Escenario 0
Del teatro filmado al montaje audiovisual más vanguardista

País: España
Año: 2020
Creación: Irene Escolar, Bárbara Lennie
Título original: Escenario 0
Género: Serie de TV, Drama, Comedia
Productora: Calle Cruzada S.L.
Fotografía: Pau Esteve Birba, Santiago Racaj, Daniela Cajías, Bet Rourich, Alex García Martínez
Música: Arnau Vilà, Nascuy Linares
Reparto: Irene Escolar, Bárbara Lennie, Ariadna Gil, Gonzalo Cunill, Luis Bermejo, Carmen Machi, Íñigo Rodríguez, Carlota Gaviño, José Juan Rodríguez, María Morales, Mikele Urroz, Óscar Velado, Rebeca Hernando

País: España
Año: 2020
Creación: Irene Escolar, Bárbara Lennie
Título original: Escenario 0
Género: Serie de TV, Drama, Comedia
Productora: Calle Cruzada S.L.
Fotografía: Pau Esteve Birba, Santiago Racaj, Daniela Cajías, Bet Rourich, Alex García Martínez
Música: Arnau Vilà, Nascuy Linares
Reparto: Irene Escolar, Bárbara Lennie, Ariadna Gil, Gonzalo Cunill, Luis Bermejo, Carmen Machi, Íñigo Rodríguez, Carlota Gaviño, José Juan Rodríguez, María Morales, Mikele Urroz, Óscar Velado, Rebeca Hernando

Desguazamos esta fabulosa serie emitida por HBO que nos recuerda tanto a los «Estudio 1» antiguos de RTVE, y que a su vez presenta la calidad técnica suficiente como para competir con cualquier producto de la plataforma streaming.

Se ha dicho en numerosos medios que esta serie de obras de teatro filmadas eran como una especie de Estudio 1 del siglo XXI. Para quienes no hayan conocido ni hayan oído hablar de esta referencia, se trataba de un programa de RTVE que con mayor o menor acierto acercaba allá por 1965 y durante dos décadas aproximadamente a la pequeña pantalla a nuestros clásicos teatrales más conocidos, así como algún montaje sobre obra de teatro extranjera. Se trataba de convertir el teatro (como luego se haría con la zarzuela, la revista o la ópera) a la mayor cantidad de público posible. La COVID-19, sus restricciones y la gran cantidad de gente confinada en la ultima época de nuestras vidas ha reunido a dos grandes actrices y directoras escénicas, Irene Escolar y Bárbara Lennie, para ahondar en esta propuesta sobre seis obras de éxito en la antigua cartelera española, no sabemos si con la idea de ir incorporando más, pero esta vez sí, para fidelizar al respetable a los temas y raíces de lo que actualmente se viene haciendo en las tablas, de una manera creativa y única en su formato para unas plataformas que cada vez nos hacen consumir contenidos de una manera más compulsiva.

En realidad, la idea de filmar teatro para llevarlo con mayor o menor fortuna a la gran o pequeña pantalla proviene del mismo cine mudo, siendo Gran Bretaña uno de los países pioneros. Mientras Méliès en Francia lo trataba allá en los orígenes del cinematógrafo como arte cercano a la pintura y la prestidigitación, el país de Shakespeare ponía una única cámara delante de espectáculos de este tipo, dando lugar a los primeros ejemplos de teatro filmado.

Las seis propuestas escogidas por Escolar y Lennie son todo un gozoso compendio de sentimientos, pues si de algo trata el arte del teatro, además del movimiento propio de la escena dramática, es de eso.

Sería más adelante, con la llegada de la televisión, cuando se pasaría a una realización multicámara, donde tres o más cámaras darían una cobertura más específica a los eventos en directo. Normalmente se seguía utilizando una cámara central que cubriera toda la acción principal, y otras dos a derecha e izquierda capaces de mostrar recursos audiovisuales con más detalle para poder alternarlos bien en montaje o en directo. Poco a poco a esta última variante, se unirían grúas, steadicams… que harían que los operarios tuviesen en cuenta una mayor especialización (y que trabajaran codo con codo con los directores de escena) e incluso fuerza física. Lo que tal vez diferencie Escenario 0 (2020) pues de Estudio 1 es esa voluntad de, respetando al cien por cien los diálogos teatrales previamente concebidos, hacer cine con ellos, ya que el medio teatral probablemente también haya evolucionado bastante desde los años 80, al menos en cuanto a los usos y costumbres del espectador, actor y director de entonces, con respecto al de ahora, las modas sociales, los gustos…

Pasamos a comentar cada una de las seis propuestas escogidas y algunas incluso doblemente interpretadas por Escolar y Lennie, todo un gozoso compendio de sentimientos, pues si de algo trata el arte del teatro (además del movimiento propio de la escena dramática) es de eso.

Los mariachis: corrupción y España vaciada

Todo pudiera empezar de manera engañosa en una nave industrial situada en mitad de ninguna parte de la Meseta española, con una máscara de gigantes y cabezudos y unos tipos extraños de sí mismos, pero su guionista y dramaturgo (Pablo Remón) enlaza este primer cuadro haciéndonos ver que estos personajes excéntricos pueden llegar a explicar sus miserias de una forma más sincera, conforme se cambia el escenario o set, y lo hace gracias a un paso de Semana Santa que terminarán procesionando para nadie, a ritmo de Pascual Bailón. La obra, contenida en el libro de Remón Abducciones (2018) editado por La Uña Rota, termina siendo una comedia negrísima y absurda, dirigida por Lino Escalera y su autor. Entre los actores, gana prestancia y solidez Luis Bermejo, estando Israel Elejalde, Emilio Tomé y Francisco Reyes no menos geniales e igualmente destacables. La fotografía de Pau Esteve, de colores cálidos y grisáceos, logra una apariencia eficaz ante lo que se quiere, o al menos así creemos, conseguir.

Hermanas: la familia y las cajas de los truenos

Sobre un texto del dramaturgo francés Pascal Rambert y dirigida por Diego Postigo, la soberbia interpretación tanto de Bárbara Lennie como de Irene Escolar resulta un prodigio de lucha y fiereza sin par. En un espacio blanco, vacío, con unas sillas y el gesto teatral (ese gran aliado) nos cuenta el drama de dos hermanas separadas por el yugo del talento para sobrevivir, ante unos padres ya desaparecidos. Reproches, complejos y solidaridades rotas se dan de la mano en una hora y media que empieza en lo más alto y termina en suspenso, pues nada bueno puede salir de las palabras, cuando es un machete que a la vez aprisiona lo visceral lo que todo mueve. Escolar es acomplejada, racional y perversa. Lennie se escuda en la necesidad de una charla para una ONG para golpearla donde más duele partiendo de su propio rencor, y su necesidad, a veces abierta y que deja a la hija mayor maltrecha y más destrozada de lo que pudiera parecer. La fotografía casi neutra de Santiago Racaj mide con coreografía precisa los movimientos de ambas actrices con eficacia y sabiduría, hasta el punto de que vemos en un momento como los dos brazos de Irene se tambalean dispares como si sobre estos se sujetase todo su frágil cuerpo, abandonado como el de Bárbara, a su propio tormento.

Mammón: la falta de metáforas

Partimos de una verdad inexistente y es la fastuosa puesta en escena de una obra de teatro, cuyo estreno se prevé en el Real madrileño y que trata del enfrentamiento de dos familias en la antigua Siria por la ambición de unos terrenos y el dinero que ellos cuestan. Esta ambición puede ser sana, hasta que llegan los problemas. Pues bien, Nao Albet y Marcel Borrás aprovechan a pesar del boicot por las autoridades a la propuesta, trincar el dinero de la subvención e irse a Las Vegas, a hacer más dinero sobre dinero, tratando de perpetuarse como las familias sirias, en una espiral de juego, drogas, sexo y codicia que pretende hacerlos iguales a ellos, sin que el espectador tenga mayores referentes. En un reparto más coral en el que reaparece Irene Escolar, que narra el documental inicial junto con Ricardo Gómez —el niño de Cuéntame cómo pasó (Miguel Ángel Bernardeau, 2001)— y en el que ella interpreta también a una prostituta, cuenta con el personaje de un pobre diablo interpretado por Manuel Sans, que los llevará a todos ellos (Albet y Borrás al frente) al más profundo y cercano —por vulgar— de los infiernos. Resulta graciosa la aparición episódica de Luis Tosar.

Todo el tiempo del mundo: el recuerdo como filosofía

Héctor Flores es un vendedor de zapatos de vida gris (el blanco y negro para hablarnos del personaje principal es una opción estilística más que acertada) que encuentra en cada visitante a su tienda un motivo recurrente para revisitar a sus abuelos cubanos, su madre Aurora y alguna hermana y novia. Dicen que conocer el atrabiliario mundo de emociones del pasado, es capaz de vivir el futuro. Pues precisamente eso trata de hacer Pablo Messiez desde el guion o dramaturgia con este personaje insomne, que se cree más demente de lo que es (de hecho muchas le consideran lindo). El conjunto es un extraño —por metafísico— encuentro consigo mismo a través de los demás, que se acentúa menos cuando se habla de comportamientos pasados, y más cuando entran en juego el poder de las letras que forman palabras. Como en Hermanas pero con un rastro más amable, las palabras aquí, y la forma en que al espectador llegan, son fundamentales en la deconstrucción que cada uno, en su rompecabezas mental, se hace. La interpretación contenida de un Iñigo Rodríguez (Héctor) sudoroso y poco grandilocuente hace las delicias no solo de los otros actores (Carlota Gaviño, Juanjo Rodríguez o Rebeca Hernando, entre otros) sino de todo espectador que se precie.

Vania: las herencias

Con texto de Álex Rigola inspirado libremente en Tío Vania (1898) del ruso Antón Chéjov, y la incorporación como actriz de Ariadna Gil, estamos ante una película también bellísima que recuerda y para bien al cine de Éric Rohmer. Solo pasado un tiempo en que nos creíamos en un bosque dentro de un páramo perdido, descubrimos que estamos en las tierras de Vania, dueño de la casa que apenas sale de ella, pues tiene mucho que escribir y trabajar sobre sus papeles. Los personajes están enamorados primero plácidamente y después de manera triste unos de otros; también hay un guarda forestal (Gonzalo Cunill, aventurero dibujante de árboles) que se ha endurecido ante la idea del amor ya no sensorial, sino como sentimiento. Irene Escolar y Luis Bermejo interpretan la parte débil en cuanto a sentimientos, y no así poder. Gil es la esposa de Vania, una actriz que sabe desde su oficio como alterar los patrones hacia una nueva paz. Daniela Cajías en la fotografía consigue crear un clima agradable, verde y lleno de empinadas cuestas tan diferente al que utilizaba Almendros en las películas del director francés, y sin embargo tan plenamente cercano quizás por menos estudiado.

Juicio a una zorra: feminismo con fundamento

La Helena de Troya recreada y dirigida por Miguel Del Arco —que ya hizo en cine nuestras delicias en el filme Las furias (2016)— acaba convirtiéndose gracias a Carmen Machi y su poderío interpretativo en todo un icono feminista a reivindicar. Hija del dios Zeus y la mortal Leda, Helena nace de un huevo, y desde que nace es víctima de la censura de los gobernantes de Esparta y Troya, y hazmerreír del pueblo. Tras ser violada a los nueve años y conocer a más de un guerrero, se casa con el tonto de Menelao (para Ulises tampoco tiene buenas palabras, tildándole de gallito paticorto que se fingió loco cuando le convino; así como Aquiles, a quién tilda de sarasa), siendo el guerrero troyano Paris su gran y escondido amor y Héctor, su cuñado favorito. Acusada de propiciar la guerra de Troya, que nos es contada en toda su real rudeza, Helena aspira con este colosal monólogo habitar en esa parcela de olvido necesaria para poder respirar como personaje, y así reescribir la historia. Portentoso montaje este que fue llevado a las tablas madrileñas por primera vez en los Teatros del Canal.

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