En Hong Kong, lugar donde transcurre nuestro objeto de análisis, la homosexualidad estuvo penada hasta el año 1991, y por supuesto, aún a día de hoy el matrimonio igualitario entre personas del mismo sexo sigue sin ser reconocido. Tiene esta región administrativa un largo historial de lucha por los derechos LGTBI, que no se amilana ante los continuos reveses que sufren por parte de la justicia y de la opinión pública, que sigue estando muy condicionada y poco proclive a abrirse a opciones sexuales que difieran de lo históricamente aceptado y, por descontado, heteronormativo. En este contexto, que es necesario recalcar para poner en perspectiva y acceder con cierto atino a lo que expone Suk Suk (Ray Yeung, 2019), la película hongkonesa narra la historia de amor crepuscular entre dos hombres, Pak y Hoi, que han vivido ocultándose a plena luz del día, y que ahora, uno con setenta años y otro con sesenta y cinco, dudan sobre su pasado, cuestionan su presente, y fantasean con una vida fuera de las sombras del enorme armario que supone la sociedad y sus familias, la del primero construida sobre los cimientos de un matrimonio al que muchos homosexuales se vieron abocados para no llamar la atención, la del segundo de fuerte religiosidad y muy lejos de mostrarse receptiva.
Es Suk Suk una obra conmovedora, siempre pendiente de los pequeños detalles y de delicadeza exquisita. Siempre desde el más profundo respeto, se cuela en las vidas de estos dos hombres, accediendo desde las grietas por las que entra el aire que les es negado de modo tanto coyuntural como institucional. De esta manera, y valiéndose de un estilo narrativo minimalista —no tanto como el pináculo del amor que edificó Tsai Ming-liang con Rizi (Days) (2020), pero sí lo suficientemente pausado y dosificado como para no sentirse teatral o poco veraz—, accede a los sentimientos más personales y callados de los protagonistas desde el silencio, desde lo visual y estrictamente estético —qué delicia la puesta en escena—, y aunque hablan y verbalizan sus carencias y sus desórdenes, Ray Yeung como artífice realza la realidad adulta y resignada de Pak y Hoi, entregados a una pasión juvenil pero sin abandonar nunca la realidad que les rodea. Esta cualidad, esta delicadeza en el discurso, es precisamente la que permite que Suk Suk se desmarque del convencionalismo —cinematográficamente hablando— y recorra la sensibilidad de todo un colectivo desde lo particular, sin dramatismos innecesarios pero con la contundencia pertinente como para poder elevarlo más allá de lo individual y convertirlo en un manifiesto tan sutil como vigente.
Una obra conmovedora, siempre pendiente de los pequeños detalles y de delicadeza exquisita.
La obra consigue definir la pasión y la contención, el impulso irrefrenable y el miedo a ser expuesto, siempre desde un punto de vista que se mantiene a una distancia intermedia: transforma lo cotidiano —mirar el televisor en el mismo sofá, cogerse de la mano, ir al mercadillo a por ingredientes para la cena— en un símbolo inviolable, que reinterpreta el concepto del amor romántico, históricamente representado desde una óptica juvenil, y lo lleva a la realidad de dos hombres maduros que entienden la pasión y el afecto en otros términos; por otro lado, convierte la lucha activista —la propuesta del hogar para ancianos gay, la reivindicación en sí misma— en un elemento intrínseco de la condición del que pertenece a una minoría oprimida, pero respetando la voluntad del que quiere bajar al ruedo y el que no, sin juzgar ni presionar y otorgando unos valores fílmicos que trascienden el cine de denuncia o de mensaje político: la simple premisa de unirse para sentirse parte de algo, en definitiva para ser libre, pero manteniendo en todo momento una identidad individual y corporal que diverge —entendiendo esto como que no está definida por el grupo— del colectivismo convierte Suk Suk en una obra culturalmente relevante y de subtexto rico y desarrollado.
Además, y por si fuera poco llegados a este punto de la enumeración de sus muchas virtudes, la obra es capaz de generar un interés genuino sobre sus personajes principales, Pak y Hoi, al punto de que, evitando caer en el tokenismo —la definición de un rol en base únicamente a sus características estereotípicas, lo que históricamente consistió en colocar en los relatos personajes de color, queer, etc., y valorarlos solo por esa característica, reduciendo su personalidad a un solo rasgo con la única intención de pagar un peaje o satisfacer una cuota— en el que muchas veces incurren las películas que colocan en el centro de su relato una minoría oprimida y otorgándoles una multidimensionalidad e intensas inquietudes humanas, se sitúa como un filme indispensable y necesario que no solo vindica o pone en primer plano la identidad sexual en la vejez, sino que la entremezcla con excelente pulso psicológico con el ser en sí mismo. Ray Yeung, que ya había explorado la homosexualidad en sus anteriores obras —Cut Sleeve Boys (2006) o Front Cover (2015)— ha alcanzado con Suk Suk la depuración total en el discurso y la elevación de sus inquietudes de estilo hasta el punto en el que confluye el individuo con la sociedad. Nunca es tarde para buscar lo que no se ha tenido.