La Casa Gucci
La moda del esperpento
• País: Estados Unidos
• Año: 2021
• Dirección: Ridley Scott
• Guion: Roberto Bentivegna, Becky Johnson (Libro: Sara Gay Forden. Historia: Becky Johnston)
• Título original: House of Gucci
• Género: Drama
• Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Scott Free Productions, Bron Studios
• Fotografía: Dariusz Wolski
• Edición: Claire Simpson
• Música: Harry Gregson-Williams
• Reparto: Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jeremy Irons, Jared Leto, Salma Hayek, Jack Huston, Alexia Murray, Vincent Riotta, Reeve Carney, Gaetano Bruno, Camille Cottin, Youssef Kerkour
• Duración: 157 minutos
• País: Estados Unidos
• Año: 2021
• Dirección: Ridley Scott
• Guion: Roberto Bentivegna, Becky Johnson (Libro: Sara Gay Forden. Historia: Becky Johnston)
• Título original: House of Gucci
• Género: Drama
• Productora: Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), Scott Free Productions, Bron Studios
• Fotografía: Dariusz Wolski
• Edición: Claire Simpson
• Música: Harry Gregson-Williams
• Reparto: Lady Gaga, Adam Driver, Al Pacino, Jeremy Irons, Jared Leto, Salma Hayek, Jack Huston, Alexia Murray, Vincent Riotta, Reeve Carney, Gaetano Bruno, Camille Cottin, Youssef Kerkour
• Duración: 157 minutos
Tras su éxito rotundo con «El último duelo», a sus 83 años Ridley Scott firma su segundo largometraje en 2021. Una historia de codicia, venganza y oscuridad que narra el drama que rodeó, entre los años 80 y 90, a la exitosa familia de la moda: los Gucci.
Adam Driver bebiendo Nespresso y fumando cigarrillos en una terraza milanesa, abren este segundo largometraje del año 2021 dirigido por el más que veterano y respetable Ridley Scott. Dicho actor interpreta a Maurizio Gucci, nieto del fundador de la exitosa marca de moda, y su primera escena en el largometraje tiende a cernirse como las últimas horas de vida del magnate. Y es que sí, es la segunda vez en el año en que Scott nos acostumbra a abrir su película con una secuencia perfectamente ejecutada del clímax de la obra, donde otra vez nos relata cuál va a ser el destino de su protagonista y nos entona el cuerpo con la tragedia que salpicó al glamour y que ha dejado un estela imborrable en el mundo de las historias dentro de los programas del corazón. Uno de esos relatos que podrían perfectamente aparecer en un telefilm de chismes de por la tarde y que terminan por hacerse un hueco en Crímenes imperfectos.
Es bien sabido el drama que envolvió a una de las familias más exitosas dentro de la historia de la moda. Los Gucci mancharon su árbol familiar de sangre a finales del siglo XX y todo ello comenzó mucho antes, allá por el año 1970. Patrizia Reggiani (Lady Gaga), hija de un transportista, conoció a uno de los herederos de la moda, Maurizio Gucci, en una fiesta de la noche italiana. Ambos volvieron a coincidir en la facultad pocas semanas después y desde ese momento, hasta 1972, desarrollaron una relación amorosa que terminó en boda. No muy bien visto este compromiso por parte de algunos Gucci, debido a la diferencia en los escalones sociales de una y otra familia, la pareja tuvo que afrontar algunas desavenencias hasta que otro pariente encargado de la empresa, Aldo Gucci (Al Pacino), terminó por aceptar el casamiento y darle una oportunidad dentro del universo Gucci a su sobrino Maurizio. Una decisión que significaría un antes y un después para la humilde vida que llevaban este estudiante de derecho y su esposa, que por aquel momento se encargaba de las cuentas de su padre. Aunque los obstáculos que desaparecerían por falta de ahorros, pasarían a ser otros problemas donde la fama y el poder eran los principales implicados. Y lo que pasó de ser una historia de amor, terminó en una tragedia absoluta.
Es importante remarcar que dentro de este largometraje los sucesos que ocurren son casi en su totalidad extraídos del libro The House of Gucci: A Sensational Story of Murder, Madness, Glamour, and Greed, escrito por Sara Gay Forden, donde los hechos son supuestamente fieles a la historia verídica, aunque de este punto a lo que se plasma en la pantalla, hay ciertos saltos que no comprenden muy bien la historia. Y todo parte en que esta adaptación cinematográfica posee un estilo dantesco y consciente, que en jerga inglesa se denomina camp, aunque siendo fieles a nuestro idioma, mejor lo podría definir Valle Inclán como esperpento. En este tono rocambolesco, es donde vemos a un Ridley Scott absolutamente alejado del director que este mismo año nos ha fascinado con su batacazo —incomprensible— en taquilla El último duelo (Ridley Scott, 2021). Lo que resulta un ejercicio serio y profesional en la segunda cinta mencionada, termina siendo un resbalón y una sobrada en la primera. Aunque hemos de partir una lanza a su favor, porque todo no va a ser tomarse las cosas tan en serio: también se puede disfrutar de algo que haces y creemos que esta mamarrachada chic ha sido toda una gozada fuera de lo escueto que es este director.
El cineasta británico se encarga de etiquetar un drama real, como una narración esperpéntica, donde nada tiene (ni en compendio, ni por separado) un sentido absoluto. Más bien, parece una sala de montaje donde se han decidido elegir tomas que se iban a quedar fuera del trabajo final, sustituyendo éstas por las que de verdad tenían un tono un poco más acorde a lo triste y desgarrador que es lo que se nos cuenta. Quizá una falta de respeto para los implicados, pero toda una experiencia en salas para los espectadores (no sabemos anunciar si mala o buena). Sin duda alguna, una apuñalada trapera y responsable de ella misma para el raccord del largometraje, que si bien divaga por escenas hilarantes y absurdas, también aprieta hasta el seso de la sobreactuación, o mejor dicho: de la vergüenza ajena. Y es que advertimos que podréis tener pesadillas con los acentos italianos tan forzados de sus implicados. Así como ver a Al Pacino como un mono de feria, o a Jared Leto como el ridículo hecho personaje, que parece ser que esta es su senda interpretativa ahora. Difícil de observar esta decadencia, que entendemos necesaria para la lógica aplicada en la mente de Scott y proyectada hacia una cámara, pero a veces el sentido de una obra debe también entender lo que implica. Y creo que en esta disonancia es también donde oscila Ridley, y donde no sabe muy bien dónde lanzar los balones y más bien se equivoca.
Si bien la ensoñación que es la dirección de fotografía de Dariusz Wolski (como siempre aportando buenas directrices) posee unos planos oscuros y más bien centrados en un drama de punta gorda, luego lo que escriben Roberto Bentivegna y Becky Johnson pasa a ser otra cosa. Y es aquí donde el mando de dirección debería ser capaz de acordar y colorear de un mismo significante todos los departamentos, para que el significado sea congruente. Pero lo que queda más bien es una lobreguez visual acorde a largometrajes de más peso, que recuerdan a películas de Martin Scorsese o Francis Ford Coppola, con una narrativa prototípica de Andy Warhol o Russ Meyer. Es en esto donde se intenta mezclar la distopía de lo camp con la sombra de lo noir, pero el resultado en vez de ser una obra negra con toques de exploitation es una caricatura de sí misma. Y somos partidarios de tirar por un lado o por otro, pero lo que no puede ser es que te quedes en medio de dos caminos, porque entonces no sabes muy bien si es mejor tomar por la derecha o, si en cambio, el camino de la izquierda es preferible. Un tropiezo con su propio pie, como calzar una mesa por una de sus patas y que eso deje más coja a una de las otras. Y ya ni que hablar de la selección musical de Harry Gregson-Williams, en la que no existe ni un ápice de comprensión ni continuidad, y que te puede poner en una escena de matrimonio el temazo Faith de George Michael y tira para adelante sin dar muchas más respuestas ni explicaciones.
Quizá esto necesitaba más de un lado que de otro, porque su unión en cómputo global tampoco tiene mucho más sentido en conjunto, ni fragmentado. Sí es cierto que las salas ya están cumpliendo con sus llenos absolutos, y es que el nuevo romance sensación del séptimo arte, amparado por los nombres de la estelar Lady Gaga y del actorazo que es Adam Driver, es un cartel que atrae a todo tipos de públicos y es entendible, aunque seguimos siendo partidarios de El último duelo como la obra que sí merece todos los halagos por parte de prensa y público hacia Scott en este 2021, porque verdaderamente pocas veces tenemos la suerte de apreciar este tipo de películas que aparecen dos o tres veces en cada década. Más bien hablando en futuro de ella, La casa Gucci será una obra que recaude más de lo que merece, algo que no es negativo, pero también es importante recordar que si la purpurina no se adhiere bien, al final se termina cayendo: un éxito en taquilla que se agradece, pero son ciento cincuenta y siete minutos que son para verlos con otros ojos. A nosotros nos queda pendiente de revisionado, por supuesto. Y a Scott le encargamos que se cuide por muchos años más, porque hacer hablar y recaudar, es algo que este año solo se ha encontrado bajo el sello de sus obras. Más de uno quisiera llegar a su edad con su mismo nivel.