Gerard Escuer y César Strawberry
«Defendamos el derecho a la libertad de expresión ejerciéndolo todos los días»
Cinco años de Ley Mordaza. Una larga lista de artistas, humoristas y tuiteros con una avalancha de represalias judiciales por unas palabras. Tras años de bombo y platillo contra la persona acusada más mediatizada de turno, se recibe, sotto voce, alguna noticia en que un magistrado define —para quien necesite saberlo—, qué es una opinión, qué es un desahogo verbal inocuo e incluso irreal. Lo que está claro es la gran necesidad que teníamos y tenemos de reflexionar en torno a este paquete de leyes. Empezando con un documental muy necesario y que llevaba largo tiempo rodado, buscando ilustrar cómo sigue actuando la censura en España. Por fin tiene fecha de estreno Tijera contra papel (llamado así en homenaje a la canción de Soziedad Alkohólika), y lo hará en Filmin, el 15 de enero de 2021. La Ciclotimia quiere ser un espacio para la cultura y el diálogo, que son para y desde donde lucha Gerard Escuer (Bonzo Producciones), quien co-escribe y dirige la pieza. Le acompaña César Strawberry (Def Con Dos), quien no necesita presentación, y que se ha visto seriamente agraviado por este tipo de denuncias que expone en el documental. He aquí sus reflexiones sobre nuestras libertades fundamentales.
¿Cómo nace Tijera contra papel? Gerard, ¿hubo algún detonante concreto que os hiciera sentir la necesidad de escribirlo? (Ese plural se refiere a él y a su co-guionista, David Mota Zurdo).
Gerard Escuer: Yo quería hacer un proyecto ya con él y la configuración del equipo que lo ha acabado haciendo. Queríamos hacer un documental para hablar de la música que para nosotros había sido tan importante, que nos ha cambiado la vida para muy bien. Con la que de chavales habíamos podido cubrir algunos huecos que había en nuestra educación básica, a nivel de historia del siglo XX sobre todo, canciones que te daban hilos de los que tirar. A esos músicos que hablaban sobre cosas que nos preocupaban (y aún) a nosotros, hoy. Es algo que nos unía mucho, a pesar de ser David de un perfil muy distinto al mío: historiador, una persona seria, con hijos y tal, pero la música nos llevó a ese camino en que ambos estábamos en ese momento. Y mi idea primera era grabar el máximo de conciertos posibles, porque algo que me parece brutal de estos grupos es que, como no viven de royalties, tienen que currarse los directos. En los conciertos, todas estas bandas que aparecen en el documental ves que están haciendo un trabajo por la gente con muchísima ilusión, y es algo que realmente contagia e inspira. Por eso me ha llevado a hacer este tipo de trabajos precisamente esta música y queríamos homenajear a esa gente. Enseñar canciones enteras, no solo trozos como se suele hacer en televisión e incluso en los monográficos de este tipo: en el documental de Beastie Boys o Kurt Cobain no hay una canción entera. Parece que no hay tiempo para la música. Pues oiga: lo que hace esta gente es música. Esto hay que tratarlo con más consideración.
Tijera contra papel se estrena en Filmin el 15 de enero de 2021.
(Asiento con la cabeza).
G.E: Entonces, cuando llevábamos grabados tres o cuatro conciertos, la censura ya formaba parte de la vida de muchos de ellos. No fue justo cuando se aprobaron las leyes Mordaza, sino cuando empezaron a actuar. Y se trató con mucha dureza a la mayoría de aquellas con las que ya habíamos empezado a hablar. Ahí fue cuando decidimos convertir ese homenaje a aquellos a los que quieren quitar la voz en un grito de desprecio hacia quienes pretenden robársela. Es una introducción muy bonita hablar de la pasión con la que esta gente siente la música y cómo trabaja en pos de hacer un mundo mejor desde el arte, que me parece una trinchera preciosa que hay que defender a muerte. Pero a estas personas las estaban persiguiendo precisamente por hacer eso y parecía que la gente no se estaba dando cuenta. Sí que es cierto que cuando salía alguna de estas noticias sobre condenas, estaban tergiversadas de manera terrorífica. Tú ya sabes, Mariajo, que yo he estado ocho años trabajando como montador en televisión.
Lo sé.
G.E: En aquella época creo que ya estaba trabajando para La Sexta. A nivel de contenido, ha sido mi peor experiencia. Cuando trabajaba en otras cadenas privadas, había mucha prensa del corazón o contenidos blancos, de concursos, que a mí personalmente me la piflan: entonces no me ofendía manipular el contenido porque me daba igual si Paquirrín se había tomado dos cubatas y tenía que parecer a través de la edición que había tomado mil. Aunque bien es cierto que de un tiempo a esta parte el resto de cadenas privadas han cambiado contenido de prensa rosa por contenido político… y lo tratan con la misma frivolidad y superficialidad, y eso a mi me resultaba muy difícil.
Esto ya duele.
G.E: Por eso decidimos encararlo hacia esa parte (la de la censura). Y como los casos no paraban de sucederse unos detrás de otros, se alargó mucho el rodaje, y el primer corte duraba 4 horas. Se nos iban acumulando casos. Iban surgiendo algunos que se comían a otros, entre comillas. Por ejemplo: S.A. parecía una entrevista fundamental, porque tuvo muchos problemas de censura en los 90-00 (innumerables conciertos cancelados a lo largo de muchos años y fueron también denunciados antes de las Leyes Mordaza, pero absueltos finalmente). Pero, de repente, estábamos hablando con gente que se enfrentaba a grandes penas de prisión en 2015 por hacer música.
César Strawberry en una captura del documental Tijera contra papel.
Esto responde a mi siguiente pregunta, que era sobre qué criterio habíais seguido para elaborar un listado —si es que lo hubo— entre tantos casos. Entre ellos el tuyo, César. Tú te enfrentaste a acusaciones de delitos de odio. ¿Nos puedes resumir un poco lo que el documental trata en lo que respecta a tu experiencia?
César Strawberry: El documental ilustra una época muy oscura que ojalá se quede en el pasado. Pero, desgraciadamente, sigue pasando. A los chavales de La Insurgencia se les ha revisado la sentencia este verano y se les ha mantenido una condena de seis meses por una canción. Eso, dentro del ámbito de la Unión Europea es muy-muy alarmante. Son cosas propias de una pseudodemocracia al estilo de la actual Turquía de Erdogan, Egipto o Tailandia. Situaciones que no se deberían producir en una democracia de la Unión Europea. Pero esa es la locura en la que estamos. Y digo «estamos» porque aún tenemos personas con causas abiertas, como La insurgencia, como Valtonyc o el propio Pablo Hassel, lo que indica que la situación aún no se ha superado. Algunos, como en mi caso, a través de una ardua y onerosa lucha judicial de cinco años, hemos conseguido que el Tribunal Constitucional nos dé la razón. En mi caso, me han absuelto once magistrados contra uno. Lo que significa una gran victoria.
Ostras, sí.
C.S: No solo para mí, sino para la libertad de expresión en general. Porque eso amplía el espectro para los demás casos y crea una jurisprudencia que podrán aprovechar quienes se vean involucrados en casos en adelante. Pero hay un trasfondo judicial muy rancio en todo lo sucedido con este tipo de persecuciones de raperos, humoristas, actores y presentadores, que compete a una serie de instancias judiciales muy colonizadas por un extremo conservadurismo. Muy concretamente, tenemos un serio problema con el Tribunal Supremo, que queda evidenciado por el bloqueo del PP a la renovación del poder CGPJ. Hay una serie de elementos altamente ideologizados que tienen el control de las más altas instancias de la justicia. Eso es lo que está haciendo que casos como el de La Insurgencia, Hassel o Valtonyc no terminen de archivarse, que es lo que va a pasar cuando lleguen al Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, de donde nos devolverán absoluciones a troche y moche. Lo peligroso de esto es que, si yo hubiera tenido que recurrir al TDH, habría tenido que esperar otros cuatro o cinco años, con lo cual, habría un total de diez años de la vida de nuestra población más joven en los que ya se les ha criado en un clima que incita a pensar que es mejor callarse que ejercer tus legítimos derechos, «por si acaso». Que es mejor autocensurarse, no sea que te vaya a pasar lo que a Hassel, Valtonyc, La Insurgencia o Strawberry. Ese poso de autocensura que va quedando y supone un gran gran triunfo de la ultraderecha judicial, porque resulta que esos jóvenes que durante esos diez años van accediendo por primera vez a su plena participación ciudadana (derecho al voto, ingresar en el mercado laboral, etcétera) lo van a hacer condicionados también por esta autocensura que durante diez años se les ha vendido inculcando como lo más adecuado para «no meterte en líos», que se decía mucho en el franquismo. En concreto, había una frase muy peculiar, del ámbito coloquial y doméstico, para referirse a eso: «Tú, hijo mío, no te signifiques».
¡No te signifiques! (Sonrío, recordando cómo lo decía mi abuela).
C.S: Es decir: no llames la atención, no digas lo que piensas. Lo cual hace que, en el fondo, vivamos autocensurados como en cualquier dictadura. Eso es lo peligroso. Y volviendo al documental, se hizo en tiempo real, cuando todos estos casos estaban bullendo y sucediéndose unos a otros. Una época muy-muy peligrosa. Muy dura y que esperemos que quede atrás, o que vaya, al menos mejorando, que se vaya renovando el poder judicial. Que podamos volver a hablar sin tener que en cuenta que nos están escuchando equipos especiales de la Guardia Civil en redes por si detectan unas palabras clave que ellos puedan judicializar. Y con ello quiero decir que no solo hay penas de cárcel: está la llamada «pena de banquillo», que consiste en que, aunque luego seas absuelto, durante unos años se te va desacreditando públicamente desde la horda mediática de la ultraderecha mainstream, presionando a la gente para reconocer una culpa que no tiene, solo para que la dejen un poco en paz. Este fue el caso de la concejala Rita Maestre, de Más Madrid, o de Guillermo Zapata, que, ante la presión de los medios, pidieron perdón previamente a su absolución judicial. Con lo cual, ¿por qué has pedido perdón por un delito que no has cometido? Eso es una «pena de banquillo».
G.E: Que no, que has estado genial.
Uf. Qué duro. Cinco-diez años de tu vida bajo esa exposición pública y persecución mediática… Tiene que producir un gran desgaste psicológico y físico. ¿Tú has sentido que a partir de ahí te autocensuras o reprimes?
C.S: Yo lo que he sentido es el peso de una losa en el pecho durante todo este tiempo. El sistema judicial te coloca en el lugar de los culpables, condenado a un año de cárcel. No llegué ingresar en prisión, pero sí pasó un año encerrado el tuitero vasco Alfredo Remírez, por ejemplo, acusado también de enaltecimiento del terrorismo por unos tuits. Casi no ha trascendido, porque claro, es vasco, socialmente se le estigmatiza más como culpable. Aquí el código penal se aplica con más gravedad en función del código postal del acusado. Y yo no he ingresado en prisión, pero sí que me he tirado dos años dentro de algo muy peculiar que es el Registro de Penados y Rebeldes. Narco tenía una canción de los 90 que se llamaba así, con toda la ironía que supone que ese disco lo publicamos en el Bruto Records, que gestionábamos los Def Con Dos dentro de Warner.
Gerard Escuer durante la grabación del documental. | Fotografía: Vespe
Madre mía.
C.S: Me condenaron dejando la pena en suspenso, lo que significa que quedas en libertad, pero condicionado, y cuidao con que te pillen con unas copas de más o te metas en cualquier lío menor, que te vas a cumplir un año de cárcel. La presión es enorme, pero sobre todo la social. Puede que vayas a un supermercado y la gente te reconozca, te señale, te incrimine…
Te increpen…
C.S: Exactamente. Y yo he tenido muchísima suerte debido a que mi vida está vinculada a la proyección social de un grupo de música que acumulaba veinticinco años de trayectoria cuando me detuvieron (hoy ya son treinta), y eso supuso el apoyo inmediato de un público inmenso que en ningún caso se tragó que de repente yo fuese un «peligroso enaltecedor del terrorismo», e incluso también el apoyo de muchísima gente a la que no le interesaba ni yo ni mi grupo, pero que veía en la persecución un atropello a los derechos fundamentales. Eso me ha ayudado a hacerle frente a todo con cierta… gallardía, incluso. Porque me sentía respaldado, pero sin olvidar que, evidentemente, a nivel personal, supone toda una pesadilla. Pero, ¿qué le pasa a una persona que trabaja en una empresa, que tiene una familia convencional…?
Anónima, sí.
C.S: Eso es. Que venga del trabajo y le puedan preguntar sus hijos si, «como dicen en el cole», es verdad que es un terrorista. Que se te puede hundir la vida, vamos: que te echen de tu empresa, que te estigmaticen. Por eso hay quien ha firmado acuerdos con la fiscalía para no pasar por ese calvario, y se han culpabilizado sin tener por qué. Ya luego, se ha demostrado legalmente que no era delito lo que habían hecho, que es lo que viene a suscribir a nivel general mi sentencia absolutoria del Tribunal Constitucional.
Hace poco ha salido la sentencia a favor de Willy Toledo y también estamos viendo que Alfonso Rojo deberá compensar a los «Títeres desde Abajo» con 40.000 euros por llamares «etarras» y «facinerosos». Ellos salen en el documental y su caso es de los más… sorprendentes. Por no llamarlo… ¿surrealista?
G.E: Sí, y más por ser una obra de ficción: precisamente por eso creo que es tan exagerado. César lo explica muy bien en el documental. Es que ni siquiera estamos hablando de una canción que pueda mostrar algo que a mí me pueda parecer bien o mal: ¡es que estamos hablando de una obra de ficción! Pero, bueno: lo estamos viendo ahora con la serie Antidisturbios. Yo no he visto en la vida que en Estados Unidos la policía —por mucho que en sus producciones siempre haya uno muy bueno y los demás sean todos malísimos y corruptos— inicie un boicot a una película o una serie por eso. Y las ha habido muy duras. Aquí hay una parte del poder que no está acostumbrada a escuchar cierto tipo de críticas porque nunca las había tenido que escuchar. Y parece que estas escuecen especialmente cuando son verdad. También cuando no son verdad, como en la serie nueva de Willy Toledo. Con quien, una vez más, estamos viendo un efecto Streisand impresionante: toda la derecha ha atacado la serie porque salía él y ha llegado a número uno en Netflix, en parte, gracias a eso. Es una lección que tampoco aprenden en absoluto. Hablando con Willy Toledo, más de lo mismo: muchos años de calvario, ha sufrido un boicot laboral muy serio y muy real; no se le ha permitido ejercer su profesión en su país, ha tenido que irse a trabajar fuera a la fuerza. Y como son prácticas habituales para ellos, no les parece nada extraordinario. Lo que sí se lo parece es encontrar de repente tanta protesta y tanta resistencia. Habrá que ver este nuevo gobierno, cuando se lo permitan las ataduras que ahora tiene en general con el… a ver cómo lo digo…
¿Con la pandemia?
G.E: Y con el poder judicial también. Que creo que hay cosas que este gobierno pretendería hacer que no va a poder, pero también es verdad que tampoco han hablado en voz alta ni a gritos de derogar la Ley Mordaza, entre otros ejemplos que parece que ya no tienen en la agenda.
Mordaza. Uy, es nombrarla y se te corta (hablamos por videoconferencia y la conexión renquea).
G.E: La ley Mordaza: no han insistido en ello. Y en cuanto a los Titiriteros, hay que recordar que fue el ayuntamiento de Madrid el que no intervino, pudiendo haberlo hecho o quizás no. Y esa postura del «pues algo habrán hecho; ya veremos» fue tan retrógrada como la de quienes denunciaron en un primer momento. Dos chavales cuatro días en la cárcel por una obra de títere.
C.S: En noticias como la que mencionas de los Titiriteros hay que tener en cuenta cómo funciona el sistema judicial. Mi caso, fue archivado en la Audiencia Nacional. Recurrieron y me llevaron a un juicio que gané. Volvieron a recurrir y en el Tribunal Supremo me condenó el magistrado Marchena contradiciendo a la propia Constitución. El mismo magistrado de…
César Strawberry | Fotografía: Vespe
De todo lo de Catalunya.
C.S: El mismo que condenó a todos los del Procés, fue quien me condenó. Es decir: yo he sido mayoritariamente absuelto por el sistema judicial español. Sin embargo, un elemento especialmente ideologizado de este sistema, me condenó y he pasado dos años condenado. Quiero decir con esto que Titiriteros, de momento, han ganado el derecho a ser indemnizados, como yo fui absuelto en las dos primeras instancias, pero, en su caso, ahora Alfonso Rojo recurrirá… Y en España, el problema, es que todo depende del juez que te toque, y un tercio del poder judicial está en manos de gente vinculado al Opus Dei —y esto no me lo invento yo: lo dice Jueces para la Democracia—. Y la asociación mayoritaria es la Francisco de Vitoria, que es conservadora… cuando no ultraconservadora. Entonces, todo depende del margen de interpretación que tenga la ley y quien la va a aplicar. Es decir, que los Titiriteros han obtenido una victoria parcial, que nos alegra a todos, pero habrá que ver qué pasa en última instancia.
G.E: Y hay que decir que en aquellos momentos, Alfonso Rojo fue solo uno de las decenas de periodistas que dijeron prácticamente lo mismo sobre los Titiriteros en titulares totalmente irresponsables, durante las primeras horas y sin conocer el caso. En este sentido, sabemos lo que se puede esperar de la prensa de ultraderecha. A mí, lo que ya me parece más jodido es que no quede prensa que no sea de derechas o de ultraderechas. Estamos en un punto en que el diario El País es un periódico muy peligroso de leer, porque tiene buenas plumas y buenos periodistas que pueden generar un interés por leerlo, pero sabes que es un grupo mediático que está absolutamente condicionado como lo están todos los demás. Pasaba lo mismo antes con La Sexta. Se suponía que era la cadena de Podemos: no ha habido ninguna otra cadena que fuera tan insistente con los problemas de este nuevo partido. Y esto es algo que viene desde arriba, yo lo he visto en primera persona. En cambio, en 2017, con cierto programa de investigación de actualidad, en cuanto cubrías determinados crímenes, a la que rascabas un poco y salían a relucir determinadas connivencias corruptas, en la mayoría de los casos era PP y eso se quedaba en un cajón y no se podía emitir. Y esto es así de una manera absolutamente generalizada: la prensa en España tiene un problema gigantesco y que no ocurre en todos los países del mundo. Como decía César, somos parte de la UE: una ley de prensa sería de recibo. Porque estamos hablando de que hay medios que se dedican profesionalmente a especular y a mentir sin ningún tipo de consecuencias ni problema, y eso es una barbaridad. No puede ser. El derecho a la información veraz está también en la Constitución para todos los ciudadanos y no se cumple (parece que salvo algunas asociaciones que se dedican a ello). Si hay una condena o un juicio, es un titular muy importante y llamativo, pero cuando al señor César Strawberry lo absolvieron una primera vez, te tenías que buscar la noticia en la página ocho de algún periódico, si es que aparecía. Nosotros tenemos internet y hay medios alternativos que podemos seguir, pero la mayoría de la gente que se informa por los medios generalistas, no lo supo, y lo mismo con su segunda absolución. Y lo mismo con lo de Alfonso Rojo: dudo que vaya a haber muchas cadenas que lo emitan. No lo sé, porque hace muchos años que no veo la televisión: me parece un ejercicio de pérdida de tiempo acojonante. Seis meses después de empezar a trabajar en la tele, tiré la de mi casa y no he vuelto a tener: no la veo
¿Qué es lo que hace que este paquete de leyes Mordaza catalogue determinados contenidos como apología del terrorismo y sin embargo, en otros estilos de música, haya alusiones directas o muy gráficas a prácticas de agresiones salvajes que le harían a una mujer —desde la violación hasta todo tipo de maltrato— y eso se permita?
C.S: La cuestión es distinguir lo que está legislado y lo que no. La Ley de Enaltecimiento del Terrorismo (Art. 578) la firmaron PSOE y PP en el año 2001. Por lo que se ha podido encausar a tanta gente durante este tiempo —aunque todos van a ser absueltos en última instancia en el TDH— es porque esas leyes fueron redactadas de un modo premeditadamente ambiguo, dejando toda la interpretación de qué es y qué no es enaltecimiento del terrorismo al juez de turno. Y en un poder judicial tan conservador, la tendencia mayoritaria ha sido usarla para penalizar el pensamiento de izquierdas. Mientras otra gente, como Jiménez Losantos, puede decir «si tuviera una lupara dispararía a Bescansa, Iglesias y a Errejón» y se considera que está dentro del derecho de libertad de expresión —que lo es—. Pero, ¿por qué a mí, por tuits infinitamente menos agresivos que eso, se me tiene cinco años encausado? Pues por una aplicación ideológica de las leyes: ese es el problema. Una vez más, la ley no es igual para todos.
Eso parece.
C.S: En realidad hay tres Leyes Mordaza: El Art. 578, el Pacto Antiyihadista, que lo que hace es ampliar el espectro del término terrorismo casia a cualquier cosa que el juez pueda querer considerar, porque la ley no especifica claramente qué debe ser interpretado como afinidad al terrorismo y qué no. Así que cabe de nuevo considerar que el pensamiento de izquierdas lo pueda ser, como estamos viendo estos días en el Parlamento, donde Casado viene a decir, poco menos, que Sánchez es de la ETA, por el apoyo de Bildu a los Presupuestos. Por último, está la Ley de Seguridad Ciudadana de 2015, conocida como Ley Mordaza, que restringe derechos fundamentales de modo escandaloso, sin que ahora el PSOE se atreva ni siquiera a reformarla. Las tres leyes que he mencionado conforman en realidad el conjunto de Leyes Mordaza que está restringiendo derechos fundamentales. Otra cosa es lo que tú mencionas: ¿por qué no se persiguen del mismo modo los comentarios que incitan a la violencia machista? Hay gente encausada y que ha sido sometida a penas de cárcel, como es el caso de un tuitero machista murciano creo que en 2016. Se va condenando, pero digamos que el paisaje legal tiene que permitir que eso sea posible. El peligro que yo veo en todo esto es que, en España, la libertad de expresión se interpreta siempre de un modo ideologizado, se tiende al si «el que tengo en frente no piensa como yo, que lo metan en la cárcel». Es un pensamiento que está muy extendido: a quien no le gusta Jiménez Losantos, aboga por que se le meta en la cárcel y viceversa. Es lo que ha pasado con mi caso y con otros tantos, que la gente de derechas considera que los afines a la izquierda hay que restringirles sus derechos fundamentales, como es la libertad de expresión. Sin darse cuenta de que si me lo restringes a mí, se lo estás restringiendo también a Jiménez Losantos, y si se lo restringes a él, te lo estás restringiendo también a ti misma. Porque los derechos nos atañen a todos, pero veo que hay un afán muy vindicativo constantemente con este tema. Y el camino es una palabra: tolerancia. Y saber que no tienes por qué escuchar todo lo que se escribe, para escandalizarte. Porque las palabras, por hirientes que sean, no son hechos. A quien diga algo que me repugna, pues no lo escucho, pero nunca abogaré por silenciarle. Que le escuche quien quiera: eso es libertad de expresión. Pero, sin embargo, tendemos a intentar aplicar la libertad de expresión para aquello que nos gusta y restringirla para aquello que no.
Durante la filmación de Tijera contra papel. | Fotografía: Vespe
Sí. Cierto.
C.S: Y eso es peligrosísimo; una forma de intolerancia. Y todos estamos dando nuestra complacencia, o nuestro visto bueno a esa interpretación de los derechos fundamentales. También se está banalizando el delito de odio hasta extremos de escándalo. Este delito se creó en los ochenta para luchar contra el negacionismo del Holocausto y contra el auge de la ultraderecha nazi en Europa, pero en España, con ministros como Jorge Fernández Díaz o Zoido, se le ha dado la vuelta para atacar a aquellos perfiles a los que el propio derecho intentaba proteger. Un delito que se creó para proteger a las minorías vulnerables y no a instituciones sobradamente protegidas como la Monarquía o la Policía.
Sí, en teoría sí.
C.S: Por último, hay otra cuestión que me parece súper peligrosa y de la que no parecemos darnos cuenta, y es que toda ley restrictiva de derechos fundamentales (expresión, manifestación, información) que saque adelante el gobierno de turno, para usarla como ariete contra sus adversarios ideológicos, cuando llegue un cambio del color del gobierno, que siempre llega, será usada del mismo modo por los del signo contrario. Y al loro con eso.
Uf… Mucho. ¿Cómo protegemos…? No: ¿cómo liberamos la libertad de expresión?
G.E: Lo principal es defender ese derecho ejerciéndolo todos los días. Y los que lo sintamos así, trabajando haciendo contenidos en ese sentido. Nosotros, con el documental, hemos querido darle voz a gente a la que se la querían quitar. Es un paso muy pequeño, pero me consta que mucha gente ha visto el documental y se ha animado a hacer otro tipo de proyecto y se ha animado a hacer otro tipo de expresión sin tener a lo mejor tan en cuenta las posibles consecuencias, sino simplemente porque creía que lo tenía que contar. Creo que de momento no podemos esperar gran cosa de estos gobiernos. Me gustaría mucho poder decir lo contrario, pero las leyes siguen igual. Pese a que haya un cambio de gobierno, si esa ley sigue ahí, la volverán a aplicar hacia donde les dé la gana. Yo no soy nada optimista, y fui volviéndome pesimista a medida que íbamos avanzando con el documental y veíamos que las cosas cada vez iban un poco más a peor. Quiero decir: Valtonyc, ¿por qué no ha vuelto? Su pena podría haberse condonado: se le condenó por una canción que decía que el rey emérito era un ladrón y ahora está confirmado y constatado y ya se puede decir con todas las palabras: es un corrupto ladrón que se encuentra a la fuga. Seguramente ese sea el único camino que nos quede, me consta que van saliendo nuevas bandas que sienten la lucha como una parte de su música y… ¿Tú estás en Zaragoza, verdad María José? ¿Has escuchado Mala Praxis?
He oído hablar, pero no los he escuchado ni he estado en ningún bolo suyo.
G.E: Un grupo de rap joven y que ha nacido al candor de todos estos casos. Son unos letristas maravillosos, escúchatelos. Seguro que hacen grandes cosas en cuanto la pandemia lo permita. Me parece muy importante que existan medios alternativos desde las redes, que haya una prensa válida y ojalá que por peso y por propia importancia sean los que más escuche y lea la gente el día de mañana. Cada vez menos gente está viendo la televisión o comprando y leyendo El Mundo o El País. Y la trinchera de la creación y el arte siempre va a estar ahí y ahí nos van a encontrar como mínimo.
Ahora que no se pueden celebrar eventos que aglomeren gente como podía hacerlo un concierto o el teatro, os pregunto si se puede incurrir en un doble riesgo. ¿Creéis que puede suceder que determinados estilos de música y determinados espectáculos queden relegados para unos privilegiados o incluso que se pierda poder en el arte? ¿Que una parte importante quede silenciada por las medidas de prevención de contagios?
C.S: En cualquier situación de emergencia, como es esta y que es lo más parecido a una guerra, se pierden muchas cosas. Entre otras, muchas vidas. En España en concreto, setenta mil. La salud de todos me parece que merece cualquier sacrificio. Y si para ello tenemos que perder algo de terreno en las libertades de las que gozábamos, lo que tendremos que hacer es esperar a que a partir de primavera podamos luchar para recuperarlas y esforzarnos muy duro. Pero en ningún caso lamentarnos con que fíjate tú que no nos han dejado tocar. Pues si no tocamos, vamos a pelear por poder tocar, vamos a seguir. Porque yo creo que la cultura es algo que se genera por sí misma, por ese impulso humano de hacer cosas aunque luego, en el fondo, no sirvan para nada. Porque el arte no tiene por qué servir para nada. Es algo que entra dentro de unas inquietudes del espíritu que son muy poco descriptibles. Creo que la gente, durante el confinamiento, ha estado muy creativa, haciendo canciones, y eso no hay quien lo pare. Lo que viene por delante es un reto y habrá que afrontarlo. «Ay, es que nos han jodido»: pues sí, evidentemente. Pero es que la vida te jode muchas veces y hay que levantarse, hay que ser resiliente y seguir peleando. En cuanto a este documental, Tijera contra papel se ha hecho en un momento muy difícil, muy chungo, en el que podían haber sido perseguidos también. Pero le echaron valor y creatividad y han sacado un documental independiente que está teniendo una gran trascendencia. No había nada a favor de este documental cuando se realizó: solo riesgo. Pero hay que quedarse con eso: hay que arriesgar y hay que pelear para vivir como uno quiere.
Muchas gracias por vuestro tiempo y reflexiones. Me alegra de verdad que además no seáis unos negacionistas del virus (risas).
G.E: A ver, creo que todos conocemos gente que ha enfermado. Quien no lo quiera ver, de verdad… menuda chaladura.
Os lo decía por cierto discurso en torno a si con las restricciones de la pandemia se intenta censurar el arte…
G.E: Hombre, sigue habiendo corridas de toros y conciertos de Taburete, así que es normal que en ese agravio comparativo se puedan llegar a molestar (muchos artistas). Pero yo creo que, a fin de cuentas, la gente entiende que las prevenciones son por el bien de todos, como dice César. He ido a teatros y salas de cine durante la pandemia, y en todos se cumplen escrupulosamente todas las medidas de distanciamiento, pero por desgracia tengo que ir en metro a trabajar todos los días, y ahí ni se cumple ni se puede cumplir debido a las aglomeraciones. Creo que las medidas que restringen el sector cultural y de espectáculos son exageradas e innecesarias, en cambio hay temas a los que habría que poner coto cuanto antes: transporte público masificado (en Madrid por lo menos) y no se hace absolutamente nada; hospitales con carencias de personal y de presupuesto alarmantes a los que no se ha reforzado como se debía, políticos de ojos saltones y sin escrúpulos que han aprovechado una situación semejante para seguir privatizando nuestros servicios públicos en beneficio de los más privilegiados…
C.S: También hay que decir que la verdadera cultura jamás ha surgido en espacios complacientes. La verdadera cultura siempre ha vivido en el riesgo. Y, si no, no es cultura: es prescindible. El que se quede aquí, en este bache, pues igual no habrá tenido el valor de volver a levantarse.
Eso dice Juanra (KOP) en el documental: «el arte, será convulso o no será».
C.S: Sí. Y en cuanto a cómo conservar las libertades, lo único que se puede hacer para no perderlas es educar a la gente en la verdadera libertad, que es permitir a todo el mundo ser libre, no solo a los que piensan como tú.