Revista Cintilatio
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Brad Pitt: la estrella más brillante

La estrella más brillante
Brad Pitt
El actor americano se ha convertido en uno de los iconos del mundo del cine explorando infinidad de facetas como intérprete, así como productor de distintos filmes que reflejan su amor por el séptimo arte. Repasamos parte de sus trabajos más conocidos.
Por Alejandro Hortal Jiménez x | 18 diciembre, 2020 | Tiempo de lectura: 4 minutos

Sería muy difícil encontrar a una sola persona a lo largo de este mundo que nunca haya escuchado hablar de Brad Pitt. El actor estadounidense cumple 57 años (aunque no los aparente), y no deja de sonar en las quinielas cada día que pasa. Siempre destaca. Es como la estrella polar en un cielo demasiado iluminado. Da igual que todos sean brillantes, él siempre lo será un poco más. Y la cámara lo sabe.

Si analizamos su carrera, Pitt nos ha demostrado que, si hace un papel, debe repetirlo y darle la vuelta. En 12 monos (Terry Gilliam, 1995), se hace un payaso de sí mismo. Es un loco, y tiene que demostrarlo. Las miradas perdidas, la hiperactividad y un anarquismo exacerbado van saltando de cama en cama, de año en año, y vuelve loco al personaje de Bruce Willis hasta tal punto que le hace creer durante toda la película una verdad que no es tal. Sin embargo, la locura contenida y, en definitiva, una tranquila psicopatía es la contraparte esquizofrénica del personaje de Edward Norton en El club de lucha (David Fincher, 1999). Esto también lo demostró en Corazones de acero (David Ayer, 2014) y Malditos bastardos (Quentin Tarantino, 2009). Mientras que, en la primera, Pitt encarna a un oficial abatido, con una visión oscura de la vida y de las reacciones de aquellos que ya no considera ni siquiera humanos, Tarantino lo pervierte hasta convertirlo en un cazador de nazis que disfruta de su trabajo aplastando sus cabezas.

Pese a que tan solo haya ganado uno de los cuatro Óscar a los que ha sido nominado de forma individual, Pitt se ha convertido en una leyenda viva de la historia del cine.

Muchos ni siquiera conocen el convulso inicio de Brad Pitt en el mundo del cine, con papeles pequeños o críticas negativas durante la década de los 80 que bien le sirvieron como un rapapolvo para aprender que no todo se ganaba con una «cara bonita». La constancia le permitió hacerse un hueco en los 90 en las películas de viejas leyendas de los Monty Python, o de directores que empezaron a hacerse un nombre entonces y que, en la década posterior, convertirían a Pitt en un actor fetiche que protagonizase sus películas. Es el caso del mencionado Fincher, con el que el actor ha protagonizado El club de la lucha, pero que años antes conoció en Seven (1995), y que repetiría en el nuevo siglo con El curioso caso de Benjamin Button (2008).

Brad Pitt y Edward Norton en El club de la lucha.

Aunque las películas del actor no siempre reciban las mejores críticas, su actuación suele ser un tema aparte, que nunca suele dejar indiferente a nadie, y que siempre despide un carisma arrollador. Pitt ha demostrado ser capaz de saltar de la taquilla al cine de autor como quien come en McDonald’s para después cenar en un restaurante de la Guía Michelin. Reventó la taquilla como Rusty Ryan, uno de los ladrones de bancos de la trilogía de Ocean’s junto a Clooney y Damon, o cuando se convirtió en el todopoderoso Aquiles en Troya (Wolfgang Petersen, 2004) para años más tarde deleitarnos con su actuación en El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011), un film cargado de simbolismo religioso, encarnando a un odioso padre de familia americano de los 50, que nos presiona y maltrata a la vez que lo hace con su propia familia.

Así que, pese a que tan solo haya ganado uno de los cuatro Óscar a los que ha sido nominado de forma individual por su papel en Érase una vez en… Hollywood (Quentin Tarantino, 2019), Pitt se ha convertido en una leyenda viva de la historia del cine. Su trabajo, no solo como actor, sino también como productor ha permitido que la gran pantalla reproduzca una larga serie de largometrajes diversos y originales, entre los que se encuentra la cinta del coreano Bong Joon-ho, Okja (2017), o 12 años de esclavitud (Steve McQueen, 2013), que terminó por ganar el Óscar a mejor película en su año. Como otros antes que él, parece haber entendido el camino que el nuevo cine ha escogido, y, a diferencia de muchos de sus coetáneos, ni se convierte en un escollo, ni quiere ser solo un mero espectador. Brad Pitt ha crecido con su cine, tanto en el que ha participado como actor, como el que ha producido. Aunque haya otras estrellas, como su compañero y amigo DiCaprio, que arrojen una enorme luz en el firmamento cinematográfico de las últimas décadas, Pitt se ha reafirmado como megalómano del séptimo arte, artista de sí mismo, y un gigante lucero en la cartelera. Es por eso que no queda más que acompañarle este 18 de diciembre celebrando que, un año más, podemos contar con su amor por el cine, tal y como el resto lo hacemos.