No resulta fácil representar le enfermedad mental en el cine sin caer en los mismos lugares comunes de siempre. Acostumbrados a la «locura de manicomio estereotípica» en que los internos cantan a gritos con gorros de papel de aluminio en la cabeza, cualquier apuesta que derive hacia un tratamiento menos estigmatizante de estas enfermedades ha ganado ya la primera batalla. Si además, por el camino, deja una historia de terror verdaderamente agobiante que conecta directamente con una percepción estética de lo que sería descender al infierno de la memoria, miel sobre hojuelas.
Me viene a la cabeza La cabaña siniestra (Severin Fiala, Veronika Franz, 2019), no por su resolución, ni tan siquiera por su temática, sino por su desarrollo cerrado y simbólico. Si en aquella se entraba de lleno en el sectarismo y las secuelas que deja a nivel emocional e intelectual, usando para ello recursos fílmicos de lo más interesantes que hacían funcionar constantemente la cinta a varios niveles de narración, en Relic (Natalie Erika James, 2020) la historia se sentirá como una especie de home invasion invertida —o en todo caso mental—, pero que permite ahondar, de un modo análogo, con extrema sensibilidad en capas subtextuales como la desconexión del enfermo con la realidad o la «culpa del cuidador». La película, desde un prisma absolutamente literal, narra la situación que viven tres mujeres de tres generaciones de la misma familia (abuela, madre e hija) al comenzar la mayor de ellas a experimentar cosas inexplicables. Así, lo que se podría llegar a percibir como un punto de partida menor, acaba mutando en una narración compleja que, a fuego lento, concibe una fantasmal alegoría en torno a la pérdida de la memoria. El «otro» que se percibe —como una lucha interna por preservar las «reliquias», por evitar que nos las roben— al ver las capacidades mermadas cobra especial sentido cuando la cineasta y guionista enfrenta al espectador con la pérdida, con la sensación constante de deterioro y miedo. La hija y la nieta irán entrando poco a poco en ese estado alterado —cada una representando una fase de aceptación diferente en cada momento—, hasta el punto de que como público nos iremos viendo reflejados en ellas según la trama avanza.
Lo que se podría llegar a percibir como un punto de partida menor, acaba mutando en una narración compleja que, a fuego lento, concibe una fantasmal alegoría en torno a la pérdida de la memoria.
Visualmente es una maravilla. Sin mucho esfuerzo podríamos considerarla una clase escénica de psicopatología, que traslada a la pantalla los laberintos de la mente, las paredes que se cercan, los recuerdos que se esconden —magnífica y perturbadora esa escena en que la abuela trata de enterrar un álbum de fotos—. Cada elemento mostrado tiene una intencionalidad, a pesar de que lo verdaderamente interesante es que pueda funcionar como filme de terror al uso sin necesitar del trasfondo de la enfermedad mental para atemorizar al personal. Si bien en lo estrictamente narrativo hay algunos elementos que se sienten poco desarrollados, y que dejan con la sensación de que un tratamiento un poco más exhaustivo habría cerrado un poco más el círculo, se puede considerar que son flecos menores, pequeños hilos que Natalie Erika James utiliza para dar contexto a las acciones y no incidir de un modo tan frontal en el contenido interlineal.
Mencionar también, por supuesto, el excelente trabajo del trío protagonista: Emily Mortimer, Bella Heathcote y Robyn Nevin. A ellas se les debe que la obra posea la credibilidad que una apuesta de este calado necesita, ya que de no haber mantenido muy alto el nivel en el aspecto interpretativo, todo el castillo de naipes se habría derrumbado: que podamos sentir la culpa, el miedo, el desarraigo, es de importancia capital para que la película funcione a todos los niveles que propone. La factura técnica, además, es absolutamente impecable —recordemos que están los hermanos Russo a la producción ejecutiva y Jake Gyllenhall a la producción—, y ayuda a que la inmersión sea total. Relic se lleva el gato al agua con solvencia, dejando para el recuerdo un filme de género que crece en la memoria. Y eso es mucho.