Evil (Ondskan)
La maldad y el chico que la quiso evitar

País: Suecia
Año: 2003
Dirección: Mikael Håfström
Guion: Mikael Håfström, Hans Gunnarsson (Novela: Jan Guillou)
Título original: Ondskan (Evil)
Género: Drama
Productora: Svenska Filminstitutet / Moviola
Fotografía: Peter Mokrosinski
Edición: Darek Hodor
Música: Francis Shaw
Reparto: Andreas Wilson, Henrik Lundström, Gustaf Skarsgård, Linda Gyllenberg, Marie Richardson, Jesper Salén, Johan Rabaeus, Kjell Bergqvist
Duración: 114 minutos

País: Suecia
Año: 2003
Dirección: Mikael Håfström
Guion: Mikael Håfström, Hans Gunnarsson (Novela: Jan Guillou)
Título original: Ondskan (Evil)
Género: Drama
Productora: Svenska Filminstitutet / Moviola
Fotografía: Peter Mokrosinski
Edición: Darek Hodor
Música: Francis Shaw
Reparto: Andreas Wilson, Henrik Lundström, Gustaf Skarsgård, Linda Gyllenberg, Marie Richardson, Jesper Salén, Johan Rabaeus, Kjell Bergqvist
Duración: 114 minutos

Una cinta muy apreciable y con alto interés moral y sociológico que habla de la educación y la génesis de la maldad. El cineasta sueco Mikael Hafström explora la violencia en la adolescencia y sale airoso con una película gélida y potente.

El cine siempre tuvo un pequeño lugar entre sus filas para tratar un tema tan importante como la educación. Sirvan como precedente filmes como Diarios de la calle (2007), de Richard LaGraveneseLa clase (2008), de Laurent Cantet o la archiconocida El club de los poetas muertos (1989), de Peter Weir. Todas ellas cintas levemente aleccionadoras —aunque sin caer en la bofetada— que dejan caer una fuerte crítica al sistema educativo, siempre en contra del conservadurismo y a favor de una enseñanza 2.0. Pero la película que hoy nos ocupa llega desde Escandinavia, más concretamente desde Suecia —ni que decir tiene que estos países nos sacan varios años luz en lo que a materias educativas se refiere—, y viene firmada por Mikael Hafström, un cineasta que después de esta magnifica ópera prima fue rebajando poco a poco el nivel con cintas que, si bien no malas, si inferiores a esta Evil (Ondskan), como la entretenida Sin control (2005) o la enésima adaptación de Stephen King1408 (2007). El libreto viene firmado por el propio director y el guionista Hans Gunnarsson, sobre la novela de Jan Guillou.

Erik, interpretado magníficamente por el debutante Andreas Wilson, es un joven de dieciséis años al que expulsan de su escuela por comportamiento violento y asocial, motivo por el cual todas las puertas que podría tener abiertas para concluir su enseñanza secundaria se ven cerradas, por lo que solo queda una opción que su madre utiliza desesperada: enviarlo a un centro privado interno, hogar de la alta alcurnia y donde habitan los más despreciables seres, corrompidos por el poder y deseosos de liderazgo. Y estoy hablando de los alumnos. Pero Erik, con fuertes convicciones y una valentía y un orgullo más allá de toda lógica, solo quiere satisfacer los deseos para consigo de su madre, por los cuales ha sacrificado tanto, y poner fin de una vez por todas a esa primeriza etapa de educación para poder finalmente vivir su vida conforme a su persona. Lo cual no va a estar exento de complicaciones.

En la cinta que nos ocupa, la violencia es objeto de análisis .

Una gran parte de la fuerza dramática de la cinta reside en que, entre otras vicisitudes, el marido de la madre de Erik es un maltratador de libro. Violento, hipócrita, machista y retrógrado. Y esta personalidad fiera recae con malevolencia sobre la figura del chico, somentiéndolo continuamente a terribles humillaciones que el aguanta estoicamente para, intuimos, no herir aun más a su madre, una persona reprimida a la fuerza y desmoralizada, que profesa un amor sin límites por su hijo. La película plantea en principio un debate controvertido, pues Erik es un muchacho violento y desajustado, con el que se nos insta a empatizar. La pregunta que nace es, por lo tanto, si la educación del chico es la responsable de su conducta, si lo es el ambiente en su hogar o si por la contra es algo innato de su persona, que nunca aceptó variación. Y la respuesta se va soltando con cuentagotas, en un desarrollo de personajes ejemplar —narrado en forma de pequeñas historias—, una contención interpretativa magistral y un clímax final arrollador.

Posee una gélida atmósfera que es responsable de la perfecta simbiosis entre técnica y belleza de que goza toda la obra.

Como comentábamos antes, y en base a su temática compartida con El club de los poetas muertos, Evil (Ondskan) explica lo mismo con otro lenguaje, en otro idioma, que se deja ver en la diferencia básica entre ambas: mientras que en la cinta de Peter Weir el protagonista es un docente aventajado, con una visión adelantada a sus días que quiere inculcar esos principios y ese modo de vivir —el famoso carpe diem— a sus alumnos, ciegos por la sociedad conservadora y la represión paternal, en la propuesta de Mikael Hafström las riendas las lleva un alumno, despierto ante la injusticia del mundo adulto y la perversión de los que son como el pero siempre lo han tenido todo, y únicamente quieren hacer gala de su ficticio poder sobre aquellos que no pueden hacerles frente. Gustaf Skarsgard —sí, hermano de Alexander Skarsgard e hijo de Stellan Skarsgard— representa en este caso la mezquindad y la cobardía, que mientras se rodea de sus compañeros de fechorías se muestra muy capaz, pero que, en una sublime actuación, siempre deja ver en sus ojos cierto temor, y porque no, soledad, hastío de ser como toda la vida le han obligado a ser. Esta diferencia básica sitúa el catalizador en lados opuestos, y ayuda a todas luces a sentir mayor desprecio por todo lo que rodea a Erik, víctima y mártir de esta tragedia, que encuentra su único apoyo en su compañero de habitación en el internado, Pierre, interpretado por Henrik Lundström. Esta relación de amistad nos mostrará de una manera mucho más intima las motivaciones y emociones de Erik, dado lo aséptico de su carácter, y será la que desvele la verdadera naturaleza del chico. Serán constantes la lealtad y el compañerismo, en clara contraposición con el ambiente que les rodea, donde cualquier muestra de camaradería estará motivada solo por interés.

Ya en aspectos técnicos, comentar solo un par de cosas. La dirección de Hafström es efectiva, no brilla con luz propia pero sabe donde colocar la cámara para que el espectador sufra y se alegre con Erik. Tiene momentos realmente acertados —la escena de los latigazos, imitando una sodomización—, que hacen que la obra en su conjunto mantenga un nivel muy alto. Por otro lado, su manejo de la narración es excelente, dotando al conjunto de gran cohesión, usando para ello la propia evolución del protagonista. Hay que nombrar también a Peter Mokrosinski, responsable de la fotografía que trabajó tambien en la segunda y tercera parte de la trilogía sueca Millennium, pues su labor no es poco apreciable. Obra suya es esa gélida atmósfera que se respira en todo momento, y la perfecta simbiosis entre técnica y belleza de que goza toda la obra. Una cinta muy apreciable y con interés moral, que en el año 2004 se hizo con una nominación a mejor película de habla no inglesa en los Óscar, que finalmente acabó atesorando la canadiense Las invasiones bárbaras (Denys Arcand, 2003).

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