El problema de Apu y la «voz marrón»
Estereotipos incrustados en el doblaje de acentos del sur asiático
En la archiconocida serie «Los Simpson», Apu es la punta del iceberg de un gran problema con el doblaje de grupos étnicos surasiáticos.
¿Cómo suena un acento de la India en español? Si cierras los ojos y haces memoria, ¿puedes reproducir ese acento? Quizá te hayas encontrado imitando el acento falso y estereotípico de las películas. Pero, ¿cuánta realidad hay en esa representación? Si nos vamos al inglés, veremos que los personajes de la región sur de Asia en general hablan con el mismo acento. Una zona formada por ocho países en la que se hablan miles de lenguas… ¿comparte un mismo acento? Dudoso. Pero en la interpretación y doblaje anglófonos, nos encontramos con personajes de cierto tono de piel hablando con lo que llamamos «brown voice» (de aquí en adelante «voz/acento marrón» ).
En particular, cuando un personaje procede de la India (o se asume este origen por su aspecto), habla usando patank, un término acuñado por la actriz Sakina Jaffrey —de House of Cards (Beau Willimon, 2013-2018)— para referirse al exagerado estereotipo de acento indio en inglés: consonantes retroflejas (pronunciadas llevando la punta de la lengua hacia el paladar), «r» vibrante simple /ɾ/ (como la «r» suave en español), etc. ¿Pero cómo suena esto en doblaje al castellano? Aquí lo hacemos con una «s» fricativa velar /z/ (suena como imitando el zumbido de una abeja) y una abundancia de vocales cerradas y frontales o centrales, especialmente la «i» y la «u» (/ʏ/, /ɨ/, /ʉ/). Es más, esto lo usamos para imitar «acentos árabes», añadiendo veintidós países y treinta grupos dialectales más a la mezcla. Credibilidad cero.
Las repercusiones de la estereotipación de acentos son muy visibles en uno de los personajes más queridos pero culturalmente problemáticos de Los Simpson: Apu Nahasapeemapetilon.
¿Por qué se hace así? Porque este acento atribuye a personajes de otras etnias una cualidad de foráneo y familiar a la vez. Lo situamos en una posición social que nos es cómoda, simple y fácil de entender, si bien desde la base de nuestro desconocimiento. Y es que cuando vemos ciertos tonos de piel en nuestras pantallas, les atribuimos un acento antes de que la persona empiece a hablar. Se debe a lo ya demostrado por estudios sociolingüísticos como los de Rosina Lippi-Green: que la percepción del acento es subjetiva. Esperamos que personas con un aspecto diferente tengan un acento diferente, condicionándonos a no entenderlas en cuanto lo notamos. No es sorprendente que, cuando nos toca actuar con dicho acento, lo hagamos mal.
Las repercusiones de la estereotipación de acentos son muy visibles en uno de los personajes más queridos pero culturalmente problemáticos de Los Simpson (Matt Groening, 1989-presente): Apu Nahasapeemapetilon.
Concretamente, vamos a echar un vistazo al episodio 23 de la séptima temporada Mucho Apu y pocas nueces (Much Apu about Nothing). En él, vemos cómo la irrupción de un oso en libertad en las calles de Springfield mueve a los vecinos a exigir seguridad al alcalde. Este les complace creando una fuerza de seguridad anti-osos, que se financia con la creación de un impuesto específico. Esto ultraja a los ciudadanos, que se niegan a pagarlo. Solución del alcalde: usar a los inmigrantes como chivo expiatorio. Así nace la infame Proposición 24, que tiene como objetivo expulsar a los inmigrantes ilegales de Springfield. Por supuesto, esta recibe un inmenso apoyo, incluyendo el de Homer, siguiendo la típica falacia de que la correlación es igual a la causalidad. Apu, con posgrado universitario y propietario de un negocio local, resulta no estar regularizado y teme ser deportado. En un momento dado, incluso intenta actuar «de forma más americana» y se esfuerza en disimular su acento, disipando su identidad cultural.
Los acentos paródicos arrastran estereotipos que llegan al absurdo.
Sin embargo, dicho acento es estereotípico e interpretado por Hank Azaria, un actor blanco. Una incongruencia producto del gran desconocimiento que ha existido del sur asiático durante décadas en los Estados Unidos. Cuando los inmigrantes de esta región empezaron a llegar al país a principios del S. XX no existía una categoría étnica que los diferenciara de los blancos. Sin embargo, en 1923 una sentencia dictaminó que se consideraban como «otros» dentro de la categoría de «asiáticos», impidiendo que se naturalizaran, y arrebatando la ciudadanía que ya tenían. ¿Cuántos grupos étnicos hubo que primero tuvieran una identidad dentro del marco de la mayoría blanca y luego la perdieran? Personajes como Apu ilustran cómo la falta de conocimiento y la consideración forzosa de ser «otro» dan lugar a estereotipos al margen de la posición central y privilegiada de los personajes blancos, además de a una imagen distorsionada. Que Los Simpson sea una comedia no contrarresta este efecto.
Más de lo mismo sucede en España, donde simplemente hemos tomado prestada la broma dirigida a blancos de unos guionistas que carecían de cierta sensibilidad cultural y le hemos puesto un acento porque en el original también lo tiene. Ah, pero ¿qué acento le damos nosotros? Nuestra experiencia con la inmigración del sur de Asia es más escasa y reciente todavía, y no es que sus producciones culturales sean nuestro pan de cada día. Lo resolvimos poniendo nuestro concepto de un acento marrón, que es el que le damos indistintamente a cualquiera que nos parece árabe, moro, «o algo así». La mezcolanza de falsas percepciones de una especie de uber-estereotipo marrón que hemos creado perversamente por una combinación de comodidad e ignorancia es aberrante.
Esta forma de apartar a minorías del concepto de normalidad que conferimos automáticamente a los personajes blancos traza una línea paralela a la de la experiencia de los ciudadanos surasiáticos. En el episodio de Los Simpson que nos ocupa, Apu obtiene documentación falsa y «americaniza» su badulaque mientras viste un polo de béisbol y un sombrero de cowboy. Incluso sustituye su estatua de Ganesh por la frívola revista Entertainment Weekly. Esta es la escena ya mencionada donde ponía un «acento de blanco». En la versión original, intenta algo típico del Midwest, mientras que en español se pasa al denominado «acento neutro», no sin cierto esfuerzo. Termina por arrepentirse, ya que está despreciando la cultura de la que proviene. El acento mayoritario que intenta adoptar no representa su experiencia. Para un espectador surasiático, esto podría representar fácilmente la anulación de sus rasgos culturales en medio de una sociedad que los invisibiliza, destruye o representa mal.
Al final, esta voz marrón que les atribuimos es una actuación previsible, pero actuación en más de un sentido. Por una parte, es un acto del habla. Por otra, es la interpretación de un papel que recoge las implicaciones de un acento que distingue a alguien como nuestro concepto de indio o árabe.
Kal Penn no puede disociar Los Simpson de la burla que supone el estereotipado Apu.
Es escalofriante la ceguera de los medios ante una falta de sensibilidad racial y cultural tan obvia. A la gente que se gana la vida con la comunicación audiovisual , los medios y la cultura no parece que todo esto les resulte tan obvio. Me deja atónito. Este tipo de doblajes acentúan dicha ceguera todavía más y tiene un efecto alienante. Crear y reforzar estereotipos sobre idiomas y acentos tiene una inmensa influencia en la formación de la identidad social, y los medios los propagan.
Es más, como en el caso de Apu, los personajes que representan dichos estereotipos suelen ser el único de estas características en todo el elenco repitiendo el mismo patrón en numerosas producciones. Tengamos claro que un individuo no puede hablar por una cultura entera. Y menos por las incontables culturas de toda una región del continente asiático.
Al final, esta voz marrón que les atribuimos es una actuación previsible, pero actuación en más de un sentido. Por una parte, es un acto del habla. Por otra, es la interpretación de un papel que recoge las implicaciones de un acento que distingue a alguien como nuestro concepto de indio o árabe.
Vamos, que lo que finalmente tenemos en nuestras pantallas son personajes modelo de una minoría sin una etnia concreta, pero al margen del tratamiento privilegiado de los blancos. Inevitablemente, estas representaciones caen en la exotización: estereotipar a quien percibimos como perteneciente a una minoría reforzando su estatus como foráneo y tratándolo como un objeto curioso. Esto se combina con el género con resultados diferentes pero dañinos en todo caso: en los personajes surasiáticos masculinos, la exotización minimiza su masculinidad. A las mujeres las erotiza.
A pesar de esta problemática obvia, las decisiones tomadas en los doblajes de conocidas series y películas parecen seguir tendiendo a mantener la voz marrón sin mucho criterio. Apu no es el único ejemplo notable. Podemos echar un vistazo a otros con una operativa similar.
En American Pie: El reencuentro (Jon Hurwitz, Hayden Schlossberg, 2012), Stifler trabaja para Prateek Duraiswami, interpretado por el actor canadiense de ascendencia india Vik Sahay. Como es de esperar, habla con un claro y diáfano acento canadiense en la versión original. Pero en español no pudimos resistirnos a doblarlo con una bestial e innecesaria voz marrón. ¿Qué aporta esto al personaje? Estereotipación. Esperamos que tenga acento porque vemos piel morena.
A veces, en las versiones originales los actores pueden mostrar un suave rasgo acentual. Riz Ahmed, por ejemplo, es de Londres y habla en un perfecto acento británico RP, pero en Rogue One: Una historia de Star Wars (Gareth Edwards, 2016) tiene una ligera marca de acento surasiático en algunas consonantes, tirando de su ascendencia pakistaní. En la versión doblada al castellano nos encontramos un acentaco criminal que nos podría parecer tal vez de Marruecos… o de Bangladesh… o de otra galaxia, ¿por qué no?
Especialmente sangrante es el caso de Sayid Jarrah en Perdidos (J.J. Abrams, Jeffrey Lieber, Damon Lindelof, 2004-2010), interpretado por el británico Naveen Andrews. De forma similar a Ahmed en Rogue One, este actor interpreta a su personaje con un ligero deje surasiático en su nativo acento londinense. Oh, pero en castellano… es espectacular. El dominio perfecto que tiene de la gramática del idioma es totalmente incongruente con el zumbido «abejorril» del artificial y hasta cruel acento marrón que le han espetado. Oh, pero esto va más allá. En una escena de la cuarta temporada, Sayid está charlando en un campo de golf con un personaje italiano. En la versión original, este hombre habla un inglés que ya les gustaría a los tejanos, con apenas unos toques de italiano en cómo pronuncia un par de consonantes. Tose mientras ves la escena y ni lo notarás. Pero a los españoles eso no nos va. Si es un «otro», aunque sea blanco, tiene que hablar como si estuviera masticando cangrejos con cáscara. El quimérico acento con el que obstaculizan cada una de sus sílabas es tan irreconocible que el pobre hombre podría ser originario de cualquier punto entre la puerta de enfrente de Sayid y Gatolandia.
A él se le asigna un acento, pero no ocurre lo mismo con otros personajes no blancos de la misma serie.
Por contrastar, creo que merece la pena tener en cuenta La Vida de Pi (Ang Lee, 2012). Cuatro actores interpretan al protagonista. En inglés, todos muestran las marcas características de acentos de la India, pero de forma natural y suave, desde los dos más jóvenes hasta Suraj Sharma e Irrfan Khan (tristemente fallecido en Abril de 2020). Es normal, todos nacieron en la India, y en ningún momento de la película los blancos son mayoría. Quizá fue esta circunstancia la que llevó al estudio de doblaje a decidir que las cuatro encarnaciones de este personaje tendrían acento neutro. Y es que cuando no los vemos como minoría, parece esfumarse la necesidad de representarlos como estereotipo.
¿Y si normalizáramos tener personajes de distintas culturas en nuestra ficción con el mismo cuidado y complejidad que los blancos? ¿Y si no les impusiéramos fantasiosos acentos artificiales? ¿Y si no los considerásemos un estereotipo? Podríamos tener producciones más ricas y didácticas, y relaciones raciales más igualitaras y satisfactorias, tal vez. Y quizá no echaríamos tanto de menos a Apu porque entenderíamos la necesidad de retirar un personaje que minimiza y condiciona la percepción del creciente número de actores del sur de Asia que se van abriendo paso por nuestras pantallas gracias a su talento y tenacidad. Buena parte de la belleza del cine radica en su capacidad de transmisión cultural, así que aprovechémosla para aprender más sobre la rica diversidad humana.