigma del otro mundo de su extenso conjunto de herederos, no ya como un ejemplo más, sino como una formidable exploración de los miedos concretos de su contexto y su curiosa propuesta de resolución.
Los expedicionarios rodean el cuerpo congelado del alienígena.
No estamos hablando solo de los profundos miedos recién infundados a la guerra nuclear, ni necesariamente de la paranoia anticomunista presente en La invasión de los ladrones de cuerpos, aunque la naturaleza aparentemente vegetal del invasor alienígena de El enigma de otro mundo y la supuesta indiferencia ciega con la que succiona la sangre de sus víctimas como simple mecanismo de supervivencia aluden al colectivismo frío e implacable con el que se demonizaba comúnmente a la Unión Soviética y sus aliados durante la época, supuestamente carentes de un sistema moral tradicional y de consideración por los valores individuales. Pero el nuevo miedo de la sociedad norteamericana que El enigma de otro mundo plantea y dramatiza a la perfección es la aprensión del ciudadano común ante los avances dudosamente éticos de la ciencia durante la Segunda Guerra Mundial y la figura del científico como un tipo arrogante y megalomaníaco, casi siempre de apariencia y acento germánico o eslavo, dispuesto a supeditar la vida humana e incluso el peligro de extinción de la especie misma a sus superfluas ansias y veleidades de conocimiento científico. Este conflicto está representado con gran habilidad mediante la confrontación entre el Capitán Patrick Hendry (Kenneth Tobey) y el laureado científico Dr. Arthur Carrington (Robert Cornthwaite).
Una década dorada se abría para el cine de ciencia ficción, y El enigma de otro mundo se acabaría por reivindicar a sí misma como un brillante e inspirador ejemplo que ayudó a abrir tan fantásticos caminos.
En un momento en el cual el gobierno de los Estados Unidos iba a tener que hacer grandes esfuerzos para convencer a la población de la necesidad de la escalada nuclear y de la carrera espacial, El enigma de otro mundo parece apoyarse en una serie de valores anteriores que priman la intuición y el instinto de supervivencia humanos, sumados a la fantasía prometeísta de que, con las correctas habilidades y profesionalidad y la adecuada resolución y determinación de espíritu, cualquier obstáculo puede superarse. Pero sería un error identificar esta constelación de valores «sencillos», encarnados en el Capitán Hendry, como el mero romanticismo individualista norteamericano haciendo de las suyas. Al fin y al cabo, el grupo de supervivientes capitaneado por Hendry no ha de enfrentarse solo a la criatura, sino a un equipo científico dispuesto a poner en riesgo sus vidas por el ansia descontrolada de conocimiento y a un frío e implacable gobierno que toma en mayor consideración la supervivencia del alienígena que la de sus subordinados (en una anticipación a la denuncia al corporativismo de Alien que resulta imposible dejar pasar).
Las discusiones de los científicos sobre la naturaleza y moralidad del alienígena conducen a complicadas preguntas sobre la condición humana y la de su opuesto.
Es, en definitiva, el complejo sistema de personajes lo que elevan a El enigma de otro mundo muy por encima de sus contemporáneos y la colocan en la colección de los mejores hitos del género. Aunque el diálogo se sucede a una velocidad difícil de seguir, y muchos personajes acaparan el escenario sin que quede muy clara su función o sus intereses, son estos intercambios constantes entre Hendry, Carrington, los soldados, los científicos, el periodista que busca la exclusiva definitiva sobre los platillos volantes e incluso los intercambios por telégrafo con las despóticas autoridades gubernamentales, lo que aporta a la película una intensa sensación de urgencia y una constante atmósfera de peligro a medida que se suceden los planes fallidos o que las tensiones entre los personajes van en aumento. Incluso el personaje femenino de la película, Nikki (Margaret Sheridan), a pesar de seguir ocluido por una trama romántica que contiene la amenaza de una mujer independiente en el ámbito del trabajo en general y de la investigación científica en particular (una tensión que se había hecho patente fundamentalmente gracias a la masiva incorporación de las mujeres al mercado laboral durante la Segunda Guerra Mundial), logra brillar con una fuerza y frescura que la llevan más allá del simple interés romántico del protagonista masculino.
Si bien El enigma del otro mundo se apunta una gran serie de aciertos en sus escenarios y decorados, supera con creces las expectativas con sus efectos especiales y sus momentos de acción y logra un emblemático antagonista precisamente mediante un alienígena que parece el cruce del monstruo de Frankenstein y una planta (denominado en algún momento de la película como «zanahoria sobrehumana»). Es el elaborado retrato emocional y personal que realiza de sus personajes, en sus acciones individuales y colectivas y en sus constantes tensiones y conflictos interpersonales, lo que convierte a la película en un verdadero clásico. Una década dorada se abría para el cine de ciencia ficción, y El enigma de otro mundo se acabaría por reivindicar a sí misma como un brillante e inspirador ejemplo que ayudó a abrir tan fantásticos caminos.