Liquid Memories: El asesino del agua
La mente como interrogante
Un manga español de gran calidad literaria que propone una reflexión sobre la fragilidad de los recuerdos.
Japón es uno de los países que más cultura ha exportado al mundo en estos últimos años: el sushi —hoy en día los restaurantes japoneses se han expandido—, los videojuegos, el anime, el manga, etc. Centrándonos en esta última representación —y siendo de mis favoritas como lector voraz—, podemos presumir de haber recibido en España una buena cantidad de historias de esta índole, pero la cosa no se queda ahí. Gracias a todo el fandom que ha surgido alrededor de esta forma de entretenimiento, han comenzado a emerger mangas nacionales de gran calidad.
Liquid Memories es uno de esos ejemplos. Esta es la segunda obra del tándem de mangakas formado por el guionista Fidel de Tovar y el dibujante Dani Bermúdez, ganadores del premio a mejor manga español en 2018 por Arashiyama, la montaña de los deseos y en 2019 por la obra a tratar en el día de hoy, Liquid Memories. La historia que se nos presenta comienza poniéndonos en situación: estamos en un Londres contemporáneo en el que se han cometido una serie de brutales asesinatos perpetrados por el «asesino del agua», un peligroso sociópata el cual realiza sus maquiavélicos actos en lugares que, como su nombre indica, están relacionados o tienen algún tipo de conexión con el líquido elemento. Puede que, si se tiene únicamente en cuenta esta descripción, la obra no parezca la más original del mundo. No obstante, si citamos las primeras frases que nos propone la sinopsis del primer volumen de esta serie de dos —«Has vuelto a matar. Después de un año lo has vuelto a hacer. La prensa británica te ha bautizado como el asesino del agua, el mayor criminal que ha conocido Londres desde Jack el destripador»—, la propuesta parece adquirir otra dimensión. Liquid Memories nos presenta una historia en la que nada es lo que parece y, por supuesto, nadie es quien aparenta ser. Estamos ante un thriller policíaco —si se le puede llamar así sin caer en el reduccionismo— en el que no es hasta ya muy entrada la historia, casi hacia el final, que empiezas a vislumbrar lo que realmente está ocurriendo. La capacidad de Fidel de Tovar para mantener la tensión y la atención de los lectores es sublime. El guion da los golpes de efecto justos para que, cuando ya crees que te has asentado en la historia y te has encariñado con los personajes, todo de un vuelco y cambie lo que creías saber de la narración.
Referencia a Jill Valentine, de la saga de videojuegos Resident Evil.
Hay una buena cantidad de referencias a otras obras y a personajes históricos en este manga. Para empezar, ya al mismo comienzo, en las primeras páginas, una presentadora de la BBD —claro homenaje a la archiconocida BBC— enuncia que hace casi un año que el asesino del agua no perpetra ningún crimen. Dicha presentadora lo compara en brutalidad con el más sádico asesino que ha conocido la era moderna: Jack el Destripador. En esta compleja trama también se cuelan guiños y homenajes a obras del calibre de la mítica serie Twin Peaks, creada por el maestro David Lynch en 1990, a la famosa película dirigida por David Fincher en 1995, Seven, o a esa cumbre de la literatura universal que es Crimen y castigo, de Fiódor Dostoyevski.
Aparte de todos estos matices y referencias que dotan a la historia de una mayor complejidad, quiero comentar un detalle que me ha gustado en especial: al final de cada uno de los dos tomos, los autores presentan una sección, la cual han bautizado como Liquid Music. En ella proponen al lector unas listas de reproducción de Spotify que representan a la perfección el carácter de los personajes que hemos ido conociendo a lo largo del volumen. De esta manera, aparte de disfrutar de verdaderos temazos como Last flowers de los británicos Radiohead o That’s all right del Rey del Rock and Roll, Elvis Presley, la capa de profundidad y la humanidad que otorga a los protagonistas es digna de elogio. Un recurso de lo más interesante. Por su parte, el apartado del que se ha encargado Dani Bermúdez no es para nada menos brillante: el detalle del que hace gala este dibujante es asombroso. La vida que insufla a las calles de Londres y el cariño que se palpa al fijarse detalladamente en los fondos de las viñetas es digno de maestros del nivel de Takehiko Inoue (Vagabond, Slam Dunk) o Inio Asano (Reiraku, Solanin). La limpieza en el trazo, los juegos de sombras y profundidades de los escenarios, la expresividad en las caras de los personajes, etc., hacen de esta obra una delicia en lo visual.
El cómic juega con encuadres de calidad cinematográfica.
La importancia de un buen dibujo es tan alta que, y hablo desde la experiencia, el hecho de que se haga incómodo, complicado de entender o simplemente demasiado recargado puede desencadenar en el lector un cansancio visual con demasiada premura, lo que implicaría un estado de ánimo para con la obra más áspero y unas sesiones de lectura más cortas. En definitiva, una experiencia muy inferior a lo que debería ser una lectura fluida. Se nota perfectamente cuando los autores han puesto toda la carne en el asador con una obra. En el momento en el que te percatas de que la profundidad de la historia es mucho mayor de lo aparente, es cuando empiezas a disfrutar de ella en su totalidad. La filosofía del asesino del agua es interesante y, como poco, controvertida: su forma de ver el mundo y a las personas roza la mentalidad de famosos antagonistas de novelas detectivescas como James Moriarty; el fin justifica los medios, como enunciaba el filósofo Maquiavelo.
Como bien comentaron Dani Bermúdez y Fidel de Tovar en distintas ocasiones, la idea del título y de la obra en general gira en torno a la maleabilidad de los recuerdos: son como agua. Se adaptan, se mezclan, se corrompen y evaporan. Son frágiles y fáciles de manejar. Eso hace a la gente vulnerable. Esta premisa, combinada con la finura con la que la han ejecutado es, sin duda, una de las mayores virtudes y atractivos de esta obra. Puedo decir tranquilamente que este es uno de mis mangas favoritos de los últimos años. Gracias a su naturaleza —la historia se divide, como comentábamos antes, en 2 volúmenes— el relato no se nota alargado artificialmente y no contiene ni una sola página de relleno. Cada diálogo es importante, cada viñeta es vital y cada acontecimiento es un punto de inflexión para recordar. Liquid Memories es un manga redondo. Uno de esos que hay que leer y disfrutar al máximo. Ningún fan de este medio quedará insatisfecho después de la lectura de esta obra, es más, tendrá un argumento extra que usar cuando oiga a alguien decir que, en España, no hay buenos autores de manga.