Ser emigrante de una guerra, tomar otra lengua como propia y cuidarla, ser heredero de la dignidad de una familia y alzarse con la gloria literaria es todo un logro. Logro conseguido por Ocean Vuong (Saigon, 1988), que consciente de todo lo que significa ser homosexual e inmigrante formula los códigos de estos versos con maestría, sinceridad y compromiso. Sufre el dolor de ser fruto de una guerra —es nieto de un estadounidense—, de ser consciente de que nace a partir de la tragedia de otras mujeres. Si el sufrimiento se hace latente en la literatura es porque permite canalizar aquello que desgarra al escritor, ahondar en los males más comunes y profundos del ser humano. Aquellos que no es que no se agoten, sino que se renuevan ante narrativas actuales y actualizadas.
En los inicios del poemario aparece Telémaco (p.17) que condensa , a modo de explicación, aquello que el poeta teme y sufre: la guerra de Vietnam por la cual emigró a EEUU, la muerte de su padre y su homosexualidad.
Este joven poeta nos muestra la frágil narrativa de la que nos hace partícipe, con una visión contemporánea pero volviendo a los mitos grecolatinos que aparecen inmersos en las relaciones humanas. A los que la cultura occidental siempre vuelve (o mejor dicho, nunca abandona) y cimienta todo aquello que creamos ahora. Aunque también nos hace espectadores de la intensa relación que Ocean Vuong mantiene con su madre. Este es uno de los actos principales en Cielo nocturno con heridas de fuego. Tan transcendental como cotidiano se nos presenta que no podemos negar lo que hay de cada uno de nosotros. Esta intensa relación, tan dolorosa como pura, también será el tema principal de su primera novela En la Tierra somos fugazmente grandiosos, publicado recientemente por Anagrama. La madre herida emocionalmente carga con los recuerdos de un Vietnam bombardeado, del campo de refugiados de Filipinas donde estuvieron durante un año antes de llegar a EEUU, de la sensación de sentirse extranjera y fuera de lugar de una sociedad que no es la suya, con un idioma que no es el suyo. Es consciente que sin la guerra no existiría su hijo y ese dolor heredado es transmitido en poemas como De cabeza (p.43). La relación materno-filial evoca al doloroso origen, el olvido no es una opción.
Contar la genealogía familiar, el hecho de ser el primero en tener estudios dentro de una familia donde el conocimiento era transmitido de forma oral le produce un gran orgulllo, pero también una gran responsabilidad.
¿Cómo es decirle a alguien que hay hombres que aman a otros hombres cuando desconoce la palabra que lo nombra? Una cuestión que nos adentra en lo que es ser homosexual, darle un nombre para que las mujeres de su familia lo puedan asimilar, y para que lo puedan comprender. La belleza con la que trata todo el dolor de aceptar aquello que la sociedad todavía rechaza se ve reflejado en Rompe hogares (p.65)
como un ataúd. En el museo del corazón
dos personas sin cabeza construyen una casa en llamas.
La escopeta siempre estuvo sobre la chimenea.
La escritura de Ocean Vuong bebe de la poética de Emily Dickinson creando una presión cambiante conforme leemos cada verso. Toda la obra tiene un profundo sentimiento de pérdida, hasta las relaciones que tiene con otros hombres culminan en la ausencia de alguien que sufre la violencia sistemática desde pequeño. Lo único que le queda, como herencia de su familia y de él mismo a lo largo de los años son los consejos de su madre, pero especialmente las historias de su abuela.
Hay en estos poemas una potente sucesión de imágenes que nos hace partícipe, de un modo un tanto onírico, a ese traspasar de lo terrenal a, llevándonos a lo que considera esencial y desgarrador, aunque la acción poética en sí nazca de la serenidad, de lo cotidiano del paso de los años, dejando un poso de madurez y distanciamiento, no lo hace más frío, sigue cada imagen latente y queda grabada en nuestras retinas. Siempre nos sugiere con sus cambios radicales, con su poética descarada pero, curiosamente, nunca violenta. El lector necesita buscar más, llegar a su sentimiento de abandono y comprender aquello que nos es, prácticamente, ajeno.
Las voces ausentes y los recuerdos inundan a cada personaje. Es el verso una muestra más de fragilidad pero también de entereza ante la pérdida. Ocean Vuong da voz a aquellos que no tuvieron, a aquellos que se la silenciaron, a todos los que se le callan a la fuerza. La bala atraviesa el estómago pero el grito queda en la memoria de los que sobreviven, de sus herederos.