El «Nightcrawler»: una especie en vías de difusión
Un estudio de sus hábitos y maneras

Extraño, sibilino y terriblemente eficiente producto de la más oscura naturaleza, el «Nightcrawler» de Dan Gilroy y Jake Gyllenhaal es un ser del que se afirma que, si te cruzas con él, probablemente estés teniendo el peor día de toda tu vida.

El Nightcrawler o Rondador Nocturno es un mamífero carnívoro de la subfamilia de los nuntius y género marginalis. De reciente descubrimiento pero anciana naturaleza, el Nightcrawler se distribuye principalmente por ecosistemas de características áridas y talante hostil, donde la sangre fluye en vez del agua, al ritmo de las ondas electromagnéticas emanadas por las antenas que actualmente imitan la clásica imagen vertical, de verdes tonos y aspecto espinoso, propia de los desiertos. Este curioso ser gusta, tal y como dice su nombre, de merodear a altas horas de la madrugada, a sabiendas de que es cuando más abunda el silencio, facilitado también por sus ya mencionadas cómplices, las antenas de telecomunicación. Ofreciéndole el ambiente idóneo, de falsa sensación de armonía y calma, para que los visitantes casuales pasen por alto los millares de ojos, incluidos los suyos, que esperan pacientemente la mínima oportunidad de hincar el diente. Como diría David Lynch «es un mundo extraño» el del Nightcrawler. Subterráneo a la luz del día, allí nada es persona:, todo son negocios; y este ser, que se curte en base a las lecciones frías pero incuestionables de Mamá Internet y a la mano dura y firme de Papá Capitalismo con su cinturón de competitividad que aprieta pero no mata, ha de estar preparado para enfrentarse a este hábitat que reclama profesionalidad ante todo, incluso ante la moralidad.

Posado pacientemente, junto a una de sus ingenuas víctimas, el Nightcrawler vigila constantemente la aparición de algún suceso trágico del que sacar provecho.

Así pues y siguiendo el curso de la evolución darwiniana y del dicho «aquí quien no corre, vuela», el Nightcrawler, aun siendo un sujeto esencialmente marginal, se caracteriza por su rapidísima y eficiente adaptación al paraje inhóspito que le rodea.

Por ejemplo, y dado la importancia de las apariencias en dicho medio, este animal procura vestir con prendas, normalmente hurtadas, que le hagan lucir mínimo dos o tres puestos por encima en la cadena alimenticia. Un lobo con piel de cordero a la inversa. También juega un papel crucial su anatomía, marcada principalmente por sus enormes ojos, escasamente parpadeantes y siempre vigilantes, que, si bien le confieren la capacidad de observación necesaria para penetrar en las sombras de la noche, durante el día se ve forzado a protegerlos mediante unas lentes oscuras. Aunque no es la única clase de lentes de las que hace uso. El Nightcrawler es fundamentalmente solitario, y a pesar de que podría realizar múltiples tareas de diversa índole gracias a su abrumadora rapidez de aprendizaje, dedica gran parte de su actividad nocturna a la mera observación, en busca, de la manera mas oportunista, de carroña fresca. Un plato al que los carnívoros actuales, acostumbrados a cierta calidad y finas maneras, harían un gesto de asco de no ser por los rastros de sangre y el olor a muerte que desprende y que tanto recuerda a épocas supuestamente pasadas. El Nightcrawler incide en esa cuestión y, como Michael Haneke, otro perfecto conocedor de esa debilidad morbosa, se encarga de pasar todos esos trágicos eventos por el colador que suponen las lentes de su fiel cámara antes de ofrecerlos a un distribuidor de carroña. Y con ese filtro, y la leve distancia que ofrece cualquier pantalla, a cualquiera se le despierta el interés.

Sin lugar a dudas, el Rondador Nocturno es el manipulador por excelencia. No solo atrayendo miradas ajenas mediante su macabra labor de convertir los accidentes en espectáculos dignos de mención, sino también aprovechándose de individuos más débiles e ingenuos para que le ayuden, cual meras herramientas, a llevar a cabo dicha tarea. Títulos inventados, falsas promesas de éxito, mensajes motivacionales vacios que mantienen la productividad alta y el espíritu bajo son las armas que hacen del Nightcrawler el perfecto confabulador y un depredador de lo más sutil. Hay que tener en cuenta que un aumento del tono por su parte supondría quedar al descubierto tanto frente a otros depredadores como ante sus inocentes víctimas, y por ello su agresividad tiende a permanecer en el ámbito interno la mayoría del tiempo, a excepción de cuando sus intenciones se ven trastocadas. Poco margen ante la frustración ofrece este ser de actitud fría e inexorable e impecable estructuración en sus planes. Paciente en todo momento, salvo a la hora de escuchar excusas, el Nightcrawler sabe cómo llegar a su objetivo, cuándo debe alcanzarlo y a qué velocidad además de cómo manejarlo al milímetro para obtener de él el mayor beneficio posible. No hay negociaciones que valgan, él ya ha hecho los cálculos. Y si por alguna casualidad en ellos figura tu cabeza estampada contra el asfalto, no esperes que conceda ni un segundo ante la duda. Cuando el Nightcrawler dice que quiere algo, es que lo quiere.

El «Nightcrawler» es fundamentalmente solitario, y a pesar de que podría realizar múltiples tareas de diversa índole gracias a su abrumadora rapidez de aprendizaje, dedica gran parte de su actividad nocturna a la mera observación.

Puede que sus métodos sean concisos y sus formas directas, pero no cabe duda de que su propio hábitat se las recompensa. Y qué menos, después de ver cómo este ha intentado digerir a tan triste animal desde el momento que puso un pie en él. No es bonito ver que no hay hueco para el desadaptado, pero es más tétrico aun ver cómo este encaja —para mal— en un mundo cada vez más deforme. Un extraño, sibilino y terriblemente eficiente producto de la más oscura faceta de la naturaleza del que sus propios descubridores, Dan Gilroy y Jake Gyllenhaal, afirman: «si te cruzas con un Nightcrawler, probablemente estés teniendo el peor día de toda tu vida».

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