La Gomera
Silbo, mafia y pasajeros
• País: Rumanía
• Año: 2019
• Dirección: Corneliu Porumboiu
• Guion: Corneliu Porumboiu
• Título original: The Whistlers (La Gomera)
• Género: Drama, Comedia, Thriller
• Productora: Coproducción Rumanía-Francia-Alemania; 42 Km Film / Les Films du Worso / Komplizen Film
• Fotografía: Tudor Mircea
• Edición: Roxana Szel
• Reparto: Vlad Ivanov, Catrinel Marlon, Rodica Lazar, Sabin Tambrea, Agustí Villaronga, István Teglas, Cristóbal Pinto, Antonio Buil, George Pistereanu
• Duración: 97 minutos
• País: Rumanía
• Año: 2019
• Dirección: Corneliu Porumboiu
• Guion: Corneliu Porumboiu
• Título original: The Whistlers (La Gomera)
• Género: Drama, Comedia, Thriller
• Productora: Coproducción Rumanía-Francia-Alemania; 42 Km Film / Les Films du Worso / Komplizen Film
• Fotografía: Tudor Mircea
• Edición: Roxana Szel
• Reparto: Vlad Ivanov, Catrinel Marlon, Rodica Lazar, Sabin Tambrea, Agustí Villaronga, István Teglas, Cristóbal Pinto, Antonio Buil, George Pistereanu
• Duración: 97 minutos
Corneliu Porumboiu entrega una obra que cuestiona y juega con la pureza del thriller policíaco, género en el que se adentra para deconstruirlo y recrearlo mientras trastoca elementos del noir como pocas películas rumanas hicieron antes.
El cine rumano sigue creando obras de gran calado, forzando ahora situaciones impensables en los inicios del noul val românesc (nueva ola rumana) para entregarnos narrativas alejadas del tinte neorrealista y la denuncia social de sus principios, allá por la mitad de la pasada década, con La muerte del señor Lazarescu (Cristi Puiu, 2005) como largometraje fundacional. Con La Gomera (2019), Corneliu Porumboiu da una vuelta de tuerca a su anterior trabajo de ficción, El tesoro (Corneliu Porumboiu, 2015) y se adentra en el género policíaco con la intención de deconstruirlo, recrearlo y realizar una ristra de homenajes al cine de género local y global. En común vemos la búsqueda de una recompensa económica tras un peculiar recorrido. En El tesoro ese recorrido es local mientras en La Gomera es transcontinental. Transluce un interés en el cineasta por distanciarse de las ideas y temáticas que han copado la mejor cinematografía de su país en los últimos 15 años.
Una cinematografía con indudables tótems como Puiu, Mungiu o el propio Porumboiu y otros cineastas contemporáneos con destellos aunque irregulares o poco prolíficos. Con obras sublimes recientes como Sieranevada (Cristi Puiu, 2016) y No me importa que pasemos a la historia como unos bárbaros (Radu Jude, 2018), La Gomera se encuadra dentro de ese grupo de películas que interesan a festivales como Cannes pero no consiguen unanimidad en la crítica y aún menos en el público pese a sus enormes cualidades. Una película que cuestiona y juega con la pureza del género, que trastoca elementos del thriller noir como pocas películas rumanas han hecho antes. Quizás sólo se le acerca Câini (Perros, Bogdan Mirica, 2016) que untaba en un thriller claves del western y del género policíaco, mientras dejaba atrás el cine de sopa agria predominante en una mítica escena.
La película remite al espectador a múltiples referencias fílmicas en sus secuencias.
La filmografía de Porumboiu se mueve entre el documental experimental y una ficción retadora, con un común denominador: el escrutinio de la imagen y un humor soterrado, imperceptible en muchos casos. El elemento que une La Gomera con la corriente creada alrededor de esta generación de cineastas es la corrupción, pero el tratamiento que se hace de esta es totalmente distinto. Aquí se presenta la corrupción como punto de partida, pero no hay un ajuste de cuentas moralizador, central y catártico con respecto al pasado común del país mientras sí lo había en buques insignia como 12:08 al este de Bucarest (Corneliu Porumboiu, 2006) o en 4 meses, 3 semanas, 2 días (Cristian Mungiu, 2007)
La Gomera recoge el silbo como elemento central de la trama. Un lenguaje único, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, que proporciona una excusa débil para una historia que nunca pretende mostrarse como un puntal sólido sino como enganche para un cinéfilo divertimento. Es desde este reconocimiento implícito del autor donde el relato cobra sentido, a través de lo delirante de la trama internacional mafiosa en el triángulo Canarias-Rumanía-Singapur y con el acuerdo tácito autor-espectador del visionado como excusa para repasar un género cinematográfico, el thriller, desde la óptica neonoir. Con su femme fatale, llamada no por casualidad Gilda, un clásico protagonista que destila dureza y frialdad (el excelso Vlad Ivanov, uno de los rostros más reconocibles de la nueva ola) y una serie de personajes peculiares y atractivos que adornan cada plano con perfiles muy diferenciados (de Rodica Lazăr al cineasta español Agustí Villaronga). Nadie sonríe en este noir, porque quien lo hace, lo acaba pagando. Ese humor seco hace que quien sonría sea un filmmaker. Obviamente el personaje es eliminado con prontitud, no hay espacio para una especie de productor locuaz en esta renovación del género, y aunque su aparición sea aleatoria, se adivina un inside joke del director, a esos charlatanes que tanto abundan en el planeta cine.
Vlad Ivanov y Rodica Lazar forman parte de un reparto de lujo.
Las referencias durante el metraje van desde Psicosis (Alfred Hitchcock, 1960) o Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1991) a La conversación (Francis Ford Coppola, 1974), Charada (Stanley Donen, 1963), el giallo, el western o la trilogía de El Padrino. Quizás por el cliché creado por Coppola, y recogido por De Palma y por series estadounidenses como Los Soprano o Boardwalk Empire, Porumboiu relaciona mafia y ópera. El aria Casta Diva de Norma (Vincenzo Bellini, 1831) suena como lo hace en 2046 (Wong Kar-wai, 2004) o en Lazzaro Felice (Alice Rohrwacher, 2018), aunque aquí desencadena una socarrona escena sobre la pérdida de clientes (espectadores) y la educación cultural de los mismos. También es significativa la apertura con The Passenger de Iggy Pop, que nos introduce en el viaje fílmico que ansía el director. Otros homenajes al cine de género están en las mismas imágenes que el cineasta elige para que aparezcan en pantallas de cine y televisión como parte de la diégesis. El relato subraya los géneros a través del western de John Ford (Centauros del desierto, 1956) o de un film policíaco rumano de la era comunista, Un comisar acuza (Sergiu Niculaescu, 1973) dirigido por el denostado especialista en cine policíaco e histórico del país durante esa época. Además, en un estudio, un decorado para películas de género, se desarrolla una secuencia fundamental para la trama de La Gomera. Confirmando que lo importante es la coherencia interna y saltando de nuevo la lógica del género y la del espectador formado en sus reglas.
Quizás los protagonistas de la nueva ola sienten que ya es hora de renovar. Abrir puertas y ventanas a otras historias y lugares distintos. La Gomera no es una película redonda, pero sí es un artefacto disfrutable y complejo que mantiene un interés genuino de principio a fin en su apuesta por una narrativa que nos despoja de expectativas y prejuicios hacia el cine de su país. Porumboiu muta como lo hace Cristi Puiu en Malmkrog (2020): mirando al pasado. Pero Corneliu busca en la historia del cine y en el cine de género lo que Puiu encuentra en la filosofía de War, Progress, and the End of History: Three Conversations, Including a Short Story of the Anti-Christ (Vladimir Solovyov 1899-1900). El abuso de clichés y de puntos de giro ponen a prueba al espectador que busca en La Gomera un relato al uso. Llevar un género al paroxismo es mérito del cineasta y el reto que lanza al espectador.