Revista Cintilatio
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La Nueva Ola Rumana: la realidad como única musa

La realidad como única musa
La Nueva Ola Rumana
Rumanía nunca había destacado por su producción cinematográfica hasta la llegada del siglo XXI, que comportó la aparición y reconocimiento de unos jóvenes cineastas cuyas obras iban a marcar un antes y un después en la historia del cine de este país.
Por Maria Gateu x | 13 junio, 2021 | Tiempo de lectura: 8 minutos

Muchos de vosotros conoceréis Rumanía por Drácula o Vlad Țepeș, incluso por una larga lista de tópicos folclóricos y culturales que nos han llegado de este popular y a la vez desconocido país. Sin embargo, entre su cultura también podemos encontrar un gran legado cinematográfico del que os hablaremos a continuación: la Nueva Ola Rumana, también conocida como Noul val românesc.

La producción cinematográfica de Rumanía de inicios del siglo XX ha sufrido los estragos del paso del tiempo. Se tiene constancia de que con el auge del cine mudo el país gozó de una buena producción de obras, sin embargo, la mayoría de ellas no se han conservado. Bien han sido destruidas, bien se han perdido, quedando únicamente algunos fotogramas que habían sido publicados en los medios de comunicación de la época. Pese a todo ello, se conoce que estas películas eran, en su gran mayoría, dramas y romances ficcionales, adaptaciones de obras teatrales, películas históricas y tramas con una importante carga política. A lo largo de la primera mitad del siglo XX y con la aparición del cine sonoro, el cine rumano convivió con los constantes problemas técnicos y de presupuesto, así como con unos artistas e intérpretes descontentos por sus condiciones y retribución laborales.

Las condiciones precarias del sector y de sus trabajadores se vieron mejoradas con la llegada del comunismo en 1948. Desde entonces y hasta 1989, Rumanía siguió el ejemplo de Rusia y puso al cine en un lugar muy importante; sin embargo, la producción de esta época se centralizaba en la difusión y respaldo de los valores comunistas y socialistas, siendo una tentativa de cine propagandístico. Asimismo, hay que tener en cuenta que las películas de este periodo se realizaban con subvenciones del estado, las cuales eran otorgadas por un jurado que, a su misma vez, solía funcionar por amiguismos o tratos bajo mano. Esto hizo que tras la caída del comunismo en 1989, la industria cinematográfica rumana tuviera que reformularse. Algo que duró toda la década de los años 90.

El cine rumano empezó a resurgir con la entrada del siglo XXI. Creadores, cineastas, actores y actrices de Rumanía se convirtieron en asistentes y participantes frecuentes de certámenes como el Festival de Cannes, algo que no había sucedido nunca. Asimismo, la prensa especializada e internacional empezó a fijarse y a alabar las películas rumanas. Esta nueva senda del cine rumano se conceptualizó en la corriente cinematográfica denominada la Nueva Ola Rumana, para la que el estreno en 2001 del filme Bienes y dinero de Cristi Puiu, una road movie que supuso el debut del cineasta, motivó la creación de esta nueva forma de hacer cine, que se dio a conocer de forma internacional con la aparición, fundamentalmente, de dos cortometrajes: Cigarettes and Coffee (2004) dirigido por Cristi Puiu y ganador del Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín y Trafic (2004), dirigido por Cătălin Mitulescu y ganador de la Palma de Oro en el Festival Internacional de Cine de Cannes. Este último corto fue el que mayor relevancia y popularidad internacional otorgó al movimiento. 

Austeridad, realismo y humor negro, las bases de la Nueva Ola Rumana 

Las películas y producciones de la Nueva Ola Rumana se caracterizan por un tono y carácter austero, minimalista y realista, con claras dosis de humor negro en sus guiones. En cuanto a la temática y contexto, los films de esta corriente se pueden dividir en dos bloques:

  • Fin del régimen totalitario de Nicolae Ceauşescu: cintas como 4 meses, 3 semanas, 2 días (Cristian Mungiu, 2007), El papel será azul (Radu Muntean, 2006), Cómo celebré el fin del mundo (Catalin Mitulescu, 2006) y Historias de la edad de oro (Cristian Mungiu, Hanno Höfer, Razvan Marculescu, Constantin Popescu, Ioana Uricaru, 2009) son ejemplos de este primer bloque. Todos estos largometrajes se contextualizan a finales de la década de los 80, hacia el final del régimen totalitario y socialista de Nicolae Ceauşescu. Sus tramas exploran temas como la libertad, la resiliencia y la capacidad de resistencia que la sociedad e individuos de Rumanía experimentaban en relación al régimen comunista. En otras palabras: cómo el país y su gente se enfrentaba e intentaba prosperar pese a la política imperante. El tono crítico hacia el comunismo de la época es un imperativo en estas cintas, igual que la exploración de temas tabú o las realidades y problemáticas de la sociedad rumana de ese periodo. 
  • La Rumanía postcomunista: títulos como La muerte del Sr. Lazarescu (Cristi Puiu, 2005), California Dreamin’ (Cristian Nemescu, 2007) y Martes, después de Navidad (Radu Muntean, 2010) ejemplifican esta otra vertiente de la Nueva Ola Rumana. Estas películas se contextualizan en la Rumanía moderna y contemporánea, la postcomunista y resultante de la Revolución Rumana de 1989. Por este motivo, se analizan los efectos que tuvo esta revolución sobre el país y sobre sus ciudadanos. Sin dejar de lado la manera en que la transición hacia el capitalismo, la economía de mercado y la democracia los ha influenciado y cambiado, convirtiéndolos en la Rumanía actual.
La muerte del Sr. Lazarescu (Cristi Puiu, 2005).

De esta manera, los directores Cristi Puiu, Radu Muntean, Adina Pintilie, Cristian Mungiu, Cătălin Mitulescu, Corneliu Porumboiu, Radu Jude, Radu Mihăileanu, Florian Serban, Cristian Nemescu y Călin Peter Netzer se convirtieron en figuras representativas de este movimiento y protagonistas de los festivales cinematográficos de todo el mundo. Este hecho permitió que Rumanía tuviese y aún tenga actualmente un lugar en la historia cinematográfica europea e internacional. Cabe explicar que pese a ser considerada como una nueva ola cinematográfica, esta corriente rumana no se articula como tal, es decir: los cineastas que forman parte de ella no se consideran miembros de una corriente formal y no han establecido un programa estético común de forma explícita, a diferencia de otras corrientes de cine surgidas a lo largo de la historia. Esto facilitaría la homogeneización y el etiquetaje formal, técnico y conceptual de todas las obras dirigidas por los creadores de la Nueva Ola Rumana. No obstante, que no se haya hecho tal «declaración» o «manifiesto» formal, no quiere decir que estas cintas no tengan en común ciertos atributos y características.

Como ya hemos visto hasta ahora y en relación a los dos bloques que mencionábamos anteriormente, los films de la Nueva Ola Rumana sí que disponen de un carácter, tono, estética y temas comunes. Asimismo, todos sus cineastas comparten la denuncia entorno a las condiciones de trabajo y el obligado carácter propagandístico que tenían las producciones en la época comunista. De ahí que ese objetivo crítico y de denuncia también los hermane. De hecho, a nivel estético una de las más destacadas características del cine de la Nueva Ola Rumana y que lo contrapone por completo al cine rumano de la época comunista es, precisamente, su talante realista. Alejado de cualquier artificio estético, el cine toma el rol de testigo, siendo un mecanismo, una herramienta para contar la realidad objetiva de la sociedad rumana. Esta mirada se considera realmente objetiva porque deja de estar condicionada u obstaculizada por la opinión y juicios del director o de cualquier organismo superior, como sí sucedía en la época comunista. Por este motivo, no es extraño que algunos de sus creadores, como el propio Cristi Puiu, hayan afirmado que uno de sus objetivos con sus películas sea desdibujar la frontera entre el cine documental y la ficción. Según él mismo declaró al diario La Vanguardia, «la vida es nuestra inspiración, no otras películas o libros». El realismo se puede apreciar en estas películas mediante la forma de actuar de sus personajes, la inclusión en el metraje de escenas o secuencias que no tienen una real importancia dramática o resolutiva para con la trama, la ausencia de música extradiegética que podría influenciar en el criterio o emociones de los espectadores y la peculiaridad de que no usan decorados falsos o fabricados: siempre se filma en exteriores reales.

La producción cinematográfica de la Nueva Ola Rumana está muy viva. Con el paso de los años, se han ido añadiendo nuevos creadores al movimiento, otorgándole otros matices y otras perspectivas. Todo ello hace que la nueva ola se enriquezca y se nutra, dando como resultado películas cuya mayor inspiración sigue siendo, cómo no, la realidad de Rumanía.