Tren a Busan
Línea directa al colapso

País: Corea del Sur
Año: 2016
Dirección: Yeon Sang-ho
Guion: Yeon Sang-ho, Park Joo-suk
Título original: Train to Busan / 부산행
Género: Terror, Acción, Ciencia ficción, Drama
Productora: Next Entertainment World, RedPeter Film
Fotografía: Lee Hyung-deok
Edición: Yang Jin-mo
Música: Jang Young-gyu
Reparto: Gong Yoo, Ma Dong-seok, Ahn So-hee, Kim Soo-an, Jeong Yu-mi , Kim Eui-sung, Choi Woo-sik, Shim Eun-kyung, Choi Gwi-hwa, Jang Hyuk-jin, Ye Soo-jung, Park Myeong-Shin, Jeong Seok-yong, Chang-hwan Kim, Kim Jae-rok
Duración: 118 minutos
Festival de Sitges: Mejor director y Efectos especiales (2016)

País: Corea del Sur
Año: 2016
Dirección: Yeon Sang-ho
Guion: Yeon Sang-ho, Park Joo-suk
Título original: Train to Busan / 부산행
Género: Terror, Acción, Ciencia ficción, Drama
Productora: Next Entertainment World, RedPeter Film
Fotografía: Lee Hyung-deok
Edición: Yang Jin-mo
Música: Jang Young-gyu
Reparto: Gong Yoo, Ma Dong-seok, Ahn So-hee, Kim Soo-an, Jeong Yu-mi , Kim Eui-sung, Choi Woo-sik, Shim Eun-kyung, Choi Gwi-hwa, Jang Hyuk-jin, Ye Soo-jung, Park Myeong-Shin, Jeong Seok-yong, Chang-hwan Kim, Kim Jae-rok
Duración: 118 minutos
Festival de Sitges: Mejor director y Efectos especiales (2016)

Efectista y original, esta trepidante obra coreana de zombis no solo nos proporciona un divertido espectáculo de vísceras, sino que su retrato del pánico colectivo resulta en una escalofriante premonición de nuestro presente apocalíptico.

En un mundo de inmediatez totalitaria, hay algo de culpable en llegar tarde a una película. Pero lo realmente fascinante son aquellas películas que, sin saberlo, parece que llegaron antes de tiempo. No cabe duda que hay mucho en Tren a Busan (Yeon Sang-ho, 2016) que nos recuerda a ese fatídico y paranoico año de 2016: las turbas justicieras, burdos y soberbios hiperricos, la desconfianza y la sensación de decadencia y ese clima general de crispación. Pero para que todo ello se desatara de forma explosiva aún tendrían que pasar cuatro años, y quizás siempre habíamos sido así de paranoicos y agresivos y una catástrofe biológica, como la de Tren a Busan, tan solo habría sacado a la superficie los seres mezquinos y vulnerables que siempre hemos sido. Es por ello por lo que el filme no solo es, ante todo, una escalofriante premonición de la pandemia, sino una demostración de que nuestra predisposición al pánico y al todos-contra-todos ya estaban flotando en el aire.

Tren a Busan puede parecer, en un primer vistazo, otra típica película de zombis, pero lejos de entretenerse con aburridos clichés del cine Z, aporta una serie de giros creativos que nos recuerdan a los mejores ejemplos del género. El fundamental, de lo que ya nos avisa el título, se debe a su localización: una línea de ferrocarril en la que se cruzan una serie de viajeros inconscientes mientras se desata un apocalipsis zombi. Con un sencillo giro que familiariza la película a algo tan cotidiano como un viaje en tren, Tren a Busan reformula y adapta el clásico tropo del cine de zombies de los «fortuitos compañeros de desastre», donde un grupo de desconocidos tendrá que ponerse de acuerdo para sobrevivir en el que es, paradigmáticamente, el escenario que compartimos con desconocidos en nuestro día a día: el transporte público.

Ma Dong-seok intrepeta al personaje más emblemático y divertido del film, que redime buena parte de las incosistencias del héroe protagonista fuera y dentro del guion.

Para ello la película cuenta con una gran habilidad, como nos tiene acostumbrados por lo general el cine asiático, para componer un magistral elenco coral. A partir del ocultamiento y revelación selectiva del pasado y la historia de los distintos personajes, cada uno encuentra sus huecos en las diversas escenas de acción para mostrar su valor, o su fracaso, a la hora de enfrentarse a la infección zombi. A medida que los muertos vivientes van abriéndose paso por los vagones del tren, los distintos grupos de supervivientes, separados y reunidos intermitentemente mediante un guion magistral, deberán encontrar sus propias estrategias para hacer frente al pánico colectivo y la necesidad de llegar a una estación segura.

Pero frente al reparto coral, los verdaderos protagonistas son los come-carne, resultado de un fabuloso diseño y caracterización y una terrorífica y frenética pulsión agresiva que nos recuerda a los no-muertos de 28 días después (Danny Boyle, 2002) y casi inevitablemente a la serie Kingdom (2019), aunque Tren a Busan carece de la ambición y la dimensión trágica de ésta última. Honestamente más humilde,  sin embargo aprovecha los estrechos pasillos de los vagones del tren y sus pequeños recovecos para provocar un sentimiento generalizado de angustia y claustrofobia, no enfrentado sino más bien ayudado por la agresividad explosiva de los infectados.

Tren a Busan puede parecer, en un primer vistazo, otra típica película de zombis, pero lejos de entretenerse con aburridos clichés del cine Z, aporta una serie de giros creativos que nos recuerdan a los mejores ejemplos del género.

Y aunque la película es, ante todo, un ejercicio efectista y divertido de violencia, acción y trepidantes giros de guion, dos o tres elementos fuera de lugar resurgen de vez en cuando para evitar que alcance los objetivos que ella misma se plantea. El film, por lo general, no tiene problema en tomarse poco en serio y abrazar sin tapujos sus momentos más desenfadados, pero ciertas escenas se sumergen con tanta libertad en lo absurdo e inverosímil que hacen perder por momentos el sentido trepidante de la trama y, con peores consecuencias, la sensación de peligro.

Tampoco hay ningún problema especial con sus personajes, y aunque rocen en ocasiones lo insoportable, los supervivientes por lo general se hacen querer, incluso los que suponen un mayor incordio para el grupo y los más irritantes para el espectador. Pero la película falla estrepitosamente al intentar despertar nuestra empatía por su héroe protagonista, interpretado por Gong Yoo, un estresado financiero y pésimo padre que viaja con su hija en el tren. De todos los mensajes ideológicos del filme, en casi todo momento en las coordenadas de la solidaridad y la cooperación, resultan bien encajados al final, este desastroso arco de redención resulta el menos convincente. No es que su actitud inspirada y valiente contra los infectados no sea admirable, es que su faceta de padre desastroso y despreciable chupasangres financiero son tan evidentes que la posibilidad de perdonarle al final resulta lo más inverosímil de una película de zombis especialmente chorra.

Convenientemente, un equipo de béisbol que viajaba en el tren aporta a nuestros protagonistas un puñado de bates para machacar zombis.

En un momento característicamente sangrante del film, se alude a que el fondo de inversiones de Gong Yoo ha tenido algo que ver con el estallido de la epidemia zombi. Pero la entendible confusión y desesperación de uno de los trabajadores de la empresa ante la horrorosa posibilidad algo de culpa de este colapso sangriento es rápidamente aplacada por el héroe protagonista, quien parece satisfecho con su papel en todo este asunto si llega al final de la meta con su hija bajo el brazo. La culpa del colapso no es de nadie, parece decirnos el film, mientras golpees con clase en la cabeza de un zombie con un oportuno bate de béisbol.

Pese a estos momentos dudosos, los golpes de bate atinan con gracia en Tren a Busan, la sangre y las vísceras vuelan como deslumbrantes fuegos artificiales y el terror y la comedia se interpelan con éxito en un resultado final suficientemente original y extraordinariamente divertido. No hay que disculparle demasiado al film para atreverse a disfrutar de sus momentos más gamberros y terroríficos, además de para apreciar su habilidad para tocar con muchas de las patologías sociales de nuestro tiempo. No cabe duda de que Tren a Busan seguirá dando que hablar durante mucho tiempo, al menos mientras la paranoia y el pánico colectivo sigan siendo las marcas de nuestra enfermiza reacción ante el colapso. Pero en ese contexto es precisamente donde se hace más relevante defender sus mensajes más positivos sobre la solidaridad entre desconocidos ante el peligro, y no sus inconsistentes ramalazos de romanticismo pobre. Quizás no es una cuestión de qué está más presente en la película, sino de con qué queramos quedarnos.

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