Antonio Banderas
Polivalencia malagueña

Repasamos la carrera del malagueño más internacional. Entre zetas, rancheras y encanto, la personalidad de Antonio Banderas brilla con luz propia.

Sesenta años de arte se celebran este 10 de agosto. José Antonio Domínguez Banderas lleva más de medio siglo copando titulares. Las destrezas artísticas, sonoras y ejecutivas de este galán andaluz han traspasado fronteras, y es que sobran los motivos para notar su existencia. Una cara conocida y un talento más que probado, a nivel nacional e internacional, hacen que el nombre de Antonio Banderas no deje indiferente a nadie. Un catálogo de méritos que serviría para tumbar cualquier temporal encaja con una lista de seres queridos, liderazgo empresarial y un futuro prometedor. Hijo de una profesora de instituto (Anita) y de un comisario de policía (José), creció en el seno de una familia modesta. En su adolescencia, una lesión de tobillo le hizo replantearse su carrera como futbolista, cambiando así las zapatillas por el escenario, y las ovaciones de la grada por alguna noche que otra en el calabozo, pues en la década de los 70 no todas las obras que el joven actor interpretaba —destacando Hair (Gerome Ragni y James Rado, 1967)— recibían buena acogida por parte de la por aquel entonces sociedad franquista. Pero terminó estudiando en la Escuela de Arte Dramático de Málaga y mudándose a Madrid con apenas 19 años para brillar y deslumbrar con todo proyecto que se pusiera por delante.

Una vez en la capital, al unirse a la Compañía de Teatro Nacional —siendo el miembro más joven— compaginó la dura labor de servir tras una barra con representaciones de escasa audiencia hasta convertirse en Sadec (El laberinto de las pasiones, Pedro Almodóvar, 1982), un «un chico Almodóvar» dentro de «la movida madrileña». Si bien la relación con el director ha sido voluble, ambos han compartido éxito y escenarios hasta en ocho ocasiones. Banderas participó como secundario en Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), coprotagonizó Matador (1986), La ley del deseo (1987) y ¡Átame! (1989); y todo su ser brilló como principal en La piel que habito (2011) y en la incuestionablemente premiada Dolor y Gloria (2019), incluyendo el posible Óscar a mejor actor —la cual, según declaraciones de Almodóvar, culmina la trilogía compuesta por La mala educación (2004) y La ley del deseo—.

La andadura de Antonio en el cine anglófono comenzó gracias a la memorización fonética del guion de Los reyes del mambo tocan canciones de amor (Arne Glimcher, 1992) y se afianzó —ya con el inglés sabido— con Philadelphia (Jonathan Demme, 1993), al compartir un sidoso noviazgo con Tom Hanks. Madonna (En la cama con Madonna, Alek Keshishian, 1991) también tuvo lo propio en lo que a ensalzar la popularidad del actor se refiere, pues el rechazo de éste a la «Reina del Pop» sirvió para hacer agosto en la prensa sensacionalista. Pero ¿quién dice que el amor no es una forma de arte? El que profesa Banderas hacia los suyos no carece de muestras de reciprocidad. Dos mujeres, dos hijas y una novia suman cinco personalidades fuertes a su incansable ritmo de vida. Si bien en la actualidad es pareja de la empresaria Nicole Kimpel, estuvo ocho años casado con la actriz Ana Leza y otros diecinueve —adquiriendo el título de una de las parejas más estables de Hollywood— con Melanie Griffith, a la cual conoció durante el rodaje de Two Much (Fernando Trueba, 1995). Durante la presentación del premio Hollywood Film Award, Dakota Johnson  —hija de Melanie con la que Antonio convivió 24 años de su vida—, otorgó el mejor actor a un hombre al que ella sigue llamando «papi» con la ternura que solo una hija orgullosa, tanto familiar como profesionalmente, puede pronunciar. Finalmente, lo que el mismo Banderas considera «su sueño americano», «su mejor producción» no puede ser sino Stella del Carmen, fruto del matrimonio con Melanie y cuyo nombre va en honor a la Virgen del Carmen.

La relación espiritual de Antonio Banderas se consolida en 1994 a raíz del accidente que sufre su hermano. Aunque tres operaciones de cataterismo cardiaco y haber rozado el «más allá» también influyeron en su cercanía con la Archicofradía del Paso y la Esperanza. Anualmente, durante la celebración de la Semana Santa, participa como Mayordomo del Trono de la Virgen de Lágrimas y Favores. De cara al estreno de la ópera La Pasión de Cristo (Marco Frisina, 2018), en una entrevista a la Diócesis de Málaga, Banderas declaraba que el acercarse a la Iglesia «le redescubre» y le permite unirse con la gente a través de la figura de Jesús.

Lejos de quedarse atrapado bajo el antifaz de «latino, seductor y misterioso» que Desperado (Robert Rodriguez, 1995) predecía, la voz de Banderas se alzó por encima de la gran pantalla.

Y es que la devoción que Antonio tiene para con su tierra es mutua. En 2001 fue nombrado Hijo Predilecto de Málaga, en 2010 doctor honoris causa por la universidad de su ciudad y en 2013 Hijo Predilecto de Andalucía, así como Caballero Legionario de Honor. En la actualidad es uno de los principales promotores de la campaña para incluir al desfiladero Caminito del Rey dentro del patrimonio mundial de la UNESCO. Asimismo, como reconocimiento a la difusión de la cultura española —la joven Stella recuerda con cariño las familiares noches del Grand Prix y las inagotables sobremesas veraniegas—, en mayo de 2004 fue galardonado con la medalla de oro que concede la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas. Cuatro años después, en octubre de 2008, es condecorado con la medalla de oro al Mérito en las Bellas Artes, y hoy, toda esa expansión del espíritu nacional se sigue extendiendo al ser Embajador de la Marca España —que desde 2018 se denomina España Global—.

Dato curioso respecto a su inclinación política. Durante el apoyo a la campaña de Barack Obama de 2008, el equipo secreto que velaba por la seguridad del grupo se refería a cada uno de los integrantes con un nombre en clave. ¿Cuál sería el de nuestro malagueño preferido? Nada menos que «zorro» —en alusión al espadachín de La Máscara del Zorro (Martin Campbell, 1998)—. Sin embargo, lejos de quedarse atrapado bajo el antifaz de «latino, seductor y misterioso» que Desperado (Robert Rodriguez, 1995) predecía, la voz de Banderas se alzó por encima de la gran pantalla. Del «ay mi morena / de mi corazón» a los coros de Alma de Bolero (2009) con esta grande de España que es Ana Belén; pasando por actuar en Nine (2003) en Broadway y estar por ello nominado al premio Tony a mejor actor del musical, y ganar el premio Outer Critics Circle y el Drama Desk. La sonoridad de su voz, unido a su «acento abstracto», dotan a su tono de una singularidad no apta para todo tipo de doblaje, actividad de la que el actor disfruta especialmente —Gato, con botas (Shrek 2, Andrew Adamson et al., 2004)—.

Es el actor español más taquillero de la historia y se incluye en la lista de los 200 actores sin distinción de nacionalidad. En 2005, una estrella con su nombre se añade al Paseo de la Fama de Hollywood y en 2011 integra la lista que conforma el de Madrid. Dentro de su palmarés se encuentran, entre muchísimos otros, el Premio del Cine EuropeoPremio de la Audiencia al Mejor Actor (1998), Premio del Cine Europeo al Mejor Logro Europeo en el Mundo del Cine (1999), Premio Juventud ¡Qué Actorazo! (2012, 2013), Goya de Honor (2015), Premio Nacional de Cinematografía (2017), y Premio de la Asociación de Críticos de Cine de Los Ángeles al Mejor Actor (2019). Aunque la vida de Banderas se extiende más allá de la interpretación. Con viñedo propio es dueño de la mitad de las bodegas ANTA Banderas (Burgos), la cual goza de una de las Denominaciones de Origen de Ribera del Duero. Continuando con fragancias, está plenamente implicado en el proceso de fabricación de una línea de perfumes que lleva su nombre en la Compañía Puig (Barcelona). En 2015 se traslada a Londres para estudiar arte y confección en célebre escuela de moda Central Saint Martins, y al año siguiente abre la Miami Fashion Week.

2Pero volviendo al séptimo arte, Antonio Banderas está a la cabeza de Green Moon Productions. Dentro de su faceta como director destacan Locos en Alabama (1999) y El camino de los ingleses (2006), en la que debuta su hija Stella. Y es que, esta compañía de capital y trazabilidad íntegramente española tiene la misión de «llevar a la gran pantalla obras de calidad, en su mayoría de producción independiente pero capaces de captar el interés de un público cada vez más exigente y ávido de nuevas propuestas». Por lo tanto, si nadie como Sabina (Yo quiero ser una chica Almodóvar, 1992) para saber cómo «es pasar de todo y no pasar de nada», nadie como Banderas para «no gritar ¡qué he hecho yo, para merecer esto!». Pues en toda una vida de arte, la dedicación, el trabajo constante y una perseverancia envidiable caracterizan ese don que tiene aquel que ansía lograr la «perfección» en toda la extensión de la palabra.

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