Si se me permite la pequeña desfachatez de personalizar por unos segundos, resulta extraño verte en la vida adulta entrevistando a alguien que estuvo en un recorte de revista en tu pared junto a tus pósters de bandas de rock de la adolescencia. El trabajo adquiere cierto canguelo, quieres extremar la relevancia del cuestionario, porque el entrevistado acumula ya muchas entrevistas y no es plan de someterlo a más tedio. Y también hay cierto temorcillo a que se te caiga uno de los mitos de una parte importante de la vida: la cultura con la que creciste. Pero precisamente cuando el canal que comunica a creador y receptor es limpio y en éste hay verdadero interés, lo más probable es que acabes olvidando las preguntas que tenías preparadas y la conversación fluya por otros derroteros de igual o mayor interés de lo que esperabas. Y sobre todo cuando aún estás digiriendo la intensidad de una obra de arte como Baby (Juanma Bajo Ulloa, 2020), que te deja vulnerable y reflexiva, y cuya reseña presentaremos en breve.
¿Sabes, Juanma? Ya habíamos coincidido antes. Casualmente estuve de excursión en el pantano de Ulía Gamboa y tuvimos que dar un rodeo porque justo estábais filmando Baby.
¿Ah, sí? Pues mira que no es muy turístico.
Por eso fui. Me gustan los sitios apartados. Por eso la casa abandonada de tu película, siendo devorada por la hiedra de nuevo ha sido un factor muy… reconfortante, la verdad.
Sí, la naturaleza recupera lo suyo. Todo lo que dejes ahí, se lo va a comer. De hecho, de vez en cuando vienen los ríos y enseñan las escrituras a la gente que ha ocupado su espacio. Dice «perdona, este es mi sitio» y arrampla con todo en una inundación.
Hablando de naturaleza: te iba a decir que Baby es un cuento de hadas de terror psicológico, pero… me da la sensación de que en realidad es una fábula, ¿no?
Es una fábula.
Los personajes son animales.
Sí, si te fijas yo no hago distinción entre los personajes humanos y no humanos. Unos tendrán más y otros menos papel, pero los trato igual.
¿Eres vegano?
No. No como carne. Alguna vez tomo proteína de algún animal, como pescado. Pero carne, no como. Ya hace muchos años. Pero (Baby) no es un mensaje político ecologista, sino puramente emocional. Visceral. Y de este modo, tratando de explicar que somos un todo, que el planeta es un organismo vivo, que tiene sus alveolos, tiene sus ríos que son sus venas.
Totalmente de acuerdo.
Y bueno, nosotros somos un organismo más, somos una parte de él que está en la autodestrucción personal y general. Nos hemos desconectado de nuestro ser, de nuestra tierra y nos hemos conectado con máquinas, con tablets, con pantallas. Absolutamente. Y los niños ni te cuento ya. Es eso de lo que trata la película y de ahí el trato y el reconocimiento que se le da a las criaturas, a la lluvia, a los insectos… Es el mismo que se le da a los personajes. Como digo, todos tienen frase. Aunque no hablen.
En este sentido y siendo más específicos… El personaje de Natalia (Tena), ¿es un gato?
Es un animal. Es un anima herido. Como ella misma decía en la rueda de prensa, refiriéndose a cuando hablaba conmigo del personaje y yo le decía el complejo de culpa que tiene, cómo intenta hablar y no lo consigue, y se esfuerza… Que se convierte en un soldado del «¿qué tengo que hacer para que me quieras?». Pero «nunca te voy a querer, da igual lo que hagas», así que ella decía que es un perro apaleado.
Sí que lo parece también.
Yo no diría si ese animal es un perro, pero desde luego es un animal. Uno que se agacha a recoger el palo que le has tirado. Puede ser un felino en el sentido de cómo mira, cómo araña.
El ofrecimiento de los ratones, el cazar los pájaros… Todo eso me hizo pensar en el gato.
Eso es. Todo eso es como muy de depredador, más felino. Yo lo veo como un animal apaleado. Que intenta agradar y no lo consigue. Que ha sido maltratado, vamos.
Por otra parte, el personaje de Mafalda es más bien el perrete faldero gracioso y consentido, ¿no?
Es la niña de los ojos de la abuela, tiene esa relación. En cambio, el personaje de la albina, el de Natalia, no consigue agradar a la señora. Que puede ser su madre o puede ser un niño que no pudo entregar porque al ser albino no le gustaba a la gente o lo que sea. Pero nunca lo ha aceptado: es alguien que nunca cumplió las expectativas.
Ni siquiera en el terreno de la expresión de género.
Sí, de hecho está como rechazándolo, masculinizada con la ropa y la agresividad. En cambio la niña le encanta (a la señora), aunque tiene un problema físico. Pero se encuentra con ella porque es más poderosa. La niña es más poderosa que la albina.
Esta película, me corregirás si me equivoco, ¿podría conformar una trilogía con La madre muerta y Alas de mariposa en torno a la maternidad?
«Sííí…» (reflexiona). Sí, porque hablan de la creación y de la vida, que se abre camino siempre. Y la creación está conectada con la maternidad. La creatividad puede ser masculina y femenina, pero la creación es un ámbito eminentemente femenino. Por eso en la película jugamos con la narración solamente a este nivel. Pero en La madre muerta, efectivamente, hablamos de ello y en Alas de mariposa también. Es que para mí creo que es el tema más importante del mundo. Es que ¿qué tema hay más importante que la vida? ¿Que la creación?
Justo te iba a preguntar por qué para ti es algo tan inspirador. ¿Es porque eres un creador? ¿Te sientes un poco madre?
Yo tengo creatividad pero la creación es un potencial femenino. Que es un potencial, no tienen necesariamente que querer usarlo, pero lo tienen ahí. Y yo me meto en ese universo porque me resulta más misterioso que el mío. Es como si visito un país: comeré su comida. Si me voy a Alemania, no pediré tortilla de patata: me interesa lo que hacen allí. Me interesa lo que no conozco, lo misterioso, lo desconocido, comprenderlo, entenderlo, ¿no? Y sí, se repite este tema porque le doy un valor enorme y además, piensa que es algo subconsciente.
¿Subconsciente?
Yo no tengo una gran consciencia de lo que voy a narrar ni de por qué lo hago. Yo me lo encuentro. De hecho me preguntan a veces «¿esta imagen, de dónde surge? ¿Por qué la araña se sube al chupete?». Pues no lo sé, pero me parece una imagen terrible.
Muy poderosa.
Y no la puedo dejar. La tengo en la cabeza y la tengo que poner ahí. O ella pariendo en una mesa, sola en una casa contra una ventana. No sé de dónde sale pero es algo del subconsciente que yo pongo encima de la mesa. Y seguramente sean de lo onírico, de los sueños.
O incluso cultural, ¿no? Hay mitos africanos en los que la araña representa el destino. Y el del bebé de tu película está bastante turbio.
Sí. Las metáforas están presentes en la película y están un poco en manos de la interpretación. También está relacionada con la inteligencia, la araña. Y sobre todo con el miedo irracional. La mayor de las 8-10 fobias que tenemos es la aracnofobia. En las mujeres está más presente que en los hombres. Yo soy aracnófobo, por ejemplo.
¿Sí? Madre mía, pobrete.
Ha sido complicado rodar la película porque… (ríe con cara de circunstancias) las arañas eran de verdad. No eran digitales.
De hecho, cuando estuve en el pantano vi de éstas.
(Asiente con la cabeza). Eran de verdad. Y bueno, también hay otras fobias. Está la señora mayor, que tiene miedo a los roedores. Voy a esos universos que están dentro del inconsciente, dentro del alma. Esta chica empieza un viaje en el rencor y hace un recorrido hacia el amor. Son dos palabras que son muy cercanas. En su escritura son casi iguales. Pero existe una enorme diferencia y esta chica recorre este camino que es muy doloroso. Y que recorre también el espectador de algún modo, ¿no?
(Asiento con la cabeza)
De algún modo… de miedo. Porque estamos metidos en un universo de miedo, que es lo que te ocurre en la vida. Hay una frase que me parece maravillosa de un sacerdote que decía «el miedo es la enfermedad del futuro y el rencor es la enfermedad del pasado».
Porque ella suelta un pasado, además.
Ella está en un pasado que es una mochila llena del rencor que ella tiene. Hacia su familia, el ballet que hacía, la pareja —o lo que sea— que rompió y que ya ha desconectado de sus amigas, de su pareja, de su familia… es el «solo yo» de la soberbia, la inmadurez. Y va hacia el abismo. Directa y absoluta e irremediablemente con los paraísos artificiales de los que se ha rodeado para no enfrentarse a su realidad. Y el universo te lleva siempre a enfrentarte a lo que tienes que enfrentarte para superarlo. Y si no lo superas vuelves a caer otra vez en un círculo vicioso. Y ella se ve obligada a superar su aracnofobia, su incapacidad para amar.
La verdad es que todos los puntos del llamado «Viaje del héroe» aparecen claramente visibles.
La persona que empieza la película sufre una metamorfosis enfrentada a sus miedos, incapacidades y a sus vicios también. Acaba siendo otra persona. Hay un recorrido vital para que acabe siendo una persona capaz de amar.
Además de la dimensión vital y experiencial del personaje, hay en Baby una clara denuncia contra la maternidad subrogada. Por eso me preguntaba si las fresas en tu película tienen relación con esa explotación de las mujeres, quizás con las denuncias de los campos de temporeras del sur de España.
(Sopesa con la cabeza para acabar negando). Las fresas son muy simbólicas por muchas razones, pero hay una casi-casi divertida y es que es un elemento de capricho de la embarazada.
(Cayendo en la cuenta): ¡Ah, vale!
Como esta señora mayor carga también una mochila…Por toda esa frustración que ella tiene y vende esos niños, es como que está permanentemente embarazada. Ella come fresas con nata desde el principio, en unas escenas que son un poco… como de gag, como de juego divertido.
Sí, es un poco Chaplin. Incluso de cine mudo, de los años 20 a los…
Es que confiamos en la interpretación del espectador. ¿Qué ocurre? Pues que hay unos elementos puramente cinematográficos que a veces se pierden y yo veo películas que me parecen teatro filmado. Parecen incluso literatura filmada, y dices: ¿y de esto por qué han hecho una película? Si es un libro. Es un tío hablando.
Te escuché decir eso ayer por la radio, de hecho.
Es cierto. Es que me choca. Y los cineastas, a veces, no son cineastas. A veces son como puramente política. Me están contando algo ideológico —que puedo pensar que está muy bien—, pero yo creo que el cine tiene elementos propios, narrativos, y hay que confiar en la capacidad que tienen para emocionar y para llegar al espectador. Y confiar en la inteligencia del espectador para recibirlos e interpretarlos. Y en su libertad: que puede que lleguen a muy distintas interpretaciones.
Claramente es tu obra más simbólica.
La luz, el decorado, la composición del personaje, la mirada, el silencio, la música, el vestuario, el maquillaje… todos esos elementos son los que el cine nos ha dado y que son propios. Y en ellos hemos confiado la película. Hemos hecho una apuesta radical por el cine.
Entonces, a la hora de buscar la fuente de inspiración, ¿todo lo que construyes es en base a experiencias y cine? ¿No eres también lector?
Leo todos los días, pero artículos, el periódico… No soy un lector de novela. ¿Por qué? Creo que en parte porque yo necesito acabar lo que empiezo en el momento. No puedo decir que mañana sigo, porque es como que mi cabeza ya está en otra cosa y me molesta tener que parar la narración.
Entiendo.
Pero me pasa que me cierra, muchas veces. Cuando mi creatividad no tiene contacto con nada, surge desde el subconsciente. Es un vómito. Pero cuando estoy muy mediatizado por lo que leo y tal…
¿Te influye, quizás?
Me influye. Me cierra un poco. Entonces, cuando estoy en el proceso de creación intento evitar cualquier influencia. Me pasa también con el cine, además. Cuando voy a rodar, no veo nada. Pero soy de influencias, sobre todo, del cine de los 80 —que a menudo me preguntan de mi cinefilia y no soy tan cinéfilo—, que es cuando yo era adolescente. Del cómic, de la música… La música yo creo que me ha influenciado más incluso que el cine.
Desde luego, hay que decir que tú les descubriste grupos como Clawfinger o Rammstein a prácticamente toda mi generación con la banda sonora de Airbag.
Durante casi diez años de mi vida he estado muy dedicado al rock. A parte de videoclips, he hecho dos documentales de rock, he producido a una banda y me interesa mucho. Porque es muy visceral. Huyo bastante de lo racional porque creo que la mente… es una herramienta: tiene que estar al servicio de. Y está ocurriendo una cosa que es muy curiosa pero también muy nociva. Y es que la cultura que debería ser visceral y emocional está en manos de la mente y la política, que debería ser racional, está en manos de la emoción.
Sí (ambos reímos por no llorar). Totalmente.
Por eso digo que el arte lo están haciendo las máquinas y la política, los adolescentes. Parece un patio de colegio.
Da bastante vergüenza ajena. Va, que es muy deprimente, no hablemos de eso (reímos). Mejor dime qué has estado escuchando mientras levantabas Baby.
Pues ya te digo que el rock y sobre todo el rock progresivo me interesan mucho porque eran discos conceptuales. Ahora ya no ocurre eso. Había un tema y el artista desarrollaba una idea. En la primera canción te creaba una atmósfera, en la segunda te desarrollaba una idea, en la tercera te contaba un poco más. Y al final había un apoteosis.
Me vienen a la cabeza King Crimson, o…
Sí, de los setenta me interesan muchas. Y Led Zeppelin, Emerson, Lake and Palmer, The Electric Light Orchestra… Eran canciones a veces largas, pero que te iban creando un sentimiento y un clima que tenía un proceso. Como Pink Floyd. O yo qué sé, también cierta música new age, tipo Wim Mertens, o Phillip Glass o Michael Nyman. Y últimamente me ha ocurrido que la música pop y la que se está pinchando no me interesa. La rechazo. Me parece… música bulímica.
Me encanta el término.
Sí, es de consumo… Es comer y vomitar: no queda nada. No queda poso. Y, a mí, la música que me ha marcado, me ha dejado poso. El cine que me ha marcado, también, me ha dejado poso. Me ha cambiado como persona, me ha hecho reflexionar. Me lo he llevado dentro. Es que me lo llevo, es que no lo he podido sacar más: se ha quedado ahí. Me ha convertido en la persona que soy.
Te sugestiona, sí.
Sí, y creo que ya no ocurre eso. Ni en la manera en que la gente escucha la música: treinta o cuarenta segundos de una canción, cambiar a unos otros treinta o cuarenta de otra…
¿Nos hemos vuelto hiperactivos?
Yo lo explico de la siguiente manera: existe otra diferencia entre otras dos palabras que se parecen mucho (en su grafía): amar vs. usar. Que es una pregunta que deberías hacerte en una relación. ¿Estoy usando o amando? ¿Estoy siendo usado o amado?
Y si aplicamos esa lógica al cine…
¿Qué ocurre con el cine? Igual que con la música antes. En el cine, tú tomas la decisión, eliges, seleccionas una película. Una obra. Buscas un tiempo. Caminas hasta un sitio. Pagas una entrada. Te abstraes, apagan la luz y te quedas dedicando tu tiempo —que es lo más valioso que tienes—, a una obra concreta.
(Juanma hace un gesto como de «en cambio…»)
La televisión, la serie… está cortada en trozos. Te la parten. En la esquina te ponen los anuncios de la siguiente cosa que vas a ver mañana o no sé qué. Hay luz. Te levantas porque te vas a coger no sé qué. Te llama por teléfono tal… No estás amando esa obra: estás usándola. Y la televisión está usando esa obra. No la ama, no la quiere. No hay aprecio hacia ella. Hay un uso bulímico, como digo, de «me lo como y lo vuelvo a vomitar», pero no queda nada. De hecho, no te acuerdas de lo que has visto el día anterior.
¿Y no te da la sensación de que sea un recurso para no centrar la atención en a quién tienes al lado o en tu vida real?
Sí, bueno. Se ha convertido en paraíso artificial y sin drogas. Ese «veo series, veo series, veo series», como toda adicción, tiene que ver con no enfrentarte contigo mismo. Es no estar contigo mismo. Llámalo café, llámalo televisión, llámalo heroína, cocaína, sexo… Sexo «en exceso», evidentemente: no soy ningún puritano.
De manera insana, digamos.
De manera… fuera del equilibrio, ¿no? Todo tiene un equilibrio. Pero sí: escapas. Si escapas, no te miras en el espejo. En la película hay simbología de espejo. Cómo ella, de repente, se ve en el espejo convertida en madre. Cuando lo lleva rechazando durante meses. Esa mirada en el espejo es la que no queremos hacer porque conlleva asunción de lo que somos y responsabilidad y no queremos eso. Queremos que nos den todo mascado, no tener que pensar. Queremos que el gobierno se ocupe paternalistamente de nosotros. Y no puede ser.
Y tu película es de pensar, de hecho (río).
Bueno, es de tomar. De tomar. Y es, posiblemente, dolorosa.
Yo lloré: ya te lo digo. Estar a las nueve de la mañana llorando en un cine… es una experiencia que no planeaba tener (risas). Y me ha encantado, que conste.
Pues eso es que ha conectado, ¿no? Y estamos desconectados. La película habla de conectar con lo que somos. Y en ese sentido, si conectas, te tiene que emocionar. Y si no, también veo el sarcasmo de la gente. Creo que se puede reaccionar desde el sarcasmo o que te resulte dolorosa.