Los cuatrocientos golpes
El alter ego ficcional de un cineasta

País: Francia
Año: 1959
Dirección: François Truffaut
Guion: Marcel Moussy, François Truffaut
Título original: Les Quatre Cents Coups (Les 400 Coups)
Género: Drama
Productora: Les Films du Carrosse
Fotografía: Henri Decaë
Edición: Marie-Josèphe Yoyotte
Música: Jean Constantin
Reparto: Jean-Pierre Léaud, Claire Maurier, Albert Rémy, Guy Decomble, Georges Flamant, Patrick Auffay, Jeanne Moreau
Duración: 94 minutos
Festival de Cannes: Mejor director (1959)

País: Francia
Año: 1959
Dirección: François Truffaut
Guion: Marcel Moussy, François Truffaut
Título original: Les Quatre Cents Coups (Les 400 Coups)
Género: Drama
Productora: Les Films du Carrosse
Fotografía: Henri Decaë
Edición: Marie-Josèphe Yoyotte
Música: Jean Constantin
Reparto: Jean-Pierre Léaud, Claire Maurier, Albert Rémy, Guy Decomble, Georges Flamant, Patrick Auffay, Jeanne Moreau
Duración: 94 minutos
Festival de Cannes: Mejor director (1959)

«Los cuatrocientos golpes» sigue asaltando la leyenda del verdadero Truffaut, que encontró en el joven Jean-Pierre Léaud a su alter ego ficcional, Antoine Doinel.

Se dice que la expresión francesa «faire les quattre cent coups» proviene de la resistencia de la ciudad independiente de Montanbain, ante el intento del monarca Luis XIII de abatirlo con cuatrocientas bombas para su invasión. Aunque otros, jacta dicha historia, la ven como una leyenda más de esta localización, por la exageración de tales proyectiles usados, postulándose en otra oración como «hacer de cien, mil tiros» de los franceses Émile Zola y Proust. En cambio, François Truffaut al dar título con esta proposición a su ópera prima Los cuatrocientos golpes (1959), formalizó esta capacidad de transmisión y expresión, al tratar, bajo el lenguaje cinematográfico, una comedida selección personal de su memoria adaptada a unos parámetros culturales y universales que serían decisivos para el desarrollo de sus rasgos de estilo dentro de la Nouvelle Vague. Pues mediante la creación de un alter ego ficcional, puso en cuestión la veracidad sobre los propios hechos de su niñez, al relegar en un actor la importancia de todo un film, a pesar de la exagerada y necia actitud del público con los intérpretes de la pantalla, considerado por la experta en el trabajo de los actores en el cine, Jaqueline Nacache, como herencia del culto hacia el star system.

Sin embargo, Jean-Pierre Léaud, elegido para el personaje protagonista del film, Antoine Doinel, estilaba más que un estereotipo, un rostro acorde a su tiempo, en cuanto a su libre disposición en este film, para desconstruir los parámetros de la infancia que hasta entonces habían sido inviolables en la historia del cine, como la educación comedida en la escuela, y en el hogar. Si movimientos como el neorrealismo italiano justificaban estas rupturas del individuo de manera general a través del resultado de las miserias de su historicidad, Truffaut en Los cuatrocientos golpes inscribe con Doinel el autorretrato de un preadolescente que intenta avanzar por encima de estas imposiciones sociales a nivel individualista en el París de finales de los cincuenta.

Un Truffaut que remitirá al comienzo de su juventud tras los anhelos de su virginidad en el final del film, al vincular a Léaud con un recorrido ataviado por las raíces heredadas del realismo poético francés.

Encuentro final de Antoine Doinel con su madurez.

De modo que, para el protagonista, el cine supone la vía evasora de sus conflictos, y un modelo a seguir con respecto a sus ocurrencias. Aquellas que Doinel transmite con la tensión de los cargos de conciencia y culpabilidad en el relato, a los que Truffaut hacía referencia a su etapa en el colegio cuando se escapaba para ir a la sala de cine. Mientras Léaud endulza con la expresión traviesa de sus catorce años las ávidas acciones de su personaje que irán in crescendo, asumiendo las consecuencias de los acontecimientos transcurridos. Un pasaje de la vida del cineasta francés, dedicado a la memoria de su mentor cinematográfico, André Bazin —fundador de Cahiers du Cinema y fallecido el primer día del rodaje del film—, dando paso a más episodios autobiográficos junto a Jean-Pierre Léaud quien, a su vez, desarrollaría no solo su interpretación en la pantalla; sino su amor por el cine y al que Jacques Rivette definiría como «el único actor francés que pudo entrar y salir en la vida de un mismo personaje en distintas épocas de su vida para vivir la historia en eclipses de Antoine Doinel».

En definitiva, un Truffaut que remitirá al comienzo de su juventud tras los anhelos de su virginidad en el final del film, al vincular a Léaud con un recorrido ataviado por las raíces heredadas del realismo poético francés que, a partir de unos parajes secos, transfieren la división entre el cielo y la tierra, como si de dos negativos a punto de revelar el registro de la cámara se tratasen. Con el fin de culminar este trazado en las playas de Normandía en justo una imagen de la nueva ola con la que el protagonista, tras «innumerables golpes», pierde el pudor de enfrentarse a la vida, al encuentro con su madurez en un primer plano. Y con la que, a su vez, este cineasta presenta a Antoine Doinel, su alter ego, como el futuro cinematográfico de su memoria.

:: before


:: before

¿Quieres recibir quincenalmente nuestro nuevo contenido?