Revista Cintilatio
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Till Death. Hasta que la muerte nos separe (2021) | Crítica

Arrastrar el matrimonio
Till Death. Hasta que la muerte nos separe, de S.K. Dale
Megan Fox protagoniza una intensa película de cazadores y cazados que, dirigida por el debutante S.K. Dale, ofrece una premisa vibrante que, adornada con ramalazos de humor siniestro, se convierte con facilidad en una sólida producción de género.
Por David G. Miño x | 12 noviembre, 2021 | Tiempo de lectura: 5 minutos

Hay películas que se toman con tanta ligereza a sí mismas, con poca gravedad en general y una disposición frontal a dejar de lado todo atisbo de circunspección que entran directamente al lugar donde se sintetiza el entretenimiento de buen nivel. Y eso es justo lo que es Till Death. Hasta que la muerte nos separe (S.K. Dale, 2021), una obra no demasiado aguda ni inspirada en lo visual, ni siquiera una capaz de convertir a Megan Fox en la nueva musa de la acción y el terror, pero sí una tan efectiva y distendida, tan firme en sus intenciones y aguerrida en el modo de expresarlas, que brilla en casi todo su metraje —salvo, quizá, un primer acto demasiado convencional y prosaico, incluso para un filme de este calado— y ofrece un juego tenso y sin prejuicios sobre sí mismo, con sus giros de guion fuertes y una heroína que de tan brava y estoica arranca espasmos de levantarse de la butaca con vítores y cierta expresión incrédula en el rostro. Porque Till Death. Hasta que la muerte nos separe se mete en bastantes jardines, como el matrimonio como cárcel o las tendencias machistas y clasistas de una sociedad en crisis constante, pero donde realmente deslumbra es en su tratamiento de su acción principal y en cómo la enfoca con escasa misericordia y un gusto por lo irónico muy marcado: S.K. Dale no deja piedra sobre piedra en su escenario de buenos contra malos, y aunque dibuja determinadas ambigüedades morales y ciertas dudas éticas, no estamos aquí para ver a cacos y asesinos disertar sobre lo humano y lo divino, sino para dejarnos los ojos en un recorrido lleno de violencia y muy mala leche que nunca baja su ritmo ni sus ganas de llevar la voz cantante.

Una película sólida y centrada que huye de la gravedad y la compostura del thriller para entregar un espectáculo de acción y violencia divertido y áspero.

Pero, ¿de qué va la cosa? Pues sobre una mujer que, encerrada en un matrimonio venenoso y controlador, se las va a ver bastante complicadas cuando una buena mañana amanezca en una situación de lo más comprometida y macabra. De este modo, Megan Fox, como decíamos, se echa el peso de la película a la espalda, y aunque la actriz no brille por su profundidad emocional ni vaya a salir de aquí convertida en la nueva Frances McDormand, sí que podemos considerar que, gracias a ella, Till Death. Hasta que la muerte nos separe es un acierto absoluto: de alguna manera, consigue que su personaje sea tomado en serio casi en la misma medida en que proporciona cierta melancolía y un subtexto sarcástico que acompaña a toda la obra, y logra subvertir el concepto del cazador y el cazado en una partida a lo Tom y Jerry que intercambia una y otra vez los roles del que persigue y el que escapa. Hay escenas que casi parecen salidas de un Chris Columbus macabro presa de un mal viaje, o quizá, por la contra, de un James Wan fumado que respondió a alguna provocación con un sonoro «sujétame el cubata» —no tengo datos exactos, pero probablemente Till Death. Hasta que la muerte nos separe sea la película con el cadáver más arrastrado de la historia del cine, algo que por otro lado, y apartando su poderosa vis cómica, podemos enlazar con el aspecto más reflexivo y subtextual de la pieza, el que conecta con el peso a cargar incluso después de la muerte—, todas ellas integradas siempre en un cómputo global bien formado que da lo justo de mitología propia y de lugares comunes como para que uno llegue al final sin haber mirado ni una sola vez el reloj. S.K. Dale, que debuta aquí en el largometraje, demuestra un pulso excelente para conjugar terror y distensión, altas dosis de ironía y furia y un gusto por el humor siniestro que se debate entre la risa culpable, la abierta y la tímida. Una película sólida y centrada que huye de la gravedad y la compostura del thriller para entregar un espectáculo de acción y violencia divertido y áspero. Y que además es un concienzudo tratado sobre cómo arrastrar muertos y mantener la dignidad.