Noticias del gran mundo
Un wéstern peregrino cuya devoción es contar historias
• País: Estados Unidos
• Año: 2020
• Dirección: Paul Greengrass
• Guion: Luke Davies, Paul Greengrass
• Título original: News of the World
• Género: Wéstern, Drama, Aventuras
• Productora: Playtone, Pretty Pictures, Universal Pictures, Perfect World Pictures Co
• Fotografía: Dariusz Wolski
• Edición: William Goldenberg
• Música: James Newton Howard
• Reparto: Tom Hanks, Helena Zengel, Neil Sandilands, Elizabeth Marvel, Ray McKinnon, Mare Winningham, Bill Camp, Chukwudi Iwuji, Thomas Francis Murphy, Michael Angelo Covino, Fred Hechinger, Annacheska Brown
• Duración: 118 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 2020
• Dirección: Paul Greengrass
• Guion: Luke Davies, Paul Greengrass
• Título original: News of the World
• Género: Wéstern, Drama, Aventuras
• Productora: Playtone, Pretty Pictures, Universal Pictures, Perfect World Pictures Co
• Fotografía: Dariusz Wolski
• Edición: William Goldenberg
• Música: James Newton Howard
• Reparto: Tom Hanks, Helena Zengel, Neil Sandilands, Elizabeth Marvel, Ray McKinnon, Mare Winningham, Bill Camp, Chukwudi Iwuji, Thomas Francis Murphy, Michael Angelo Covino, Fred Hechinger, Annacheska Brown
• Duración: 118 minutos
Contagiado por la acción de Bourne y la actualidad política y mediática americana, Greengrass dirige con estilo clásico y sin pretensiones una obra que respira aires de King Vidor y John Ford para crear un filme que, desde el pasado, habla del presente.
Todo género termina mutando, bien sea por la creatividad de los cineastas y guionistas o bien por una cuestión periodística en esa necesidad tan enfermiza de querer etiquetarlo todo. El wéstern, para muchos denominado «cine del oeste», es un género nacido en la misma mutación, en la hibridación de literaturas clásicas y caballerescas que viajan a través del tiempo y de épocas pasadas para enfocar la mirada en un punto concreto de la historia. Narraciones universales que se construyen con personajes nómadas, leales, borrachos, forajidos, idealistas o mártires. Un cine que habla a través de crónicas humanas y personales sobre la falsa conquista, la redención, la venganza, la religión y el perdón. El wéstern, cuyo esplendor perteneció a la Edad de Oro del cine americano, más allá del superficial «indios y vaqueros», es un lenguaje cinematográfico en sí mismo que cambia, evoluciona y crece año tras año con cada filme que se atreve con las noches americanas o los personajes estereotipados de miradas doloridas y reflexivas que, de una forma u otra, siempre terminan caminando solos sin nadie capaz de abrazarles.
En esa incapacidad, en ese abrazo roto y en ese deambular solo, entra el personaje interpretado (como siempre de forma magnífica) por Tom Hanks en su último filme Noticias del gran mundo (Paul Greengrass, 2020) donde interpreta a un capitán veterano que, tras retirase, se dedica a la lectura de noticias acontecidas en cualquier parte del mundo para aquellas personas que, esclavas del trabajo o del hombre blanco, no tienen tiempo suficiente para cultivarse en historias. En uno de sus trayectos, el capitán Jefferson Kyle Kidd se encuentra con una niña de diez años abandonada, Johanna, que fue secuestrada por la tribu Kiowa quienes la educaron en su forma de comprender el mundo. Tom Hanks, como no podía ser de otra forma, al observar esa injustica acepta a regañadientes adoptar a la cría y llevarla donde pertenece.
De forma prácticamente inevitable la tendencia obliga al espectador actual, conocedor del universo Star Wars, a situar la película dentro de las narraciones que tienen como pilar fundamental el hombre forajido o solitario en la obligación de salvaguardar y proteger a los inocentes y desamparados, véase Mando y Grogu, en la serie The Mandalorian (Jon Favreau, 2019) o la excelente, y tal vez la mejor película de superhéroes, Logan (James Mangold, 2017). Sin embargo, la película de Greengrass toma ejemplos anteriores para construir dicho mensaje que, pese a ser jugoso y atractivo en el universo de George Lucas o los explotados superhéroes, no deja de pertenecer en primera instancia al wéstern.
El director británico —que se dio a conocer gracias a películas como Bloody Sunday (Domingo sangriento) en el 2002, un año más tarde El mito de Bourne (2004) y la correctísima Capitán Phillips en 2013, con Tom Hanks también como protagonista— se caracteriza por ser un creador que persigue guiones y narraciones basadas en hechos reales que conoce los géneros a los que vincularse a la hora de realizar su cine, una filmografía que siempre juega con dos cartas sobre la mesa; el drama de música y llanto y la acción trepidante cuando el relato necesita ritmo. Para muchos, estos códigos pueden mostrar a un director típico, fácil, accesible y por decirlo de alguna forma, catalogable «para todos los públicos». Sin embargo, dichas características también son difíciles de adquirir en un mercado donde todo parece hecho para un nicho, para un suscriptor, no para el espectador o el público en términos generales. Noticias del gran mundo es una historia, un género, un trayecto con dos vidas dispares que por obligaciones y penurias de la vida se terminan uniendo, formando un yo que se dedica a contar historias.
El filme, en su estructura clásica en el lenguaje visual y narrativo, deja paso entre planos, líneas de diálogo y miradas al infinito varios referentes que se vislumbran en la película. En primer lugar, y por una cuestión casi obvia en lo que a personajes se refiere, el remake Valor de ley (Joel Coen, Ethan Coen, 2010) y por lógica, el original, el clásico de John Wayne del mismo nombre del año 1969 dirigido por Henry Hathaway, cineasta del que Greengrass coge su trato visual a la hora de hablar de la huida, la venganza y la perdida de la inocencia. Es cierto que el personaje de Tom Hanks, elegante, minucioso, inteligente y comprensivo no se asemeja a referentes como Wayne o Jeff Bridges pero su situación dramática es similar pues su día a día se ve transformado por un acontecimiento que no pueden evitar, en este caso, una niña.
En las secuencias de la película donde reina la acción, los planos cortos, el frenetismo visual y las reacciones rápidas de los dos actores protagonistas, Greengrass, acompañado de una banda sonora muy tonal de James Newton Howard, utiliza las herramientas que más sabe manejar y da rienda suelta a su imaginación. Si durante largas secuencias de acción los personajes saltaban de azotea en azotea o mataban con libros y puñetazos en las películas del director de Bourne, aquí el cineasta sitúa a sus creaciones en una persecución en una empobrecida diligencia (la referencia está escrita en el vehículo) y los lleva, roca tras roca, hacia una montaña donde se inicia un tiroteo calmado pero tenso que se resuelve con ingenio y suspense. Sin duda recuerda a la gran película Duelo al sol (King Vidor, 1953) aunque sin ese dramatismo y combate amoroso que supuso ese enfrentamiento del deseo entre Gregory Peck y Jennifer Jones.
El trayecto que recorren Kidd y Johanna es el camino de la propia cultura americana que necesitaba evolucionar, crecer, cambiar, ampliar su horizonte tan majestuoso y no aniquilarlo o sustituirlo
La cámara de la diligencia, temblorosa, no deja de representar el momento histórico de aquellos Estados Unidos desérticos, maltratadores, en algunos lugares libres pero confundidos y analfabetos por la manipulación mediática, una confusión que todavía hoy arrastran grandes líderes, ciudadanos comunes o periodistas poderosos. El trayecto que recorren Kidd y Johanna es el camino de la propia cultura americana que necesitaba evolucionar, crecer, cambiar, ampliar su horizonte tan majestuoso y no aniquilarlo o sustituirlo. El filme habla sobre las raíces de un mundo que no se pueden eliminar, pues tarde o temprano, siempre volverán. Al contrario de las raíces de la niña, uno de los puntos más fuertes del filme, pues representa la simbiosis de tres culturas en un espíritu que todavía sonríe libre, como el de una niña. Hablamos de la cultura Kiowa, la americana que intenta mostrarle el capitán y, por último, el origen de sangre de Johanna, la cultura europea, más concretamente alemana.
John Wayne en Centauros del desierto y su soledad enmarcada.
A la hora de enfrentar a los personajes al desamparo y a la muerte, Greengrass muestra, a través de la lejanía y una serie de planos íntimos, como se enfrentan a la dura realidad de la soledad impuesta por la partida de las personas que hicieron tanto de Kidd como de Johanna quiénes son ahora. Una situación que, pese a durar demasiado poco en pantalla, evoca a la mítica imagen de John Wayne enmarcado, solitario y sin amor, en el final de Centauros del desierto (John Ford, 1956). Ocurre lo mismo en las secuencias en las que, de forma casi onírica y respetuosa, aparecen los indios, la tribu de Johanna, en una puesta en escena tal vez demasiado digital pero que consigue con una serie de sencillos gestos mostrar una cultura y un cambio en el personaje interpretado por Helena Zengel a nivel dramático. La película del mítico Tom Hanks no es sangrienta, pero sí violenta. No enfrenta a indios y vaqueros, sino la verdad contra la mentira, la libertad contra la represión y a los americanos contra su propio ego en un viaje fílmico que en ocasiones roza lo previsible pero que se las apaña para conseguir sacar a flote una road movie sobre un capitán retirado y una niña casi muda encuadrados en un momento histórico diseñado, producido e iluminado de forma impecable, salvo en algunas secuencias que pecan de pretenciosidad en la recreación mediante efectos visuales que eran más bien innecesarios.
Pese a todas estas referencias interlineales que generan un texto con personalidad, estilo propio —que no único— y humilde, pues por decirlo de una forma comercial la cinta vende lo que es, si en algo destaca la película Noticias del gran mundo, primer wéstern de Greengrass, es en su sensibilidad para hablar de la necesidad del relato por parte del ser humano, de la voz de aquel hombre que trae nuevas a la ciudad en clave de ficción o realidad, de cuento o aventura, de tragedia o comedia intentando mostrar al espectador que la verdad hará libres a los oprimidos, que la voz del narrador alumbra el camino a los pobres y supone la salvación de una niña que gracias a esa historia puede volver a sonreír alegando una raíz multicultural, unida y sin cortes que es capaz de hablar a través de la lengua de los caballos, refugiarse en las costumbres europeas de la contemplación y la exigencia americana de perseguir un sueño o un hogar. Un peregrinaje devoto al relato que, con religiosidad o no, cambia por completo el rumbo vital de dos personajes.