Alan Moore
De magos del caos y anarquistas confesos
Alan Moore, el legendario guionista de cómics, cumple hoy 67 años. Repasamos la carrera de «The Original Writer» ahondando en sus obras menos reconocidas y analizando el estilo, forma e ideas recurrentes de este genio de las palabras.
Una vez cada cierto tiempo nace un genio, uno de esos que marca un antes y un después. Uno de esos que con un carisma inherente y una forma de ver el mundo diferente son capaces de cambiar el curso de un género o corriente. Uno de esos como Steve Jobs, Fiódor Dostoyevski, Ludwig van Beethoven, Martin Scorsese o, la figura homenajeada en el día de hoy, Alan Moore. Hace sesenta y siete años, un 18 de noviembre como otro cualquiera, nacía en Northampton —Inglaterra— una de las figuras más influyentes del mundillo, catalogado como el «mejor escritor de cómics de la historia», y por descontado, uno de los responsables —junto al añorado por todos Stan Lee— del cambio en la forma de narrar las novelas gráficas de hoy en día.
Siendo autor de obras de tal envergadura como Watchmen (1986-1987), V de Vendetta (1988-1989), From Hell (1993-1997) o La liga de los hombres extraordinarios (1999-2019) —las cuales han tenido sus respectivas adaptaciones cinematográficas, de las que el propio Moore siempre ha renegado— o la creación de personajes emblemáticos de la talla de John Constantine y su primera aparición en 1985 —encarnado también en la gran pantalla por el carismático Keanu Reeves—; en estas líneas indagaremos en el imaginario e ideario de este gran guionista y ahondaremos en algunos de sus trabajos menos conocidos, pero no por ello de menor calidad.
No es ningún secreto que Moore tiene una debilidad por lo grotesco, lo sórdido y lo moralmente cuestionable. De ideología anarquista, sus obras están plagadas de referencias al caos como fuente de control, de personajes que reflejan su propia personalidad arisca y de múltiples referencias a los bajos fondos a los que tan habituado está el autor. Habiendo nacido en una familia poco pudiente y con una infancia y adolescencia, podríamos decir, «complicada»; las facetas más oscuras de la sociedad se grabaron a fuego en el cerebro del, en aquel momento, joven Alan Moore. Personajes como Rorschach —uno de los principales protagonistas y narrador de Watchmen— o V —protagonista de V de Vendetta— son el reflejo de vivencias e ideología —respectivamente— del propio autor. Más allá de los «superhéroes» —por catalogarlos de alguna forma—, la carrera de este prolífico escritor ha pasado por múltiples derroteros, recreándose —hacia el final de su carrera— en el género del terror. La saga conformada por los tres volúmenes de Providence (2015-2017) y el tomo único de Neonomicon (2010-2011), llevada a cabo junto al soberbio dibujante Jacen Burrows, es una de las menos reconocidas. Como ya su nombre bien indica, Providence y Neonomicon están profundamente influenciadas por la obra del legendario escritor H. P. Lovecraft, uno de máximos referentes en cuanto a la literatura de terror se refiere y creador del género de «terror cósmico», con criaturas tan emblemáticas como Cthulhu o el planeta Yuggoth.
Con el imaginario de Lovecraft como telón de fondo, Moore hace un repaso concienzudo y tremendamente respetuoso a conceptos recurrentes como el mundo de los sueños, las proyecciones astrales, las grotescas escenas protagonizadas por criaturas «de otro mundo» y los saltos temporales y dimensionales que tan habitualmente eran representados en las páginas del literato estadounidense. Asimismo, y como es costumbre en las historias creadas por el guionista de Northampton, la fuerte crítica a la sociedad está presente, en este caso, bajo la figura del protagonista principal de Providence: Robert Black, un reportero homosexual que decide arrastrarse —literal y metafóricamente— hasta los confines más oscuros de la sociedad y desenmascarar algunos de los misterios más profundos y terroríficos de la humanidad.
Pero, si realmente queremos ahondar en la obra más excéntrica —tanto por su creación como por su argumento— de Alan Moore, esa sería sin duda Fashion Beast (2012). Como bien detalla el propio autor en el prólogo que la edición de Panini Cómics nos trae a nuestras tierras, la idea nació en una reunión con Malcom McLaren, el mismísimo agente de los Sex Pistols. Ambos entablaron una interesante conversación que tenía por finalidad conformar un guion para una película. Inicialmente, la historia protagonizada por Muñeca Seguin y Johnny Tare estaba pensada para dar el salto a la gran pantalla. Durante los años venideros, la idea se enterró en las profundidades de la mente de Moore, pero con la llegada de la muerte del propio McLaren en 2010, el de Northampton decidió llevar a cabo la idea de su amigo de una vez por todas haciendo lo que mejor sabía hacer, aunque no fuese de la forma en la que fue concebida. Así nació la obra que hoy conocemos como Fashion Beast, dibujada por un Facundo Percio en constante estado de gracia. Citando palabras del guionista: «era un extravagante y bullanguero conglomerado de la vida torturada de Christian Dior fusionada con la fábula de La Bella y la Bestia y la estremecedora y luminosa adaptación cinematográfica que Jean Cocteau hizo de la historia, con el título de trabajo inmediatamente absorbente de Fashion Beast». Mezclando de forma magistral elementos pasados y futuros para darle esa ambientación atemporal de cuento de hadas, con las dificultades, abusos e injusticias de los bajos fondos del mundo del modelaje —como bien representan autores de la talla de Satoshi Kon y Mika Ninagawa con Perfect Blue (1997) y Helter Skelter (2012) respectivamente— y combinado con el habitual y ya comentado tono oscuro y sobrio que tanto caracteriza a este autor, la obra nacida en la mente de estos dos genios contemporáneos es, sin lugar a dudas, una lectura obligada para todo aquel que busque una visión diferente —y decadente— de la sociedad y las motivaciones de los seres humanos.
Las obras de Alan Moore están plagadas de referencias al caos como fuente de control, de personajes que reflejan su propia personalidad arisca y de múltiples referencias a los bajos fondos a los que tan habituado está el autor.
Las inclinaciones de Moore hacia el género de la narración en prosa clásica nunca estuvieron ocultas, pues ya en 1996 publicó su novela debut La voz del fuego y en 2002 el ensayo Ángeles fósiles, en el que reflexiona sobre la magia y la relación que tiene con ella. En el anteriormente mencionado Providence, el autor hace una mezcla maestra que combina secuencias de cómic con narraciones escritas por el puño y letra del protagonista, las cuales ayudan a comprender sus pensamientos y vivencias en primera persona. Llegado el año 2016 reveló que tenía la intención de retirarse del mundo del cómic, pero claro, eso no significaba que la humanidad se fuese a quedar sin nuevas historias salidas de su mente pues, al poco de hacerse pública esta información, hemos podido disfrutar de novelas como la aclamada Jerusalén (2016), llamada a ser una de las grandes obras del británico.
La sombra de Alan Moore es alargada. La influencia que este guionista ha tenido en el mundo del cómic y la novela gráfica es innegable, y le debemos una gran parte de la sofisticación del medio. Sus historias enrevesadas y con personajes que forman parte ya de la cultura pop han trascendido a más de una generación: son atemporales. Así que alegrémonos, pues hoy, 18 de noviembre, estamos de celebración: ha nacido un genio.