Cuando la Movida madrileña se extendía por numerosas provincias de España durante los primeros años de la Transición, al otro lado del charco sucedía algo más o menos similar, otro movimiento contracultural en Nueva York y que fue documentado de forma intimista por la artista estadounidense Nan Goldin. De origen judío y con una infancia dura —crece entre varias familias adoptivas y su hermana se suicida—, su conexión con el arte parece haber estado latente en el interior de su mente, ya que con tan solo quince años ya empieza a experimentar con la fotografía en la escuela.
Por aquel entonces, la sociedad americana entraba de cabeza en los años setenta y ochenta —le faltan pocos años a Ronald Reagan para ser presidente del país, que coge el testigo de Jimmy Carter en 1981, época en el que se desata la epidemia del sida por todo el país y Reagan es cuando menos indiferente—; y ahí comienza Nan Goldin a aparecer como esa fotógrafa que documenta su alrededor. Frecuenta en Massachusetts la zona de Provincetown, muy popular en la época —y ahora también—, siendo destino LGTBI y lugar en el que conoce a muchos de los protagonistas que aparecen en sus fotografías. Cuando el punk y el underground se abren paso, ella queda totalmente prendada de ese universo y es ahí cuando comienzan a visibilizarse las identidades sexuales, de género y el sida, que tocará de lleno a muchos de sus amigos, y que ella documentará.
El trabajo de Nan Goldin se caracteriza por mostrar la intimidad de las personas desde una perspectiva de cotidianidad. Desde el momento en el que se sumerge en esa cultura norteamericana que estaba ahí, pero que parte de la otra sociedad le daba la espalda y no le ponía cara ni nombre, Goldin se empeña en mostrar lo mejor y lo peor de ese mundo, lo más bonito que puede existir pero también las verdaderas pesadillas por las que pasaban cada una de esas personas en su día a día. Incluso ella, que se pone delante de la cámara, pero no de una forma narcisista, sino solamente a modo de documentar. En su momento, le confesó al periódico The Guardian que no se consideraba ni narcisista ni voyeur: «No miro a través de una ventana cerrada. Utilizo la cámara de cerca y las personas pueden cambiar aspectos de esta relación de gran confianza».
Estas fotografías ahondan en momentos incómodos de ver y desagradables: es un estudio de esa sociedad que caía en una espiral de desamparo y se autodestruía.
A lo largo de toda su carrera como fotógrafa, su trabajo ha sido criticado, censurado más bien, por la crudeza en su narrativa hacia los traumas sociales que se reflejan prácticamente sin buscarlos, sino que surgen a raíz del día a día —volvamos nuevamente al inicio del artículo para situarnos en la época en la que se está sumergiendo Nueva York, y Estados Unidos en general—.
¿Por qué es el trabajo de Nan Goldin tan admirado y al mismo tiempo tan criticado? A la sociedad no le gusta que le muestren el horror en el que viven, mientras lo escondamos todo bajo la alfombra, nadie sabrá que está ahí. Pues bien, Goldin levantó esa alfombra y lo mostró todo: durante la década de los ochenta su ojo apuntó hacia su vida y al grupo de amigos con el que se relacionaba, que incluía personas adictas a las drogas, prostitutas o de la comunidad LGTBI. Para la sociedad de la época esto era lo extraño, lo que formaba parte de lo nocturno y vivía entre las sombras, pero estaba a la orden del día, solo que las gentes miraban hacia otro lado y Goldin lo sacaba a la palestra, no con intención de agitar el ambiente, sino como forma de documentar su círculo, las personas que habitaban en él y sus vidas.
La Balada de la Dependencia Sexual es su serie fotográfica más famosa y va mucho más allá de mostrar la intimidad. Las fotografías fueron presentadas como diapositivas en 1985 y se publicaron en un libro al año siguiente. Todas ellas fueron tomadas por la artista entre 1979 y 1986, y son uno de los grandes archivos de la subcultura neoyorquina de esas décadas. En su momento fueron criticadas, incluso por Bill Clinton, pero perduran hasta la actualidad ya que volvieron a ser expuestas en el MoMA en 2016, demostrando que los temas que se tratan están totalmente vigentes.
Estas fotografías ahondan en momentos incómodos de ver y desagradables: es un estudio de esa sociedad que caía en una espiral de desamparo y se autodestruía. La mirada de Goldin sobre la subcultura neoyorquina que vivía entre las drogas no solo sirvió para que la sociedad reflexionara, sino también para que esa imagen sirviese además de documento, un recurso expresivo: las escenas de amor, el sexo, la violencia, los temores o dolores de la vida. Goldin anda un camino emocional que hace visible lo que de puertas para dentro o bajo la oscuridad de la noche es terriblemente invisible. Nan Goldin es, sin duda alguna, una de las fotógrafas más importantes del siglo XX por su gran aportación a la fotografía como documento y como recurso expresivo, ya que ha dejado constancia a lo largo de los años de la sociedad de cada época. Esa sociedad que duele ver. Sus fotos son como un álbum de fotos familiar, en la que no solo la vemos a ella, sino también a sus amigos, entre alegrías, penas, melancolía, ilusión y muerte, describiendo los años en los que decían vivir.
- Nan Goldin The Other Side. (2020, 19 agosto). XIBT Contemporary Art Magazine. https://www.xibtmagazine.com/2020/08/nan-goldin-the-other-side/[↩]
- Crespo MacLennan, G. (2016, 10 junio). La Balada sigue sonando. El País. https://elpais.com/cultura/2016/06/08/babelia/1465399330_251711.html[↩]