Sitges calienta motores anunciando una apertura de la mano de Ana Lily Amirpour (Una chica vuelve sola a casa de noche, 2014), y su Mona Lisa and The Blood Moon (Ana Lily Amirpour, 2021). Y además estrena una llamativa revisitación de las Historias para no dormir que engendrara Chicho Ibáñez Serrador. Esta vez con direcciones de Rodrigo Cortés, Paco Plaza, Paula Ortiz y Rodrigo Sorogoyen, con quien hablamos sobre su primera incursión en una fantasía que no suelta su realismo humanista y su análisis psicológico y social. Indagamos también en sus procesos de creación y escritura, habitualmente con Isabel Peña (ahora volcada en el siguiente proyecto conjunto). Era la ocasión ideal para la colaboración pendiente entre dos compañeros de escuela y viejos amigos: Daniel Remón (Goya al mejor guion adaptado por Intemperie, 2019) y Sorogoyen llevan El doble de Ray Bradbury a su terreno.
¿Habéis escogido El doble por alguna razón en especial?
A mí me llama Isla Audiovisual, con los que trabajé mucho en el pasado, en televisión, y me llevo muy bien. Hacía muchísimo que no currábamos juntos. Me explican el proyecto, «pues estábamos pensando en estos directores», y yo: «ah, pues qué buena pinta». Y me dicen: «hay unos cuantos episodios de Chicho y la cosa es que elijas el que más te guste». En la lista estaba El doble, que yo no había visto, pero por el nombre ya sabía que era el que más me iba a interesar. Y efectivamente, tenía mucha mandanga. Lo hemos adaptado bastante-bastante libremente. Veía que podía hablar ahí de un tema que me interesa mucho últimamente, que es el de la pareja, algo que no hemos explorado todavía Isabel Peña y yo, aunque tenemos un proyecto por ahí en que sí. Llevo tiempo queriendo escribir y filmar sobre ello, y esto me lo permitía. Y luego está también el tema de la doble identidad, del futuro en cuanto a los clones. De la inteligencia artificial y todo eso, y esta era una buena manera de adentrarme en esos mundos.
¿Estabas ya versado en la ciencia ficción antes de que te surgiera este proyecto? Porque normalmente te ciñes bastante a personajes realistas.
Me interesa la ciencia ficción. No soy para nada un experto, con lo cual no he visto toda, que creo que es por donde ibas. No he leído mucho de ciencia ficción más allá de lo que me gusta. Soy fanático de Blade Runner, evidentemente, o de Alien, el octavo pasajero, y me encantaría hacer una película del género. Pero hay una cosa muy interesante que has dicho, que es que normalmente hacemos personajes realistas. A mí las películas de ciencia ficción me gustan cuando hay un realismo pero, simplemente, estamos ubicados en un mundo que no es el nuestro y con otras reglas. Y es lo que hemos hecho.
Historias para no dormir: ¿que te quita a ti el sueño en el género del terror? ¿Qué te da miedo?
La primera película de miedo con la que tuve pesadillas, que la vi siendo pequeño, porque la veían mis primos mayores y me colé y salí traumatizado fue —que era mi época, claro— Pesadilla en Elm Street. El día que vi esa película tuve una pesadilla horrible y no se me ha olvidado.
¿Y en la vida adulta, que parece que nos cuesta un poco más asustarnos?
Bueno, yo con [•REC] me lo pasé muy bien y muy mal, por ejemplo. Ese tipo de cine… realista, sí me da mucho miedo. Cuando te ciñes a lo realista y hay un monstruo: miedo (ríe). Cuando te ciñes a lo realista y hay zombis: miedo.
¿Y te dan miedo —a lo mejor— las personas con mucha labia? Porque en tu/vuestra obra destacan unos personajes con mucha persuasión, y que establecen unos roles de poder con respecto al grupo, o personas que están en el poder de manera oculta. ¿Vamos a ver más de esto —bueno, sin hacer spoiler— en el enfoque que le habéis dado a El doble?
Sí. Yo creo que en cualquier relación —evidentemente, en la de pareja, más todavía— intensa, hay una relación de poder. Desde el punto de vista personal, en una relación sana es cuando menos ocurre eso. Puedes tener un poder en una faceta y se complementa porque la otra persona lo tiene en la otra, y siempre que haya pactos. Pero evidentemente, una de las cosas que fundamenta la pareja —y quien diga lo contrario creo que se quiere mentir a sí mismo— es que hay una relación de poder y que a veces crea situaciones muy complejas. Y muy violentas, a veces. Incómodas. Y claro, cuanto más incómodo y más violento, pues más nos sirve para la ficción: menos para la vida y más para la ficción. Y ahí creo que cualquier guionista encuentra grandes fuentes de dramaturgia. Grandes fuentes de conflicto y grandes inspiraciones. Entonces, claro: es normal que nuestros personajes, nuestros mundos, estén poblados de eso.
Hace poco, en tu Master Class en Zaragoza comentabas que, en la parte psicológica, no recurríais a libros de psicología, pero sí a la observación de personas reales. En la elaboración de El doble, ¿os habéis documentado de manera especial? ¿Hay referentes que puedas mencionar sin adelantar lo que va a ser el contenido de la obra
No, ha sido lo que tú has dicho: la vida. Es una historia de pareja ambientada en el futuro, donde existe la posibilidad de que tú tengas un doble. Eso ya me parece muy potente. Y más si lo metes en la pareja, que es de lo que queríamos hablar. De cómo una pareja puede gestionar eso: ¿tiene miedo de gestionarlo? ¿Tiene sus cosas buenas? Evidentemente. Y sus cosas horribles. Creo que los dos —aunque yo llamé a Daniel y elegí la pieza— hemos puesto mucho de la propia experiencia, lógicamente.
Y en el concepto —el contexto, sobre todo— ¿vamos a poder ver esa denuncia social que acostumbramos a ver filtrada en tu obra?
Supongo que algo hay. No quiero prometer nada porque luego, según cómo, uno se puede defraudar, pero entiendo que también estamos hablando de la sociedad. Una peli que es un buen referente no estético —no porque no me guste, porque me parece un peliculón— es Her, de Spike Jonze, un referente del mundo de la pareja o de las relaciones humanas en el futuro. Entonces, claro, había que separarse un poco pero, a la vez, tomar cosas que sirven muchísimo. Es un director que abrió mucho camino en ese sentido con esa película.
¿Te consideras un activista? Ya que sacaba el tema de la denuncia social que sueles incluir.
No, qué va (ríe). Para nada, para nada. Me gustaría ser muchísimo más activista. No me considero activista para nada.
¿Te has visto más cómodo trabajando con ese eje de dos personajes o quizá te gusta más ese despliegue que sueles hacer por ejemplo en Antidisturbios? O en El reino, o incluso en Que Dios nos perdone.
Me gusta probarlo todo y por ahora no he dicho «uy, qué incómodo ha sido esto». En Antidisturbios he disfrutado también mucho teniendo el tiempo y el espacio para contar o intentar contar la vida de siete personajes. Pero aquí ha sido muy guay, porque era la pareja. Hemos intentado ser totalmente ecuánimes, totalmente equitativos y eso me gusta mucho porque… bueno, ya lo descubriréis, pero en la primera parte el protagonista es él: todo está desde su punto de vista y en la segunda todo está desde el punto de vista de ella. Eso me gusta mucho porque parece la típica peli en que el prota es el novio, el chico, y ella es «la novia de». Y de repente, a la mitad, cambia la cosa y él hace de «novio de». Eso es algo que buscaba desde el principio, que me apetecía mucho contar y así ha sido hasta el final. En ese sentido, estoy muy satisfecho con el resultado.
Últimamente parece que hay muchas películas que tienen más trabajada la estética, los referentes, un contexto más nutrido. El terror… como que siempre ha sido desmerecido, ¿no? De hecho, rara vez vemos que se galardone. ¿Crees que estamos viviendo algún tipo de época de oro del terror?
Pero también se puede decir de otros géneros como la comedia. Cada vez se produce mejor, que no es lo mismo que «cada vez se rueda mejor». Luego pueden fallar en otras cosas, pero los productos son mejores cada vez. Y entonces, las pelis de terror se resienten en el buen sentido. Las pelis de terror y otros tipos de géneros. Como tú dices, eran pelis más denostadas a priori. Entonces, sí. Podríamos decir que sí.
¿Sueles estar siempre creativo? ¿Tienes como un almacén de ideas en la cabeza, deseando rodarlas todas? ¿O te encuentras, en alguna ocasión, falto de ideas y tienes que tirar de alguna estrategia?
Al revés, al revés. Mis amigos y socios me ponen el freno todo el rato (ríe), constantemente, en plan «para ya, porque no podemos producirlo todo». Luego son ideas que no tienen por qué llegar a nada y que se me pueden incluso agotar a mí. Pero sí, te podría dar una lista ahora de mil películas que quisiera hacer, a día de hoy, y que evidentemente no haré y que tendré que seleccionar bien si tengo la suerte de seguir rodando durante mucho tiempo. Pero no: falta de ideas, la verdad que no. Se me dan peor otras cosas, pero falto de ideas, la verdad, no (ríe).
¿Y ese freno ha sido más por lo económico o quizá te has sentido, en alguna ocasión, un poco censurado?
No, qué va, qué va. Es por lo económico. No solo lo económico, por lo enérgico. Es más un «oye, no se puede abarcar tanto».
¿Y qué le recomendarías a guionistas noveles —y no tan noveles— que se vean en un punto de bloqueo creativo? No sé si ha sido tu caso o te ha pasado en alguna ocasión, llegar a un bloqueo y… ¿cómo lo rompes?
Bueno, sí. Escribiendo, a Isabel y a mí, nos ha pasado muchos días. Que no encontrábamos la salida, que no encontrábamos la solución al problema. O que ella y yo chocábamos y de repente no encontrábamos… o la salida juntos o la manera de cómo solucionar un problema entre los dos. Ahí lo único es descanso. El único consejo que me parece bueno es: desconecta, descansa, no te frustres. No te empeñes. Y si hay prisa, vuelve al día siguiente. Y si no hay prisa, déjate los días que puedas. Cuanto más tiempo pase, más verás las cosas desde otro punto de vista.
Y ahora que estáis haciendo series… porque también tienes en el tintero —o ya la estás rodando incluso— la de la Guerra Civil.
No, rodando no estamos, para nada, porque rodamos el año que viene, si todo va bien.
¿Te ves más cómodo rodando series o prefieres seguir con el largometraje? Bueno, cuál os resulta —si hablas por Isabel, entiendo—, si os resulta más enriquecedora una opción o la otra.
No, no. Ninguna de las dos me parece más enriquecedora. Una es más dura y más cansada, porque es más larga —no es por otra cosa—, que es una serie. Por lo tanto, más te tiene que apetecer. Más tiene la historia que cumplir. Pero, claro, lo que pasa es que hay historias, según nuestro punto de vista, que tienen que ser contadas en cinco horas y puede haber capítulos; y otras que no deben ser contadas en cinco horas sino en dos. Si tengo que elegir, siempre voy a elegir el cine. Simplemente, porque no muera. Porque creo que es al que hay que apoyar: a las series no hay que apoyarlas porque se producen muchas, dan mucho trabajo y crean mucha industria y permiten que la gente ruede, que eso siempre está bien. Pero a quien hay que apoyar es al cine. Ahora vamos a rodar una película. Empezamos en septiembre y estoy entusiasmado, porque después de la aventura de Antidisturbios y de El doble, volver a hacer una película es una cosa que me encanta.
¿Puedes adelantar título?
As bestas. «Las bestias» en gallego.
¿Y algo de la sinopsis, o es súper secreta?
No es súper secreta (risas), pero prefiero no adelantar.
Bueno y, ¿cómo ves la situación de pospandemia en el cine español? ¿Crees que las plataformas pueden ser, a lo mejor, una salvación o pueden ser la puntilla?
Una cosa es el cine en pantalla y otra es la ficción, las películas, las series… Ahí sí que estamos viviendo una edad de oro. No sabemos si va a acabar en tres años y explotará o no. A este ritmo, no creo: de repente se está creando mucha industria, se está poniendo mucha pasta y eso siempre está bien, hace que se ruede más y siempre es mejor porque hay más gente trabajando y contando sus historias. Pero el problema son los monopolios, los oligopolios y las censuras: no hay que perder ojo en eso. Y para eso está el cine. No es que las series no puedan: es que tienen más difícil crear un estilo nuevo, no ceñirse a la plataforma, al jefe que tiene ese poder, ese músculo y ese dinero y pone esas reglas. Y el cine es siempre un espíritu mucho más libre, y ahora, muchísimo más. Ahí es donde podemos estar cayendo y por eso tenemos todos una responsabilidad: me niego a que vaya a desaparecer. Necesitamos seguir yendo a las salas de cine porque, bueno, es un cliché, pero estoy totalmente de acuerdo: está muy bien ver tu serie mientras miras el móvil (porque el mundo es así), pero comparado con ver una película —¡o una serie!— en una sala de cine, es una experiencia audiovisual completamente distinta. Me parecería que la humanidad ha perdido algo muy preciado.
¿Cómo lo podemos proteger?
Con educación. Todo se protege con educación. Educando, contándole a la gente y a las nuevas generaciones lo que es realmente, sin manipular y con un gran cuidado.
De acuerdo. Muchísimas gracias, Rodrigo.