Wardruna
La esencia del Norte antiguo
Que tanto drama vikingo en nuestras pantallas no nos haga olvidar cómo sonaba la música en su sociedad. Con un historiador que construye sus propios instrumentos a la cabeza, estos noruegos han creado un nuevo estándar de folk europeo.
Wardruna es el proyecto que nace de la pasión del noruego Einar Selvik por recuperar la autenticidad de la música de la era vikinga con un resultado que desafía la clasificación por géneros. Desde su faceta de historiador, el lacónico artista incorpora arpas y cuernos tradicionales del paisaje sonoro de «allá arriba» y se inspira en la cultura nórdica para dotar a sus letras de una voz poética que parece surgida del abismo del tiempo. La popularidad del grupo se disparó inevitablemente al colaborar con Trevor Morris en la banda sonora de la serie Vikingos (Michael Hirst, 2013-2020). Tras cuatro álbumes y ocasionales proyectos paralelos, vuelven con Kvitravn (2021). Ante el esperado lanzamiento, repasamos las obras que definen a esta constelación de estrellas del norte musicales.
Sonará extraño, pero ¿qué no es Wardruna? No son meros compositores de bandas sonoras, a pesar de sus colaboraciones en Vikingos y Assassin’s Creed: Valhalla (Ubisoft Montréal, 2020), ni comparten mucho con otros grupos del panorama nórdico. No entran en los oscuros trances hipnóticos de Heilung, ni su performance se basa en la estética. Evitan el exceso de modernización en bucles electrónicos —a veces ambientales, a veces bailables— de Danheim. Carecen del «rollo» de cantautora y de la influencia de numerosos géneros modernos que hicieron popular a Eivør.
Wardruna tiene una misión: rescata sonidos e instrumentos históricamente precisos de la Alta Edad Media noruega y los combina con su propia interpretación de la temática presente en la mitología nórdica y la cultura de Escandinavia. Sus creaciones tienen un carácter muy visual, ya que la solidez y peculiaridad de sus temas evocan imágenes que el oyente puede asociar con escenas naturales y personajes ancestrales. Algún sonido experimental y un par de teclados se abren camino entre las kraviklyre, las taglharpa (arpas nórdicas) y el bukkehorn (cuerno de cabra). Incluso algún elemento salvaje (árboles, agua, lobos…) aporta inesperadas armonías, acentos y percusiones.
Sus letras están mayoritariamente en nórdico antiguo, con alguna que otra en noruego. Es cierto que nos las perdemos si no las escuchamos con una traducción delante (bueno, aquí si somos unos pros del nórdico antiguo, ruego me disculpen y continúen molando tanto), pero su tono no deja dudas al cantar a los antepasados, a los ciclos vitales, al contacto entre humanidad y naturaleza, al solsticio de verano, etc. La combinación con los sobrecogedores registros de Einar Selvik, resulta en unos cantos que in crescendo van cogiendo potencia y estallan en ataques de percusión que nos hacen subir las pulsaciones y apretar los puños. Himnos que nos envuelven en solemnidad y parecen elevar nuestra mente ligeramente sobre el mundo físico. Despliegues celebrativos que dan la sensación de que hace buen tiempo aunque te esté cayendo encima el huracán Hortensia. No falta la arolladora voz de soprano de Lindy-Fay Hella como perfecto contrapunto al ceñudo noruego, sin la cual el proyecto se quedaría cojo.
Wardruna comenzó su viaje con la trilogía de álbumes Runaljod: una interpretación personal de las 24 runas que componen el alfabeto futhark antiguo. Se utilizaban como sistema de escritura, como ya hemos visto en series, películas y libros. Pero también funcionaban como ideogramas, representando elementos de la naturaleza y conceptos humanos. Esto se traduce en abundante material para inspirar la rica y misteriosa odisea musical que es Runaljod, evitando caer en el cliché de los fetichismos vikingos facilones. Empieza por Gap var Ginnunga (2009), el vacío antes de la creación, que ve las primeras chispas de vida y la formación del universo. Sigue Yggdrasil (2013), el árbol que sostiene y conecta los mundos. Concluye con Ragnarok (2016), la destrucción del universo conocido, de la que surge otro nuevo.
El primero retrata motivos de crecimiento, de cómo el paso del tiempo crea y anima formas de vida. Algo muere, algo surge. La progresión temática está marcada por una atmósfera ritualística. Se hace gala de la experiencia de Einar como percusionista (ex-batería de Gorgoroth) en los trances de tambor de piel de ciervo. Los cánticos en tono drone, oscilando entre la calma y las ganas de salir a saquear Lindisfarne, se suceden sobre sonidos de árboles y cascadas. Los fans de Vikingos reconocerán en Algir – Tognatale (Algir – Habla el silencio) el ominoso tema que acompaña a la visión de Odín que tienen los hijos de Ragnar Loðbrok, con la inquietante armonía de su cuerda, las lejanas voces masculinas y las susurrantes femeninas, erizándonos el pelo como sintiendo el mismo viento que se alza y envuelve a Björn en ese momentazo de la serie. Todo el álbum encuentra en la percusión un elemento base que conecta sus temas, dando la sensación de organicidad.
La constelación musical de Einar Selvik demuestra su estabilidad para mantener aquello que los distingue del resto del panorama nórdico, y a la vez su audacia para experimentar con nuevos ritmos y diferentes composiciones.
A veces los instrumentos se graban al aire libre buscando representar cómo se habrían oído en su contexto original.
Yggdrasil es un álbum que satisface mucho cuando se escucha del tirón. Es tan coherente que a veces no sabremos si estamos con una canción diferente o si lo que oímos es parte de la anterior. Veremos más variedad en el uso de la cuerda, que se vuelve más folk en algunos temas. Más juego y vivacidad entre coros masculinos y femeninos. Buena muestra de ello es Solringen (El anillo del Sol), que contrasta con todo lo demás por su tono festivo y la métrica de su letra, escrita en una forma de poesía aliterativa en nórdico antiguo que aporta ritmo y fluctuación. Pero la obra maestra de este álbum queda clara para público y crítica: Helvegen (Camino al Infierno). La primera estrofa comienza con un solemne lamento de Einar Selvik acompañado por cuervos, y en su último verso estalla una tormenta (literal, grabada en la naturaleza) que «despierta» a los instrumentos de viento y al coro, que proceden a acompañar al barbudo artista en un réquiem que nos traslada a un funeral vikingo. En la cultura nórdica antigua, la música es la sustancia vital, por lo que un canto de este tipo representa una vida que se marcha y otra generación que recoge su carga para seguir adelante.
Quien espere de Ragnarok un grandioso final representativo de la cataclísmica batalla de los dioses de la mitología nórdica se verá decepcionado. Pero aquellos que disfruten de la riqueza que Wardruna saca a cada instrumento están de enhorabuena. Esta entrega final se resume en la palabra «textura». Aquí encontraremos pistas que bien podrían servir de banda sonora cinemática, aunque no hay que dejarse llevar por el tono épico del himno a cuerno Tyr que inaugura una primera mitad sin puntos álgidos pero con una innegable intensidad pasiva. No falta la experimentación con sonidos procedentes del mundo natural, como el hielo glacial: extraído, tallado y afinado. Al percutirlo, salen sonidos que oscilan entre la gravedad de placas de hielo resquebrajándose y la juguetona melodía de las láminas más pequeñas de un xilófono. Cuando entramos en la segunda y más movida fase del álbum, vemos la distintiva capacidad de Wardruna para crear tensión dramática sin pasarse de oscuros. La pasión por vivir es celebrada por polifonías con voces de hombres, mujeres y un coro infantil (además de la participación de los hijos de Einar Selvik) que dan un aspecto más luminoso al álbum. Cerramos con Runaljod, compartiendo el nombre de la trilogía. Finalazo: una muestra evidente del poder de combinar percusiones y llevar la cuerda a sus sonidos más desgarradores mientras los coros resuenan con eco como si salieran de enormes grietas en las montañas.
En 2018 sorprendieron «pelando» su estilo hasta el hueso en Skald, un álbum que se puede describir como «Einar Selvik y una lira». Bueno, y a veces un cuerno. Una apuesta arriesgada que podría resultar en sosería y aburrimiento. Es el sólido dominio de la voz del barbudo noruego lo que convierte a este álbum en un tour de force de formas vocales tradicionales de la lírica vikinga poco conocidas fuera de la historiografía escandinava. Con evidente reverencia por los ancestros, arranca notas de su kraviklyre con meditada pausa. El dinamismo lo aportan las fluctuaciones de tono con las que el noruego nos mantiene pegados al altavoz: una expresividad necesaria frente a la instrumentación limitada. Así cubre los espacios que quedan entre las notas de cuerda mientras la emoción aplasta la barrera del idioma.
Einar Selvik ha devuelto a los noruegos el interés por su música ancestral y ha fascinado a nuevos fans por todo el mundo.
No sabíamos qué dirección seguirían desde este punto, hasta que los Wardruna más potentes y reverenciales despejaron la duda adelantando varios sencillos del ya disponible Kvitravn (Cuervo blanco). Destaca la trepidante Grá (Gris): una serena estrofa del cantante da paso a una percusión rápida acompañada de jadeos y guturales versos sueltos, acelerando hasta estallar en un desgarrador lamento rítmico de la tremenda Lindy-Fay Hella. La hipnotizadora Andvevarljod (Canción de las tejedoras de espíritus) va creando textura mediante potentes golpes de percusión y el paso del viento a través de sonoros cuernos. Nos llevará a un clímax que parece sacarnos de un trance.
La constelación musical de Einar Selvik demuestra su estabilidad para mantener aquello que los distingue del resto del panorama nórdico, y a la vez su audacia para experimentar con nuevos ritmos y diferentes composiciones. Kvitravn promete ser un álbum memorable que requerirá del conjunto noruego una continuación para satisfacer las ganas de más que nos va a dejar. Tanto si ya conocías a Wardruna como si hemos despertado tu curiosidad, nuestra recomendación es perderte en los adictivos sonidos de Runaljod. Empápate de esencia nórdica como si fueras un/a vikingo/a salpicado/a por el agua salada. Devora el nuevo álbum como si no fueran a componer más. Y haz lo posible por resistir la tentación de ir a prender fuego al monasterio más cercano y de construir asentamientos en Inglaterra… si puedes.