Víctor Erice y Antonio López
Seis lustros desde el estreno de «El sol del membrillo»

Celebramos los treinta años del estreno de «El sol del membrillo», pieza artesanal dirigida por uno de los más grandes y exigentes cineastas españoles, Víctor Erice, al que algunos comparan con Luis Buñuel o Jean Vigo.

La obra de Víctor Erice es para muchos cineastas y espectadores la de una rara avis exigente y poco dada a concesiones a la galería que no sean las del mundo del cine. Nacido en Carranza (Vizcaya), cuando termina de estudiar el bachillerato decide irse a Madrid con el pretexto de estudiar Ciencias Políticas, para meterse de lleno en la antigua EOC (Escuela Oficial de Cinematografía). Allí se rodearía de grandes amigos y se graduaría con honores y tres cortometrajes, lo que daría pie a su colaboración en Los desafíos (José Luis Egea, Víctor Erice, Claudio Guerín, 1969), un conjunto de tres mediometrajes, uno de los cuales sería dirigido espléndidamente por él y en el que exploraba entre otros temas el mito shakespeariano de Otelo.

Pero si por algo es conocido Erice es por sus tres largometrajes posteriores, filmados con la distancia, lentitud y prestancia en él conocidas, que son: El espíritu de la colmena (1973), que contaba la vida en la meseta española en plena posguerra con el Frankenstein de James Whale como telón de fondo; El sur (1983), otro drama, adaptado del material original de Adelaida García Morales, un cuento corto que ahondaba aún más si cabe en ese sentido familiar y tradicional desde la melancolía como fuerza devastadora; y esta El sol del membrillo (1992), documental sobre el proceso de creación artística del gran pintor Antonio López —a quien no le gusta ser llamado artista hiperrealista, si bien este adjetivo le acompañará como a Baroja o Machado el de su inscripción involuntaria en la Generación del 98—. En estas tres películas son fundamentales, dado que comunican su manera de ver el mundo, dos aspectos indispensables: la fotografía y la música. Si en El espíritu de la colmena era el autor del look visual Luis Cuadrado —que ya conseguía esos tonos anaranjados y azulados para sugerir los estados de ánimo en que se encontraban los personajes— y en El sur fue José Luis Alcaine quien obró el milagro de mostrarnos esas contrastadas luces en movimiento, en El sol del membrillo, donde utiliza un telecinado a partir del formato más cualificado de la Betacam —necesario por su carácter de work in progress y de lo limitado de su equipo humano de trabajo— será Javier Aguirresarobe, su no menos importante director de fotografía. En cuanto a la música, dado que dos de sus tres filmes de largometraje están ambientados en la posguerra, llama poderosamente la atención además de la labor de los técnicos pertinentes, la utilización de canciones y melodías populares en ellas. De esta forma, El espíritu de la colmena utiliza la melodía Vamos a contar mentiras de distintas formas según sea el tempo del filme, llegando a enlentecerla si es necesario. En El sur, la canción Blue Velvet o un viejo pasodoble que bailan Estrella y su padre cumplen una misma función dentro de la historia. Y en El sol del membrillo son sin embargo canciones más sobre el juego del arte las que realizan esta función, entre ellas aquella que canta con su amigo Enrique Gran, también pintor (cariño, cariño mío / ramito de mejorana / espuma que lleva el río / lucero de la mañana).

Antonio López marcando líneas sobre el membrillero que quiere pintar.

Por otro lado, Antonio López García nace en Tomelloso (Ciudad Real) iniciándose en la pintura y escultura en la escuela de Bellas Artes de Madrid a los catorce años, influenciado por la labor de su tío, por quien prefirió trabajar desde el campo y al natural, cosa que sigue haciendo aún hoy en día, antes que meterse de contable en una oficina. Casado con otra pintora, María Moreno, que aparece también en la película y que falleció el pasado 2020, no siempre reconoció en ella su talento natural para, en dos pinceladas, conseguir lo mejor de cada lienzo o imagen. Hablar de su recorrido artístico sería tarea ardua por lo dilatado y provechoso de su trayectoria, un camino que le ha llevado a conquistar no solo éxito nacional, sino internacional, aunando el favor de crítica y público y consiguiendo sacar a subasta varias de sus obras pictóricas. Minucioso y exigente hasta el extremo, vivió mucho tiempo en Madrid, donde pasaba largas horas de pie, retratando desde la Gran Vía, hasta edificios de la Puerta del Sol o crepúsculos y atardeceres en barrios más humildes, si bien los proyectos que ahora le ocupan tienen o tendrán más que ver con Barcelona, Sevilla y Bilbao, tres ciudades donde el agua cobra una dimensión menos explorada. Tal y como señala Carmen Arocena en su ensayo sobre Erice editado en la colección Signo e Imagen de Cátedra, la gestación de El sol del membrillo sobreviene al cineasta vasco en una etapa dulce, pero no por ello menos lúcida de su carrera. Entre algunos proyectos que le rondaban estaba el posible rodaje de Bene, basada igualmente en un texto —como El sur— de Adelaida García Morales, así como a partir del conocimiento de la obra y persona del pintor abstracto madrileño Lucio Muñoz —que también aparece en el filme que nos ocupa— y del que quería rodar una película en el patio de su casa.

Fue este un filme que se realizó sobre todo desde su rodaje y que abarcó del otoño a la primavera anterior a su estreno: a pesar de que hoy celebramos su efeméride, lo hacemos aún a sabiendas de que su primera proyección fue en Cannes, donde obtuvo el Premio del Jurado y el FIPRESCI, y que a las salas de exhibición madrileñas no llegó hasta el 20 de enero de 1993 —siendo su premiere española en Barcelona1—. Erice aquí hila fino en el sentido en que Antonio López sabe mostrarse sencillo y afable no solo con él, a quien entrega el pincel en forma de cámara cinematográfica siquiera en la sombra, sino que nos muestra conversaciones impagables con el mentado Enrique Gran —amigo de su promoción con el que charla sobre el oscurantismo genial de Miguel Ángel frente a los escultores helenos—, momentos de intimidad con su esposa María —que aquí ejerció además de productora ejecutiva del filme—, conversaciones con dos periodistas o artistas chinos (Yan Shen Dong y Fan Xiao Ming), escenas colaborativas como las de los tres polacos obreros que le ayudan a colocar una carpa para tapar el enorme lienzo y proteger el membrillero (Janusz Pietrzkiak, Marek Domagala y Grzegorz Ponikmia) de la lluvia, o aquella en que la esposa del protagonista corta el pelo a su marido en presencia de sus hijos, tras un mes de octubre lleno de chubascos y meteorología adversa.

Además, como decíamos el audio nos acompaña, bien a través de canciones, de noticias sobre la crisis acechante del Golfo Pérsico radiadas, o del saber hacer musical de Pascal Gaigne —compositor en Plan de fuga (Iñaki Dorronsoro, 2017) o Loreak (Flores) (Jon Garaño, José Mari Goenaga, 2014), entre tantas otras—. También son numerosas las tomas de recurso del Madrid en que, por aquel entonces, López vivía y que frecuentaba, bien a través de exteriores que muestran interiores, con la intención de mostrar un Madrid menos cosmopolita y más de barrio. Hay que decir que desde entonces y quizá como si fuese una epifanía, Víctor Erice dirigió varias piezas para museos, como esas correspondencias entre su obra (filmadas en forma de carta y que poca gente ha visto) y la de Abbas Kiarostami, así como cortometrajes y publicidad. Por último, insistir en una buena noticia para los fans del director, que lo son casi necesariamente del buen cine, y es el estreno en 2023 de su próximo largometraje de ficción y del que se tienen datos sobre su reparto principal —José Coronado, María León, Ana Torrent y Soledad Villamil—. Su misterioso título: Cerrar los ojos.


  1. Erice y Antonio López estrenan «El sol del membrillo» en Barcelona. (1992, 31 octubre). El Paí­s. https://elpais.com/diario/1992/10/31/cultura/720486005_850215.html[]
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