Revista Cintilatio
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Shorta. El peso de la ley (2020) | Crítica

Héroes y villanos y viceversa
Shorta. El peso de la ley, de Frederik Louis Hviid, Anders Ølholm
Los daneses Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm traen una historia de tensión racial y brutalidad policial que destaca por su crudeza y buen manejo de la acción pero que se muestra demasiado reduccionista en determinadas parcelas de su tesis.
Por David G. Miño x | 19 noviembre, 2021 | Tiempo de lectura: 4 minutos

Los cuerpos policiales en tela de juicio, o lo que es lo mismo, el cuestionamiento del poder en base a los criterios sociales, que se pregunta si el ejercicio de la salvaguarda del ser humano como individuo debe llevar asociada la indemnidad jurídica o la presunción de veracidad. En cualquier caso, cuando las fuerzas del orden entran en conflicto con los intereses comunitarios, o cuando directamente transgreden la línea invisible que está marcada por un código, quizá, no escrito, es cuando nacen películas como Shorta. El peso de la ley (Frederik Louis Hviid, Anders Ølholm, 2020), en la que no se parte de un principio de inocencia inmaculado por parte de nadie, en la que tal vez se abusa un poco del cliché del poli-bueno-poli-malo y de la subversión hiperconsciente de que «los buenos» pueden ser «los malos», que «los malos» también tienen sentimientos y capacidad de cambio y que, en realidad, todos son «los regulares» bajo el manto de la noche y en ausencia de una cuerda que ate en corto. Porque Shorta. El peso de la ley es un filme incansable y hormonado, que retrata a sus personajes con trazo bastante grueso y que cae en los tópicos de guion habituales introduciendo no pocos actos de increíble alteración del azar: si la temática racial está más o menos bien representada, y lamentablemente la sentimos demasiado cercana —es imposible no pensar en George Floyd durante el transcurso de la obra—, es en la estereotipación cinematográfica donde baja algún peldaño. Al pretender dotar de multidimensionalidad a sus protagonistas, se revierte a un estado en el que toda la brutalidad policial que expone se abandona a un enunciado demasiado simplificado, que dicotomiza las variables y acaba, al final, situando a sus personajes en un continuo en el que no hay escala de grises, y o actúan con heroísmo o con mezquindad.

Una obra feroz y de buen estilo, bastante rebajada en sus intenciones analíticas y no siempre afinada pero, después de todo, carismática y atractiva.

Los tres protagonistas de la película entablan una relación con altibajos que se irá resolviendo con el paso de los minutos.

Después de todo, Shorta. El peso de la ley representa el enfrentamiento entre la policía y el colectivo árabe en Dinamarca después de que dos agentes se sobrepasaron con un joven causándole la muerte —inspirándose los cineastas, en sus propias palabras para Cineuropa, en un conflicto «cuyo protagonista era un joven activista de la izquierda que fue agredido por tres policías en la Nochevieja de 1992 y sufrió daño cerebral adquirido»—, delimitándolo dentro de un contexto en el que ya se daba una tensión insostenible y colocando el foco en las dudas de índole moral que existen en los dos «bandos». Entre sus virtudes, podemos encontrar el tratamiento de la acción y el manejo de los hilos del thriller, siempre demostrando una amplia tendencia a no rebajar el nivel de violencia y obligando al espectador a enfrentarse a las calles, al abandono y la miseria social con la misma intensidad que los que están detrás de la pantalla. Frederik Louis Hviid y Anders Ølholm, que debutan en el largometraje, demuestran tener un excelente pulso en el sentido narrativo, y saltan de un escenario a otro con relativa facilidad introduciendo pequeñas píldoras sociales, normalmente en forma de personajes secundarios que van dando forma a la totalidad de la película, que no son solo contextuales, sino también delimitadoras: a través de los puntos de vista externos vamos accediendo a la realidad racista y xenófoba y a cómo se alimenta de las falacias y el pensamiento grupal. Como decíamos más arriba, es también este el principal punto de disonancia de la obra al establecer una jerarquía dentro de la crisis étnica completamente alejada de cualquier variable institucional, política, familiar o laboral, dejándolo todo en manos de una dolorosa simplificación. Una vez uno llega al final del metraje, contenido en su duración teniendo en cuenta lo mucho que incluye, descubre que la foto que exponen los cineastas tienen más que ver con un cine distendido que con un ensayo realmente a la altura de las circunstancias, lo que convierte a Shorta. El peso de la ley en una obra feroz y de buen estilo, bastante rebajada en sus intenciones analíticas y no siempre afinada pero, después de todo, carismática y atractiva.