Robert Capa no es en realidad Robert Capa, o sí. Su verdadero nombre era Endre Ernö Friedmann, pero en la historia de la fotografía y por qué no, en la historia y cultura general, conocemos a este corresponsal de guerra y fotoperiodista bajo el nombre de Robert Capa, aunque hay que decir que tanto él como su pareja por aquel entonces, la reportera alemana Gerda Taro, trabajaban bajo el mismo nombre común, de ahí la existencia de muchas de las polémicas que rodean la autoría de las instantáneas.
Un 22 de octubre de 1913 nacía este fotógrafo húngaro que, tras ascender al poder el gobierno fascista en 1930, pasó por Alemania hasta establecerse en una de las capitales de la fotografía del momento, como lo era París. Allí comenzó con sus pinitos como reportero gráfico en la revista Regards y llegó hasta a retratar al político ruso de origen judío León Trotski en una conferencia en Copenhague cuando era un exiliado ruso. Se cuenta que Trotski no quería ser retratado, pero Capa lo hizo, ¿cómo? Mientras que el resto de fotógrafos se las ingeniaban para conseguir una instantánea con sus grandes cámaras, Capa iba con su pequeña Leica, pasando inadvertido y sin levantar sospechas de que era un fotógrafo.
No cabe duda que este fotoperiodista dejó una huella imborrable en la historia visual del siglo XX —incluso Spielberg se inspiró en una de las imágenes del desembarco de Normandía realizadas por el Capa para recrear el paisaje en la película Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998)—, y no solamente fuera de las fronteras de nuestros país, sino que también pisó España junto a Gerda Taro en uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia: la Guerra Civil Española. Quizás una de sus fotografías más memorables y que se nos vienen rápidamente a la mente es la de Muerte de un miliciano (Robert Capa, 1936). Como suele suceder con estas instantáneas y sobre todo cuando tiene que ver con sucesos conflictivos o guerras, esta fotografía no está libre de polémicas desde que salió a la luz, pero también se dice que la instantánea marcó a Capa, ya que en sus siguientes trabajos quiso superar tal excelencia, como es captar el momento de la muerte de una persona —no retrata a un hombre vivo antes de recibir un disparo o justo después muerto en el suelo, sino que es el instante decisivo en el que recibe el balazo—, pero no pudo superarla y esto le persiguió durante toda su vida creativa.
Robert Capa fue el fotógrafo que nos mostró el horror, la descomposición y el hambre de las guerras que tan abundantes fueron en el pasado siglo XX.
Con todos estos acontecimientos vemos que, desgraciadamente, el siglo XX vino cargado de importantes y sangrientos conflictos bélicos aunque lo positivo que trajo la fotografía, si podemos sacar algo bueno de las guerras, es que muchos de estos acontecimientos le dieron el reconocimiento que se merece a la fotografía documental y a su «hijo pequeño», el fotoperiodismo. Capa, al igual que otros fotógrafos, fue los ojos de la guerra, pero también la liberación de ésta. Estuvo presente, además de en la ya mencionada Guerra Civil Española, en la liberación de París durante la II Guerra Mundial, el conflicto árabe-israelí o la Guerra de Indochina.
Pero los fotógrafos no trabajan solos, se mueven en círculos sociales y otra de las grandes cosas que trajo el siglo XX es que comenzaban las asociaciones o los «foto-clubs». Junto a fotógrafos —y colegas— de renombre de la época, como fueron Henri Cartier-Bresson, George Rodger, William Vandivier, Maria Eisner y David Seymour, fundaron la agencia Magnum, vigente todavía en la actualidad, siendo también de las más prestigiosas y de la que solo forman parte los fotógrafos contemporáneos más célebres —tenemos a una española, Cristina García Rodero—.
Pero no solo fotografió los conflictos bélicos, también se animó a fotografías mucho más naturales, del día a día de la sociedad y en color, que vieron la luz allá por el año 2013, cuando el International Center of Photography de Nueva York —el lugar donde se conserva todo el legado del fotógrafo húngaro— inauguró una gran exposición retrospectiva sobre la fotografía a color de Capa. Muchas de esas instantáneas causaron sorpresa como la de Picasso junto a su hijo en la playa, o la del actor de la época, Humphrey Bogart, y Peter Lorre en el rodaje de La burla del diablo (John Hudson, 1953). Robert Capa, pese a su fallecimiento a los 41 años —pisó una mina en la Guerra de Indochina cuando iba de expedición con el ejército francés y falleció en el hospital con la cámara colgada al cuello—, se ha convertido en un icono para millones de personas que admiran y estudian su trabajo a nivel artístico y también histórico, porque él fue el artífice de mostrarnos el horror, la descomposición y el hambre de las guerras que tan abundantes fueron en el pasado siglo XX, y gracias a él perdura lo no conocido para las generaciones más jóvenes gracias a sus excelentes fotografías, siendo la huella de la barbarie humana.