Revista Cintilatio
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La villana (2017) | Crítica

Una historia de venganza que pudo ser más
La villana, de Jung Byung-gil
La película dirigida por Jung Byung-gil y protagonizada por Kim Ok-bin es una historia de venganza al estilo surcoreano de excelente factura técnica y guion irregular que destaca, precisamente, por su excelente tratamiento de la acción.
Por David G. Miño x | 6 marzo, 2020 | Tiempo de lectura: 6 minutos

La venganza quizá sea uno de los temas más recurrentes en el cine —y en la literatura, pero ese sería otro asunto—; infinidad de guionistas parten de ahí para desarrollar todo tipo de tramas, posiblemente conocedores del inmenso placer que proporciona al ser humano el ojo por ojo —resuelva o no algo, es indiscutible que la venganza tiene un componente literario y estético que se presta con facilidad a ser narrado—. En esta línea, si hay alguien especialista en este campo sobre la faz de la tierra, serían los surcoreanos. Dentro de la miríada de obras nacidas de su cinematografía basadas en este concepto, hay algunas que han trascendido —Oldboy (Park Chan-wook, 2003)— y otras que no han conseguido alcanzar ese estatus. La obra que comentamos hoy, lamentablemente, pertenece al segundo grupo. 

La villana (Jung Byung-gil, 2017) nos sitúa al lado de Sook-Hee, una mujer muy versada en el noble arte de segar vidas. Entrenada desde niña para ser una máquina de matar, se ve envuelta en una serie de problemas de los que no le será fácil escapar. Una vez capturada, la jefa del servicio de información de Corea del Sur, dándole una nueva identidad, la recluta para su selecto grupo de sicarias prometiéndole la libertad a cambio de diez años de su vida. Podemos imaginar que a la protagonista el asunto no le agrada en exceso, ya que llegó a esta situación en lamentables condiciones personales. Como podemos ver, son muchas las similitudes que la unen a Nikita, dura de matar (Luc Besson, 1990) —el propio director considera su cinta un homenaje a la obra del cineasta francés—, aunque la principal diferencia va a radicar en el tratamiento interno de los personajes, ya que aquí Jung Byung-gil va a tratar de construir drama y profundidad personal, algo que no siempre va a conseguir.

Si hay algo por lo que destaca este filme, es por su tratamiento de la acción.

El director ofrece un punto de vista muy interesante a la hora de rodar las peleas, y es que recurre, en más de una ocasión, a la visión subjetiva. La escena con la que arranca la cinta —en forma de espectacular plano secuencia— es un prodigio técnico y artístico en el que miramos todo el tiempo a través de los ojos de Sook-Hee, viendo sus manos y sus pies como si fueran los nuestros. Recordando en ciertos momentos a ese famoso travelling de Oldboy —cinta de la que bebe constantemente—, nos sumerge en un tipo de acción de la que es muy fácil participar. Utilizando todos los recursos narrativos a su alcance —espejos, espalderas, paredes, un gimnasio entero— Jung Byung-gil da una muestra en esta primera escena de lo que es capaz, mostrando un modo de hacer las cosas que huye del montaje histérico y los planos centesimales, que finalmente va a culminar en uno de los principales hándicaps de la cinta: la confusión estilística.

A veces, en su visionado, da la sensación de que dos cineastas distintos se estuvieron turnando para sentarse en la silla de dirección. Las escenas de acción son, como decía, originales y radicales, algo que no podemos decir del resto del metraje —posiblemente influido en gran medida por un guión al que le cuesta establecerse y navega sin encontrar un tono constante en el tiempo—.

Como heroína de acción, Kim Ok-bin cumple sobradamente.

Afanado en contar dos historias que son en realidad la misma, consigue que lo que desde un punto de vista estrictamente literario funciona —a nadie le interesan los personajes unidimensionales—, lo haga solo a medias a nivel audiovisual. Se queda atrapado en una subtrama romántica de escaso calado emocional, y avanza dando traspiés por una historia compleja en exceso, difícil de seguir. Su principal problema es que hace pasar al espectador por una plétora de situaciones de resolución abrupta y poco desarrollada, algo que finalmente deviene en confusión. No es que la cinta esté mal expuesta en sí misma, es que maneja de un modo inconsistente el tempo narrativo. Constantes giros de guión, traiciones, puñaladas, etc.; algo que funciona muy bien, por ejemplo, en la trilogía Outrage de Takeshi Kitano, aquí se siente un poco impostado, como queriendo dotar de más niveles a una historia que no los necesitaba. El guión, de este modo, en un intento por alcanzar más profundidad argumental, se queda atrapado en tierra de nadie, buscando con demasiada intensidad una trama que subyazca y sirva como justificación a esas escenas de acción magistrales.

La heroína de la función, por otro lado, se siente muy orgánica; te apetece saber más de ella, el misterio que la envuelve está bien diseñado —y Kim Ok-bin, actriz que ya pudimos ver en Thirst (Park Chan-wook, 2009) junto a Song Kang-ho, ofrece una notable interpretación— y a pesar de que las circunstancias que la rodean son bastante inusuales, te puedes permitir el lujo de empatizar con ella —de ahí que el director haya introducido el amor, filial y romántico, en la ecuación, sabedor de que es el mejor modo de llegar al corazón del público— y quieres que alcance su objetivo. Su venganza va mutando conforme van pasando los minutos, siendo el mayor punto a favor que podemos encontrar en el guión: de un modo romántico, busca la venganza contra los que la agraviaron como concepto, como viaje, más que como fin último. 

«La ves matando gente, pero en su interior, es una mujer de buen corazón». Jung Byung-gil1

Es sabido por todos el gusto de los orientales por el exceso estilístico. Este filme no es una excepción; asistimos a carnicerías contundentes en golpes y generosas en sangre, aportando ese punto casi cómico —según como se mire— a determinadas escenas. Tanto para bien como para mal, el exceso va a definir la película —como decía, enormes cantidades de sangre, secuencias incómodas de ver, etc.—, algo que muchos otros directores asiáticos han usado antes como sello visual, tales como Takashi Miike, Takeshi Kitano, Kim Jee-woon, Park Chan-wook, etc., y salido más que airosos del brete. 

Al final la película funciona como un compendio en el que hay cosas que funcionan con la precisión de un reloj suizo, y otras que están un poco fuera de su elemento. Si afinamos el ojo, podemos ver referencias a Kill Bill (Quentin Tarantino, 2003), a las antes mencionadas Nikita, dura de matar y Oldboy, e incluso a esa obra maestra de la acción que es The Raid (Gareth Evans, 2011). Tiene uno de los arranques más espectaculares nunca vistos —casi como un Mirror’s Edge hiperviolento— y un cierre que te deja con muy buen sabor de boca. Si no fuera por esos pequeños —pero no poco importantes— problemas que afean el conjunto, estaríamos hablando de una obra de referencia en la acción surcoreana. Aún así, y aunque solo sea por deleitarse con determinadas secuencias, merece la pena invertir dos horas de tiempo en ella. La experiencia, en líneas generales, es más positiva que negativa.


  1. Vélez, Diva (2017, 22 agosto). THE VILLAINESS Interview: Director Jung Byung-gil on the Stunts and Stars. ScreenAnarchy. https://screenanarchy.com/2017/08/the-villainess-interview-director-jung-byung-gil-on-the-stunts-and-stars.html[]