C.B. Yi, director y guionista de Moneyboys (2021), es taiwanés pero se crió en Viena. Y no solamente eso, sino que se formó con Michael Haneke —en los créditos de la obra incluso figura en segundo lugar entre los agradecimientos personales del cineasta—. Comienzo así este texto porque resulta capital para entrar en el filme comprender que C.B. Yi no solo se ha mirado en su mentor, sino en un modo de comprender el cine a nivel formal muy profundo, en el que cada angulación y cada bokeh están ahí para aportar sentido de conjunto, para resaltar un momento, o para desviarse de un objeto para expresar una dirección narrativa. Con Moneyboys, el director enfoca un Taiwán inmisericorde y asfáltico, una república que, a pesar de ser mucho más progresista que China como conjunto —y esto es terriblemente reduccionista, pero no es el objeto de este texto entrar en la complejidad política del gigante asiático—, socava los derechos del colectivo LGTB mediante la invisibilización y otras prácticas coercitivas: a pesar de que, por ejemplo, el matrimonio entre personas del mismo sexo está permitido, menosprecia al colectivo no solamente a nivel institucional, donde obtiene un tratamiento menor y suspicaz, sino en lo social y lo personal, hasta el punto de que hablar en términos de «deshonrar a la familia» y acusaciones por el estilo es una constante en la realidad familiar de las personas queer. Claro que C.B. Yi no se va a concentrar en ofrecer una película reivindicativa al uso, ni a expresar un descontento social a través de las imágenes —aunque, evidentemente, estará implícito—, sino que tomará el acto de la soledad y el abandono y lo elevará hasta la poesía visual más introspectiva. En este sentido, podemos encontrar en la mirada del taiwanés no solo el estilo alejado e inmisericorde de Haneke, sino la belleza abrasadora del Tsai Ming-liang de Rebeldes del dios Neón (1992), la contemplación de emoción implícita y transformación de Tarkovski —esos viajes en tren y en lancha que nos llevan directos a Stalker (1979)—, el sentido estético de Wong Kar-wai o la cualidad de lo indescriptible que vive en el cine de Hou Hsiao-Hsien.
¿Qué nos cuenta Moneyboys? La historia de un joven que huye de su pueblo a la gran ciudad en busca de algo más, y que por el camino, pasará por mil y un penurias y acabará ejerciendo como moneyboy, como prostituto. C.B. Yi, que trabajó en el guion ocho años y se apoyó en una publicación de un activista LGTB taiwanés1 para dar forma a la pieza, aparte de una incisiva mirada al mundo de la prostitución y una importante puesta en valor de la realidad de estos hombres, arroja un punto de vista hasta cierto punto universalizador, con la capacidad para aprehender y llevar a primer plano la lucha por la culpa y la aceptación, independientemente de toda circunstancia personal que la circunscriba. De esta manera, mantiene la cámara en el objeto el tiempo justo para empatizar con los personajes, moviéndola y haciéndola temblar igual que sus propias vidas. Se muestra firme al encuadrar como si fuera el único modo posible de hacerlo, flotando bajo los crueles neones que se ríen al parpadear de los sueños y las aspiraciones; mostrando la camaradería y la unión sin medianías, alejándose y acercándose, creando intimidad y desamparo. Y representa la jungla de asfalto en la que todo el mundo mira hacia otro lado, pero a su vez se ve con la fortaleza como para dar espacio a un baile bajo una farola mientras los autobuses y los coches exhalan humo e indiferencia —qué escena, por favor. Qué escena—.
Apuesta por lo atmosférico y lo poético, por lo verdadero apenas verbalizado, moviéndose en su estética y sus momentos de duda con la misma decisión que en los de pura expansión.
Me siento tentado, asimismo, de establecer con esta Moneyboys una trilogía involuntaria junto con Suk Suk (Ray Yeung, 2019) y Days (Tsai Ming-liang, 2020), no solo por la propuesta temática, sino por la finura y la sensibilidad con la que se enfrentan a sus objetos de estudio. Y también porque casi quiero verlas como los tres estadios del ciclo vital, el de la juventud, la madurez y la vejez: universales y amplias, cada una de ellas a su modo, exceden sus narrativas y las convierten en algo que va más allá. En el caso de Moneyboys, y como ya venía comentando más arriba, es a través de su esencia visual, de su capacidad para penetrar en la conciencia que se convierte en una película mucho más importante, incluso, de lo que parece a primera vista. Porque del mismo modo que habla de resarcir la culpa, de lidiar con ella, lo hace también de la felicidad inconsciente, o de la meta que es quizá menos meta de lo que podría parecer. C.B. Yi tiene fuego en la mirada, la sutileza necesaria como para explorar un todo desde lo mínimo, y un sentido de la tempestad que va mucho más allá de los huracanes y los golpes, que sabe provocar sin dar puñetazos sobre la mesa y conmover sin sacrificar su apuesta narrativa flemática. Y claro, Moneyboys se beneficia de todo ello, apostando por lo atmosférico y lo poético, por lo verdadero apenas verbalizado, moviéndose en su estética y sus momentos de duda con la misma decisión que en los de pura expansión. Y culmina dando paso al pasado, que pudo ser futuro. O incluso presente. Bailando, por supuesto.
- Vena, T. (2021, 17 julio). C.B. Yi • Director de Moneyboys. Cineuropa. https://cineuropa.org/es/interview/407801/[↩]