Que tanto la industria como el panorama musical han dado un vuelco en los últimos años es un hecho, y hoy en día términos como «mainstream», «indie» o «urbano» son más difusos que nunca. Basta llevar a cabo un simple ejercicio, consistente en comparar los carteles de un festival de referencia en el ámbito de lo alternativo, como el Primavera Sound, del año 2010 y el año 2020 (cancelado por la crisis sanitaria que vivimos estos días): hace diez años abundaban en el cartel nombres de estrellas anglosajonas de un marcado carácter rock a la vez que empezaban a tener cabida artistas que coqueteaban con la electrónica. Eso sí, apenas encontrábamos entre esta ristra de nombres que figuraban en la meca de lo alternativo algún camuflado artista latino.
¿Qué ha ocurrido para que diez años después, por los escenarios de este festival, hayan pasado artistas como J Balvin, C. Tangana o Nathy Peluso, entre otros? A modo de respuesta velada, hablaremos de Pop Negro (Young Turks, 2010), el álbum del artista canario El Guincho, que veía la luz en septiembre del año 2010.
Pop Negro representa la avanzadilla camuflada de la «música urbana» en España.
Por supuesto, ni este disco ni El Guincho han sido los artífices directos de que en los últimos tiempos hayamos sido testigos de un cambio de paradigma en cuanto a lo que es considerado alternativo, urbano o indie, ni de que todo esto se haya ido entremezclando de manera tan enriquecedora. Lo que haremos, eso sí, es otorgarle el beneficio de una influencia indirecta a nivel nacional a este álbum tan poco nombrado o referenciado a día de hoy y que en este 2020 cumple una década desde que viera la luz, así como a Pablo Díaz-Reixa (nombre real de El Guincho), no solo en su faceta de compositor sino también en su trabajo como productor, muchas veces en las sombras.
Ya el título del trabajo (Pop Negro) nos avisa de que todo va a ser una suerte de juego, al darle a la palabra «pop» tanto el significado del género musical que es, como el nombre del animal marino —y protagonista de la portada del álbum— que representa esta palabra en catalán («pop» es «pulpo» en este idioma). Se trata, pues, de un disco-juego inclasificable, pero a la vez en él podemos distinguir un sinfín de referencias a géneros tan variados como la electrónica, el jazz o al R&B. Encontramos a lo largo de todo el disco una pluralidad excelsa de teclados ochenteros, de saxos que juegan a ser voces y muchos, muchos sintetizadores. Destacan hits como Bombay (elegida el año 2010 como mejor canción nacional por un medio de la talla de Rockdelux) o Muerte Midi, con referencias en la letra a la banda zaragozana de culto de los años 80 Radio Futura.
Es normal que un álbum que nace de la experimentación a la vez que de la investigación de un artista con una riqueza y una cultura musical a la altura de las que tiene El Guincho, dé como resultado esta amalgama de sonidos tropicales que juntos forman un trabajo excelente.
Conviene recordar a modo de paréntesis que a medio camino entre su Pop Negro y su actual éxito como productor de la reconocida artista internacional Rosalía, publicó en el año 2016 un disco de marcado carácter experimental llamado Hiperasia (CANADA, 2016) en el que destaca una colaboración con Mala Rodríguez, llamada Comix.
Ahora bien, lo que aquí nos interesa es incidir en el carácter visionario que tuvo el artista canario allá por el 2010 a la hora de inventarse este disco, y es que, no sabemos si queriendo o no, comenzó a jugar con sonoridades que a día de hoy aparecen en cada nuevo hit del artista urbano de moda que sea. Él supo leer la década a nivel musical y, de alguna manera, abrió el camino que conducía a lo que hoy conocemos con una certeza siempre incierta como «música urbana».
Pablo Díaz-Reixa nunca ha escondido que su sueño siempre fue ser productor, labor que ha llevado a cabo con éxito incontestable (dan cuenta de ello los Grammy Latinos obtenidos en el año 2019 a raíz de su trabajo como productor del álbum de Rosalía El Mal Querer). Es posible que radique en su propio deseo de trabajar en las sombras la explicación de por qué, aun siendo un artista de éxito e influencia obvia en los sonidos actuales de la música nacional, su nombre sea tan poco conocido para el oyente medio de música urbana. Quizás el canario prefiere que esto sea así, tal cual es.
Sin embargo, es importante echar la vista atrás de vez en cuando e intentar dilucidar de dónde provienen los sonidos que hoy llenan plataformas como Spotify o YouTube. En este sentido, y aprovechando que se cumple una década desde que Pop Negro saliera al mercado, quizás conviene revisitar este trabajo de El Guincho y otorgarle al artista el valor que quizás ni a él mismo le interesa recibir.