Grizzly Bear es una banda especial. Con cinco discos a sus espaldas, siendo el primero de ellos —Horn Of Plenty— publicado en el año 2004, se les puede considerar una banda consagrada dentro del panorama alternativo de la música americana y hasta anglosajona. Por su sonido se les podría enmarcar en un grupo de bandas entre las cuales figurasen nombres como Beirut, Alt-J, Fleet Foxes o Beach House, por poner unos pocos ejemplos. Son bandas que juegan en sus armonías con el folk, la electrónica o el rock. Ahora bien, Grizzly Bear suenan exclusivamente a Grizzly Bear.
Decíamos que se trata de una banda especial —entre otras cosas— por contar en su discografía con álbumes como Veckatimest (Warp Records, 2009), quizás su trabajo más particular. No el mejor, pues dicha categoría le pertenece a su cuarto álbum, de nombre Shields (Warp Records, 2012). Los de Brooklyn son expertos en crear atmósferas únicas en sus discos, y en Veckatimest nos encontramos acaso con una de las más envolventes de su carrera discográfica.
Antes que nada, advertiremos que no se trata de un disco de escucha fácil. Para entendernos, diremos que Grizzly Bearno es una banda sujeta a las normas del pop en sus melodías, aunque es cierto que hay mucho de esto en ellas. También, que no siguen fórmulas, y esto es importante, pues muchas de las canciones del álbum se le pueden atragantar incluso al oyente más experto en la primera escucha. Digámoslo aún más claro: Grizzly Bear dista mucho de sonar como Coldplay o como Keane, sin menospreciar en lo absoluto el trabajo de estas bandas británicas.
Veckatimest —su tercer disco— empieza con un engaño, y es que la primera canción del álbum, Southern Point, nos seduce con unas sutiles percusiones que pueden llegar a sonarnos a cierto jazz caribeño para después arrastrarnos hacia una melodía de tonos oscuros que termina enganchando. Nos reponemos de este golpe de oscuridad rápidamente con Two Weeks, la canción más famosa de la banda (es raro conocer a alguien que no la haya escuchado alguna vez en algún sitio, película o anuncio) y en la que colabora Victoria Legrand, de Beach House. La cantidad de reproducciones que este tema tiene en las plataformas de stream supera con mucha diferencia al resto de sus canciones más populares, y es entendible: Ed Droste (vocalista y principal compositor de la banda) hace gala aquí de unas armonías vocales que trascienden la belleza sonora. Es este un tema de melodías dulces y familiares que suele gustar a la primera. Tras este oasis de dulzura, volvemos a adentrarnos en esta atmósfera ora nostálgica, ora oscura que va tomando forma con All We Ask.
Para entendernos, diremos que Grizzly Bearno es una banda sujeta a las normas del pop en sus melodías, aunque es cierto que hay mucho de esto en ellas.
Llegados a este punto, pueden pasar dos cosas: el oyente puede sentirse tentado de rendirse y darle al botón de stop o bien sentir curiosidad y ganas de saber qué viene a continuación. Obviamente, recomendamos seguir adelante. Haciendo esto, nos encontramos con un par de temas (Fine For Now y Cheerleader) que siguen en la línea de lo que el disco significa y que transmite tan bien después de un par de escuchas: desasosiego, tristeza, belleza, nostalgia y felicidad. Decíamos que Grizzly Bear son expertos en crear atmósferas únicas en sus trabajos. Pues he aquí a la mitad del álbum que Grizzly Bear ya ha terminado de construir del todo la de Veckatimest. Es esta amalgama de sentimientos que hemos mencionado la atmósfera y el alma de este disco. Continuando nuestro viaje por Veckatimest —que por cierto, se llama así por el nombre de una isla deshabitada cercana al Cabo Cod, en Massachusetts—, llegamos a Dory, quizás la composición más floja del trabajo. Ready, Able, que viene a continuación y que es la canción que abre la segunda mitad del disco, bien podría ser ese amor de nuestra vida que al principio no reconocíamos como tal. Es el mejor tema del álbum —y uno de los mejores en la discografía de los neoyorquinos—, pero es posible que no nos demos cuenta de esto a la primera.
A partir de aquí, el disco se va apagando de forma gradual, como a veces se apaga la naturaleza de las cosas, o la naturaleza misma. Se va dejando ir, y nosotros con él. Rescatamos, antes de acabar, temas como Hold Still, en el que la voz casi desnuda de Droste lo es casi todo, o la final Foreground y su piano que puede llegar a recordarnos al de Owen Pallet para la banda sonora de la película Her (Spike Jonze, 2013).
La atmósfera más peculiar de unos músicos expertos en crearlas está en Veckatimest, el tercer álbum de una banda que terminó de enamorarnos en el 2009 con la publicación de este trabajo. Lo que vendría tres años después, con la publicación de Shields, no fue más que la consagración de una banda gigante dentro de los parámetros en los que se reconoce que navegan este tipo de grupos. Pensamos que puede ser buen momento para escuchar un álbum como Veckatimest las veces que sean necesarias hasta enamorarse. Muchas veces la mejor música nos requiere ciertos esfuerzos a los oyentes para poder apreciarla, y si perseveramos, podemos llegar a disfrutar infinitamente obras como este tercer disco de Grizzly Bear.